Tras el éxito de Desengaños amorosos por el Festival de Almagro, llegó al Corral de Comedias, Lope y sus Doroteas (Estival Producciones), una mirada irónica del gran Ignacio Amestoy que actualiza La Dorotea de Lope de Vega de una forma que solo los expertos y amantes incondicionales del teatro saben hacer.
El amor que atrapó al poeta y dramaturgo del Siglo de Oro se mezcla con varias reflexiones de su última etapa de su vida. Un conjunto exquisito que da forma a La Dorotea, donde la nostalgia y el balance vital se dan la mano, y que ahora recoge Amestoy junto a su hija Ainhoa para regalarnos el gusto por los clásicos que traspasa incluso fronteras generacionales.
Con un reparto que cuenta con actores y actrices de gran recorrido como Ernesto Arias o Lidia Otón, y caras nuevas como Nora Hernández o Daniel Migueláñez; música y espacio sonoro a cargo de Fetén Fetén, junto a un gran equipo que cuenta entre otros con David Velasco o Andrea Falconieri, y un libro que recoge el texto junto a aportaciones de todo el colectivo. "Es amor de padre y amor de teatro", nos confiesa Ignacio Amestoy al hablar de este proyecto.
¿Qué le llevo a actualizar esta obra?
Fue una petición de mi hija Ainhoa, que recibió el Premio de Dirección por su puesta en escena de Desengaños amorosos y que ha trabajado con algunos autores anteriormente. En esta ocasión, ella quería centrarse en Lope de Vega y cuando me propuso formar parte de ello acepté de inmediato. Además, he decir que ella ha realizado el acoplamiento del texto con los actores de una forma maravillosa.
¿Qué es lo que más le atrae de Lope de Vega?
Tengo una gran relación con Lope de Vega desde hace tiempo. De hecho, y lejos de sonar pretencioso, tengo dos premios Lope de Vega. Para mí es el revolucionario del teatro español. Podemos hablar también de Calderón, pero es verdad que Calderón es un gigante a hombros de otro gigante.
Por esa razón, no me podía atraer más el hacer esta obra de teatro sobre Lope en su senectud, donde reflexiona sobre su vida y su obra. En esos últimos años de su vida, Felipe III muere relativamente joven con 42 años y llega al poder Felipe IV, que de niño había sido un devoto de Lope de Vega. Por eso me apetecía comparar esa contemporaneidad del teatro y abordar la renovación cultural que tiene lugar cuando el Conde Duque de Olivares busca rejuvenecer todo el ambiente cultural.
¿Cuál es el mayor reto a la hora de actualizar una obra de Lope?
Hallar el conflicto, el teatro es conflicto y hay que hallarlo. Lope de Vega se había dedicado al teatro comercial pero quiere escribir una tragedia, porque había sido el alimentador de ese arte nuevo de hacer comedias. Es entonces cuando crea El castigo sin venganza, una obra que representa una sola vez en Palacio, solo para decir "aquí estoy". Y por otra parte, tiene la conciencia como muchos de los estudiosos y amantes del teatro, yo incluido, de que La Celestina ha sido una de las grandes creaciones dentro del teatro. Él quiere escribir su Celestina y esa fue, es y será su Dorotea.
¿Qué homenaje encontramos en Lope y sus Doroteas?
En Lope y sus Doroteas se hace un homenaje a esa liberalidad responsable que tenía el propio Lope con sus amores. Desde el punto de vista personal, nos encontramos con un Lope de Vega que ya es sacerdote, pero que se ha enamorado de Marta de Nevares. Aunque no viven juntos sí que habrá una relación y tendrán una hija, Antonia Clara, que siempre la llamará "mi sobrina", y que está continuamente a su lado como ayudante del propio Lope. De alguna forma él se enamora, es una especie de amor de padre pero también le molesta que haya admiradores que se interesen por ella. Entre esos admiradores estará Cristóbal Tenorio, que al final la raptará, lo cual será para Lope un gran disgusto.
En esta obra se hace referencia a dos relaciones sentimentales, una con Elena Osorio y otra con Marta de Nevares, pero es bien conocida su larga lista de amantes. ¿Cómo cree que vivía Lope de Vega el amor?
Isabel de Urbina, Elena Osorio, Micaela de Luján, Jerónima de Burgos, Lucía de Salcedo, Marta de Nevares... Lope tiene sus amores, como Elena Osorio que es la protagonista de La Dorotea, de la que se enamora a los 16 años y con la que vive muchos años felices. Pero era un conquistador fiel, porque con Elena Osorio está cinco años y explotado por su suegro, Gerónimo Velázquez, venga a hacer comedias para él. Lo hace porque está súper enamorado de ella, hasta el punto de llegar a los 70 años y hacer esa rememoración a través de La Dorotea, una de las grandes obras literarias de la literatura española. Pero bueno, la lista es extensa, también tiene un hijo con María de Aragón. Él está en el Madrid liberal de Felipe II. Madrid en los tiempos de Lope es libertad, en los tiempos de Calderón ya cambia un poco.
¿Cómo se muestran estos amores en la obra?
Lo que hago en esta obra es mezclar La Dorotea, donde se considera esa relación y El castigo sin venganza, con un paralelismo entre su amor con Elena y su amor también por Antonia Clara. Desde luego la catástrofe teatral surge cuando Tenorio rapta a Antonia Clara, ahí está un poco la historia.
En La Dorotea, Lope vuelve a acudir a esa simbiosis entre biografía y ficción que tanto le caracteriza, ¿por qué cree que tenía esa necesidad de reflejarse en sus obras?
Son aventuras y argumentos que él tiene. Algo que a él le atormenta en exceso son los celos, en esa senectud tiene celos de que Antonia Clara sea mirada con interés por los hombres, aunque creo que como padre más que como amante. Le gusta esa pureza de la niña, esa posesión. Los celos son algo que provocaban la ruptura con muchas de sus mujeres.
Nos encontramos con una medida más discreta, pero presente en España, y es el tema del decoro. La corrección está afectando a las artes. Tenemos que luchar por la libertad
¿Cómo cree que vería Lope de Vega la situación política y social de nuestro país?
A través de la tragedia El castigo sin venganza, escribe precisamente sobre el conflicto que hubo entre Felipe II y su hijo don Carlos. En un momento en el que se dijo que precisamente Felipe II había sido el asesino de su hijo. De alguna forma fue lo que ocurrió e indudablemente esa obra que se representó solo una vez en Palacio “por razones que no vienen al caso” como escribió él mismo, era un espejo sobre la muerte de don Carlos, aunque él siempre ocultó que hablase de ello, claro. ¿Sobre qué podría escribir hoy en día? Pues es complicado saberlo, son sociedades totalmente diferentes. Aparte de que la monarquía en ese momento no era democrática ni constitucional, era una monarquía absoluta.
¿Podría Lope ser ahora más explicito, mojarse más?
En este momento vivimos la era de la corrección y la cultura de la cancelación. Ya en algunos ámbitos públicos del teatro español o privados se tienen en cuenta algunas circunstancias de machismo en las obras del Siglo de Oro, y parece que hay que cancelar esas obras, como en las universidades de Estados Unidos se está hablando hasta de la cancelación de Homero, o personajes como el propio Colón. Pero también nos encontramos con una medida más discreta, pero presente en España, y es el tema del decoro. La corrección está afectando a las artes en general. Tenemos que luchar por la libertad.
Ha sido director del Teatro Español o del Centro Cultural de la Villa de Madrid entre otras instituciones, para alguien que conoce tan bien el teatro desde todas sus aristas, ¿qué cree que se podría hacer para mejorar la situación del teatro y fomentar la cultura en general?
Ahí hay un aspecto contradictorio. Por una parte el teatro necesita el mecenazgo. Hablo de ello en Siempre la tragedia griega: Claves de la escritura dramática, donde abordo ese momento en el que está en el poder Pericles, productor de los persas. Apoyará el teatro como la democracia. Hay un punto de unión entre democracia y teatro: la existencia del conflicto. Una sociedad que no tiene conflictos significa que hay una dictadura, un teatro que no tiene conflicto es que es un teatro débil, que no afronta los problemas del ser humano.
El empresario público puede tener ese sesgo que le invita a huir del conflicto. Estamos en el periodo de lo correcto e indudablemente afecta al teatro público
En ese sentido entra en juego el patrocinio. En muchos momentos de la historia ha pasado: en la época de Lope es Felipe III mucho más proclive al teatro que Felipe IV, aunque a este le gustaba mucho pero la represión y la censura fueron más fuertes. Es necesario tener un mecenazgo, se mantiene en España pero quizás demasiado personalizado y que produce unas clientelas especiales. Es necesaria la libertad, no la coacción. El empresario público puede tener ese sesgo que le invita a huir del conflicto. Estamos en el periodo de lo correcto e indudablemente afecta al teatro público, a veces se produce una colisión clientelar que puede ser nociva.
¿Cuál es su propuesta?
Creo que debería haber una ley de mecenazgo muchísimo más abierta para el teatro, e intensiva por parte del Estado, pero sin coacciones. Y luego potenciar las empresas privadas, pero no en la indigencia. El 80% de nuestra producción teatral está en manos del teatro alternativo, que es la autoexplotación. En este momento hay un gran talento, estamos muy bien en el cómo, con actores de primera categoría, pero sin embargo, estamos apoyando la autocensura de los creadores y es un gran peligro.
Habla de censura un autor que forma parte de la llamada Generación de la Transición, donde había muchos artistas que comenzaron a publicar sus obras en España sin esa represión y control, ¿qué aspectos entran en juego en la actualidad a la hora de autocensurar?
Venimos de una etapa en la que un Antonio Buero Vallejo o Alfonso Sastre lucharon contra el sistema franquista y por otra parte esa generación que comentas llamada "de la transición" o del 82, que se enmarca con la llegada de los socialistas al poder y donde se eliminó la censura. Autores como yo mismo, Alonso de Santos o Lourdes Ortiz pudimos escribir sin llevar los textos a censura y fue maravilloso. Ese momento ha sido esplendido y fue para el teatro maravilloso, pero ahora tenemos el acorralamiento de lo correcto. Se está produciendo un tratamiento superficial de todos los temas, fijándose más en la anécdota que en la categoría.
Por la circunstancia política que estamos viviendo en España mucha gente dice que no va a haber un Valle Inclán en este momento, hasta yo como autor me lo planteo. Pero ese decorum horaciano ha estado a lo largo de todos los tiempos. No soy pesimista, todo lo contrario hay que luchar y seguir.