Mi primera gran noche con ese escandaloso emperador llamado Raphael
El enérgico cantante andaluz presentó en el Teatro Romano de Mérida su último disco Raphael 6.0 en el que pone voz a canciones de Julio Iglesias o Camilo Sesto.
28 agosto, 2021 10:01No admite debate. La música española siempre ha tenido un triunvirato de emperadores: Julio Iglesias, Raphael y Camilo Sesto. Nadie ha vendido más discos que ellos. Nadie ha conseguido más números uno que estos tres divos. Por eso era de obligado cumplimiento para todo melómano disfrutar en algún momento de estas estrellas en directo.
Al primero de ellos ya tuve ocasión de disfrutarlo en el inigualable marco del Teatro Romano de Mérida. Tristemente al segundo no llegué a tiempo para aquel último gran concierto que dio en Madrid en el que su voz ya no era lo que un día fue.
Raphael se me resistía, quizá inconsciente de que cualquiera de estas últimas giras puede ser la última. Pero, si Charles Aznavour estuvo en activo hasta los 94 años, ¿por qué no el de Linares?
La ocasión de anoche era perfecta: otro emperador en el Teatro Romano de Mérida. Y para uno, extremeño de pura cepa, ni qué decir. Y acompañado de mis padres, los que me educaron musicalmente y me descubrieron a grandes como Nino Bravo, Bruno Lomas, Cecilia, Tino Casal, Víctor Manuel o tantos otros. El verdadero patriotismo. La verdadera herencia. Qué mayor legado que mirarte frente al espejo al cantar y reconocerte en tu padre.
A eso de las 22:15 horas, puntual, los primeros compases empezaron a sonar con una intro de Yo soy aquel, ese himno que nos representó en el Festival de Eurovisión en 1966. Imposible no emocionarse. Sólo unos segundos después aparecía él, el divo, enfundado en su particular vestimenta negra y su sonrisa perfecta profidén. Sonaba Ave Fénix. Todo una declaración de intenciones.
En su segunda canción ya me tenía absolutamente eclipsado. Eso no se hace. Cantar por el desaparecido Camilo, no. Y encima Vivir así es morir de amor. A su estilo, por supuesto. Pero ¿se puede pedir más que Raphael versionando a otro emperador? Desde luego. Sólo unos minutos después, tras tesoros nacionales como Digan lo que digan o Mi gran noche, llegaba Me olvidé de vivir, del otro emperador Julio.
Y después Vida loca, de Pancho Céspedes. Y Adoro, de Armando Manzanero. Y Se nos rompió el amor, de la más grande Rocío Jurado. Y Frente a frente, de Jeneatte. Y Nostalgias, de Andrés Calamaro. Y temas de su cosecha como Estar enamorado, Sin Laura, En carne viva y, por supuesto, Escándalo. Qué energía, qué pasión, qué elegancia.
Minutos antes de empezar el concierto, una señora que tenía al lado me decía que su pena esa noche era no haber podido llevar a su hijo de ocho años porque, aunque vengan más y más giras -"Gracias por estar conmigo un año más y los que nos quedan", dijo el cantante al final del concierto-, cada noche es irrepetible. "Me pongo tacones para parecer más alto, mamá", le había dicho en un último intento por colarse en la gran fiesta.
Y así es. Ya me habían advertido que, aunque pertenezcan a la misma gira, no hay dos conciertos iguales. Cada vez que canta, Raphael hace una versión distinta de sus canciones. Va por libre, un verso suelto. A veces incluso sin seguir las notas que le marca su orquesta. Se inventa nuevos giros vocales, nuevas entonaciones. Teatrero a más no poder. Y más anoche en uno de los templos del teatro.
Pero se lo ha ganado. Un tipo que con 78 años se marca un recital de dos horas y cuarto, cantando de seguido más de 25 canciones y sin apenas tomarse una pausa para presentar a su equipo o dedicarle unas palabras al público, puede hacer lo que quiera. Hasta cantar el olvidable Resistiré en los últimos compases del concierto. Porque vaya si resistirá. ¡Ave, Raphael!