Suenan las fanfarrias. Los títulos de crédito empiezan a aparecer, se pierden por el fondo de la oscurísima galaxia. Y aparece el The End. La guerra de las galaxias del arte ha terminado: el Prado y Patrimonio Nacional acaban de firmar el armisticio con un acuerdo que garantiza el depósito estable en la pinacoteca de El Jardín de las Delicias y La mesa de los pecados capitales del Bosco, El descendimiento de Van der Wayden y El Lavatorio de Tintoretto.
La segunda guerra que sufren estas pinturas llega a su fin gracias a la entrada de Alfredo Pérez de Armiñán (Madrid, 1952) en la presidencia de Patrimonio Nacional y, sobre todo, a la salida de José Rodríguez-Spiteri (Madrid, 1945), víctima de la polémica destapada en julio de 2014. La reclamación de las obras maestras era un asunto esencial para dar peso y sentido al nuevo Museo de las Colecciones Reales, que se inaugurará el año que viene, en el que se invertirán 160 millones de euros y al que le falta una obra estrella que atraiga público.
El presidente del Patronato del Prado asegura que el acuerdo ha sido posible gracias al nuevo presidente de Patrimonio Nacional, que es "clarividente, ilustrado, inteligente y fiel defensor del Prado"
“El acuerdo ha sido posible gracias al nuevo presidente de Patrimonio Nacional, que es clarividente, ilustrado, inteligente y fiel defensor del Prado”, explica a EL ESPAÑOL José Pedro Pérez-Llorca (Cádiz, 1940), presidente del Patronato del museo. “El trato consiste en que los cuadros se quedan y ni siquiera pueden salir del Prado. Es un día para celebrar y sólo hay que hablar en positivo, no le busquemos tres pies al gato”, añade.
Esa pata a la que se refiere es precisamente la que no aparece en la comunicación oficial que las dos instituciones han dado a conocer, y que ha terminado con el enfrentamiento: el Prado quería eliminar de los convenios que se renuevan anualmente la expresión “préstamo temporal”, y dejarla en “préstamo”. El antiguo presidente de Patrimonio Nacional se negaba a “construir un depósito a la media de nadie”. Eso es justamente lo que ha logrado el presidente del Patronato del Prado, después de mover sus piezas en la partida que ha ganado con rotundidad.
Gol en la prórroga
A cuatro días de las elecciones generales, y un mes y medio después de su nombramiento, Pérez-Llorca pone punto final al problema gracias a la complicidad de Alfredo Pérez de Armiñán, un diplomático ligado estrechamente al Prado que jugó un papel decisivo en las negociaciones con la Iglesia durante el proyecto de ampliación del museo y en la elaboración de su ley propia.
También estaba Pérez de Armiñán en el Patronato cuando se nombró a Miguel Zugaza como director, en el año 2001. Fue uno de los impulsores de la Fundación Amigos del Prado y ahora pasará como la firma del Prado que rubricó el convenio en nombre de Patrimonio Nacional. “Este hombre es un ilustrado y un visionario”, dice de él Pérez-Llorca, que apunta que no se ha cambiado la naturaleza jurídica del depósito. Porque no ha hecho falta, el museo ha obtenido lo que quería: ya no serán piezas de visita, como se aclara desde el primer documento de 1943.
Rodríguez-Spiteri aseguró a este periodista la razón por la que se enrocó el asunto, en el que se implicaron Secretaría de Estado de Cultura y Presidencia en las conversaciones: “Ellos lo que quieren es un convenio en el que se garantice que esos cuadros jamás saldrán del Prado”. Este acuerdo era el que se negaba a firmar. ¿Por qué han eliminado la cláusula “temporal”? “Porque hemos buscado simplificar las cosas. ¿Dónde iban a estar mejor? Aquí, claro, pues que se queden aquí”, se pregunta y se responde el presidente del Patronato del museo.
A Alfredo Pérez de Armiñán le cuesta reconocer la desaparición del término “temporal” en el acuerdo que ha firmado como presidente de Patrimonio Nacional, cargo que deberá refrendar el nuevo Gobierno que salga de las Elecciones Generales de este domingo. “La palabra “depósito” ya aclara la temporalidad. No es necesario detallarlo. Lo que queda claro es que es un depósito con vocación de permanencia, siempre reconociendo la titularidad de las obras. Las obras se quedan en El Prado, pero habrá que seguir renovando el convenio”. ¿Aparece el término “temporal”? “No se menciona la expresión”, termina por afirmar ante la insistencia. Ha sido eliminado después de 72 años.
El presidente de Patrimonio Nacional dice que después de haber estado cuatro siglos en el Monasterio de El Escorial no sé si la Historia volverá a ver la vuelta de sus cuadros
Lo más llamativo de todo es que el propio responsable de Patrimonio Nacional ya avanza que “al Museo de las Colecciones Reales nunca van a ir porque su función está en El Prado y, además, no es su origen, que está en El Escorial”. “Después de haber estado cuatro siglos en el Monasterio de El Escorial no sé si la Historia volverá a ver la vuelta de sus cuadros”, añade. El resto de las obras del recorrido museográfico también llegarán de otros lugares, como es obvio, y cambiarán sus orígenes porque es un museo de nueva creación.
Cuestión de alianza
Por si fuera poco, el presidente de Patrimonio Nacional aclara a este periódico que ambas partes han firmado “un reconocimiento cultural de las obras a su presencia en el Prado”. “Era una declaración que antes no existía. Ha salido ganando la cultura española”, reconoce.
“Es una excelente noticia. Es el principio de una alianza constante con el Museo del Prado”, dice a EL ESPAÑOL el presidente de Patrimonio Nacional. “Antes había una colaboración, pero ahora pasamos a un estadio superior. Intentaremos hacer proyectos comunes, porque son instituciones hermanas, ambas nacen de la Corona”. Tal y como ha podido saber este periódico, trabajarán juntas, sobre todo, en la organización de exposiciones en el extranjero.
La historia del préstamo infinito arranca el 26 de octubre de 1936, meses después del estallido de la Guerra Civil, las obras parten en camiones desde el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial en busca de refugio al Prado, lejos de la violencia. Aunque el ejército sublevado bombardeó el museo no causó pérdidas artísticas. Las pinturas abandonaron brevemente el museo cuando el tesoro artístico -las obras de arte más relevantes del patrimonio español- escapó del país en columnas de camiones hasta Barcelona, acompañando al Gobierno de la República a Ginebra.
La guerra termina, la dictadura pasa, la democracia llega, pero los cuadros ya no vuelven a su lugar de origen. En 1943, Franco confirmó el “depósito temporal” y el Prado en su enfrentamiento de estos meses se ha agarrado al decreto del dictador para defender sus intereses: las obras no pueden moverse porque, entre otros, lo dice Franco. Y ahora carpetazo y silencio, porque como dijo Manuel Azaña: “El Museo del Prado es más importante para España que la República y la Monarquía juntas”.