En la zona de Morningside Heights de Manhattan un antiguo convento, propiedad de una parroquia del barrio, posee un mural de Keith Haring (1958-1990), el artista grafitero más importante de los años ochenta. Sin embargo, la pintura corre el riesgo de desaparecer, porque la Iglesia católica quiere tirar abajo el edificio, según informa DNAinfo.
El barrio que vio nacer a la generación Beat, que dio cobijo a escritores como F. Scott Fitzgerald o Jack Kerouac, tiene una muestra viva del arte moderno. En 1983, Haring visitó con unos amigos Grace House, un antiguo convento que pertenecía a una organización católica para jóvenes, y quiso dejar su huella.
Ahí están las imágenes tan icónicas de Haring como el perro ladrando o el hombre con un agujero en el estómago
El director del centro terminó accediendo y aquel muchacho de 25 años pintó el vestíbulo y varios pisos del edificio, con unas figuras que bailaban, caminaban y posaban de manera ascendente a lo largo de las escaleras. Ahí están las imágenes tan icónicas de Haring como el perro ladrando o el hombre con un agujero en el estómago. Personajes que ya no abandonarán su obra nunca más. Julia Gruen, directora ejecutiva de la Fundación Keith Haring, afirmó en 2007 que dentro de su imaginario esta casa es "la esencia de su vocabulario”. Algo así como un diccionario Haring en muros
Ahora Grace House pertenece a la iglesia católica de la Ascensión y alquila habitaciones a estudiantes y artistas, además de usarse para el ensayo del coro de la iglesia, reuniones de Alcohólicos Anónimos y albergar una despensa comunitaria para quien lo necesite. Sin embargo, parece no ser suficiente.
Pelotazo inmobiliario
La parroquia del barrio mandó una carta a sus 16 inquilinos informándoles de que el uno de agosto tenían que abandonar sus casas. Afirman que su situación financiera no es buena y que quieren explorar sus posibilidades, informa The Art Newspaper. Posteriormente los vecinos vieron a dos promotores inmobiliarios estudiando las características del inmueble y afirman que la iglesia quiere venderlo a una gran empresa para lucrarse.
Los vecinos aseguran que la Iglesia quiere venderlo a una gran empresa para lucrarse
La decisión no le gustó a los vecinos y dos de ellos decidieron presentar una demanda conjunta contra a la parroquia ya que el edificio al ser construido en 1928 está sujeto a las leyes de estabilización del estado. Es decir, los propietarios sólo pueden desalojar a los inquilinos en ciertas ocasiones ya que estos tienen derechos especiales. De hecho, los dos demandantes permanecen en el edificio junto con otros vecinos a los que la iglesia no ha tenido más remedio que permitir que siguieran viviendo allí.
La mayor preocupación de los vecinos es qué va a pasar con el mural, ya que la parroquia mantiene silencio sobre cuáles son los planes que tiene para el edificio. Las cinco plantas de la construcción tiene 14 habitaciones con baños y cocinas comunes y un apartamento de una habitación completo. Esto, cuentan los vecinos a DNAinfo, hace que probablemente se tire abajo el edificio y se haga una reforma completa.
La obra de Haring forma parte de una comunidad multigeneracional de estudiantes y artistas
“Es parte de nuestra identidad”, declaró Robert Savina, uno de los inquilinos que presentó la demanda, al periódico digital neoyorkino. El inquilino es un cineasta que vive en el edificio desde 2014 y duda mucho que el mural permanezca en el inmueble después de la reforma. La obra de Haring forma parte de una comunidad multigeneracional de estudiantes y artistas, los cuales, asegura Savina, están muy unidos.
Según informa The Art Newspaper y ADNinfo en junio de 2015 uno de los inquilinos se puso en contacto con la fundación que lleva el nombre del artista, y que se encarga de gestionar su patrimonio, sobre la situación del mural. Pero el vecino no realizó ningún seguimiento en relación a su queja, por lo que la propia fundación se ha puesto en contacto con la parroquia y actualmente están intentando solucionar el asunto.
Haring, del arte neoyorkino, al universal
Los vecinos afirman que a los propietarios del edificio “no se preocupan por el mural, sólo saben que está ahí”, señala Denis McFarking, ex ilustrador e inquilino. “Se trata de una estructura única, sería una pena que se convirtiera en una propiedad sin alma”, cuenta McFarking al periódico. Para los vecinos, la mayoría dedicados a diferentes disciplinas artísticas, el mural es forma parte del legado que Haring dejó a Nueva York, un legado no sólo artístico también de renovación de la identidad sexual y de la cultura urbana. De hecho, el grafitero insistió en pintar el mural en el antiguo convento por un deseo de trasladar el arte a los núcleos de la ciudad que estaban alejados de los centros museísticos.
Para los vecinos el mural es forma parte del legado que Haring dejó a Nueva York, un legado no sólo artístico también de renovación de la identidad sexual y de la cultura urbana
Savina llegó a Nueva York en 1985, en aquel momento el VIH arrastraba consigo a cientos de personas, muchos de sus amigos murieron. Sólo cinco años más tarde el propio artista y murió de esta enfermedad en 1990. “Para mí el mural es una conexión con mi propio pasado”, recuerda Savina. Por su parte, Yana Sabeva, de origen búlgaro, vive en el edificio desde hace unos años y ha interpuesto la demanda junto a Savina.
“He estado literalmente rezando para que la iglesia no nos hiciese esto", afirma a DNAinfo. Pero no les ha quedado más remedio que emprender vías legales para evitar que la iglesia hiciera la vista gorda con el mural. Además de la demanda, la artista está tratando de conseguir que Nueva York califique el edificio como histórico.
El muro de Muelle
El caso del mural de Haring no es el único que se ha visto afectado por los pelotazos inmobiliarios. La obra de Muelle, el grafitero que transformó Madrid en los ochenta, ha visto como la especulación inmobiliaria ha puesto en entredicho el valor artístico de su legado. El edificio de la calle Montera 30, de titularidad privada, posee una firma del artista, la única intervención que se conserva en el centro de Madrid.
En 2012 apareció cubierta con una malla y rodeada por un andamio. Un año antes se le había negado la denominación de Bien de Interés Cultural, que garantizaría la conservación de la obra de la primera persona que practicó el grafiti en España.
La obra de Haring se ve amenazada por el intento de la iglesia católica de la Ascensión de Nueva York de recuperar su situación económica, sin tener en cuenta la transformación que supusieron los monigotes bailando en la cultura ochentera, cuando el arte seguía relegado a las oscuras salas de exposiciones. Del mismo modo, el propietario de Montera 30 decidió hacer obras en el legado del artista que trajo el color al Madrid gris de la Transición.