Hay artistas que desatan la tormenta perfecta en las tiendas de los museos. Van Gogh, Hopper, Picasso… Y luego están los Pop. Andy Warhol y Roy Lichtenstein, tienda eres y en tienda te convertirás. Son la cima del 8.000 hedonista, una catarsis que se reproduce en tazas, postales, fundas para cojín, pósters, cuadernos de notas, carteras, mochilas, fundas de Ipad, imanes para neveras y camisetas. Sobre todo, camisetas. Los Pop nacieron para estar en nuestros pechos. Consuman nuestros orgasmos, consumen nuestros ahorros.
El arte Pop derribó el muro que separaba la publicidad del arte, el producto de la obra maestra, la alta de la baja cultura
Hay algunas cosas que el dinero no puede comprar, porque no sé dónde se venden. Por ejemplo, el derecho a emigrar a EEUU, 500.000 dólares. Si eres emigrante y tienes esa pasta y creas 10 puestos de trabajo, como mínimo, y lo haces en una zona con desempleo disparado, tendrás una tarjeta verde en señal de que eres un residente permanente. Quién puede dudar todavía de que es la tierra de las oportunidades. Allí nació el Pop y de él venimos todos (los que vinimos después).
Derribaron el muro que separaba la publicidad del arte, el producto de la obra maestra, la alta de la baja cultura. Uno de los temas más recurrentes de la primera etapa de Andy Warhol son los zapatos de mujer. Los hay de todas formas y colores: si es arte, no es fetichismo; si es arte, no se vende; si es arte, no se desea; si es arte, no es una broma; si es arte, no se puede tocar; si es arte, no es para todos los públicos; si es arte, no es feo; si es arte, no está en la calle; si es arte, no molesta; si es arte, no denuncia, si es arte no será televisado; si no es sublime, no es arte, si es de látex, no es arte; si es irónico, no es arte; si es arte, no está en una tienda (salvo si es tienda de museo).
Las de Roy (Lichtenstein) son imágenes directas e inmediatas, de formas y asuntos mínimos, retóricas de lo cotidiano, decoraciones que evitan lo que ya sabemos: lo feo y lo injusto que es el mundo. El arte es un instrumento exclusivo para producir la belleza que el mundo es incapaz de producir. Esa es la paradoja: el Pop nació para afianzar los criterios académicos que lo sintieron como una amenaza de su status quo pictórico.
El Pop es un producto perfecto, que no añade ideas a objetos mundanos cuyo fin sea provocarnos un ataque de reflexión. El Pop es pura y simple celebración, una fiesta sin derecho de admisión. El Pop prefiere los pequeños pasos a los grandes saltos de la humanidad. No pone en duda ni cuestiona lo aceptado, confirma el bienestar, la tregua de la conciencia. El Pop es amnesia visual, un chute de arquetipos y narcóticos ideales para el salón de tu casa. No desafían la mirada prudente, Andy y Roy la arropan con el impacto de la imagen y de las imágenes impactantes.
Lichtenstein, como las camisetas y las tazas de café, celebra la neutralidad. “Bienaventurados los mansos”.