Con premeditación y alevosía aniquila cualquier trazo que no tenga justificada su existencia en la escena. Un puñado de líneas bastan para retratar un instante de placer. Y cuantas menos huellas de tinta, más erotismo. Petites Luxures vive en París, es grafista y se ha convertido en un soplo de pasión camuflado en la imaginación de quien la contempla.
No es una mujer, ni tampoco un hombre. De hecho, la mano que esboza orgasmos se niega a desvelar su identidad. Se escabulle a conciencia tras su pluma negra, asumiendo los prejuicios. “Mi objetivo es que cualquier persona pueda apropiarse de mis dibujos, identificarse con las escenas, que mis creaciones les lleguen lo máximo posible”, dice a EL ESPAÑOL. “Conocer el sexo de quien los ha realizado cambiaría sin duda su mirada y perderían esa identificación que añade un interés a estos dibujos”.
El objetivo de Petites Luxures no es otro que regalar a los más de 400.000 seguidores en Instagram un fugaz momento de conexión con sus propias fantasías. Fotogramas de placer que pueden servir al espectador como los humildes primeros trazos de una idea erótica personal, como un mero trampolín capaz de llevarles de viaje a una escena estrictamente suya.
“La imaginación es, sin duda alguna, una de las partes más relevantes de la idea de erotismo. Una vez que ha comprendido el dibujo, puede reconstruir su idea erótica a partir de esas escasas líneas”, explica. Un paseo por su cuenta se convierte en una deliciosa exposición de erotismo improvisada. Y, por qué no, en el comienzo de un nuevo mundo: “Cambiemos el odio de internet por nalgas y tetas y el mundo irá mucho mejor”.
Petites Luxures, derrocha virtuosismo técnico. Una puerta, una melena de mujer, un piano… Todo cuanto la mente humana necesita para sucumbir a la vida se encuentra a nuestro alrededor. “Sí, podemos erotizarlo todo”, afirma la mano que todo lo sabe. Dos nociones se escapan a esta generalidad. “Hay ideas incompatibles con el erotismo: la infancia y la muerte. Pero dejando esto a un lado, en general me inspiro de todo lo que rodea el día a día de un adulto, todo lo considerado no erótico. Y lo erotizo: desde un color hasta una melodía, pasando por el mango de una puerta”. El sexo está en todas partes.
Epicentro del placer
Unas seductoras manos se cuelan en gran parte de estos dibujos adaptando sus pliegues a la exigencia del guion. Alargados dedos se convierten en el epicentro del placer, en simples garras que atrapan el garabato de una sábana desbaratada. Abrazan melenas despeinadas, se acoplan a un muslo, estrujan otras manos en momentos de clímax.
“Para mí, lo más importante es la idea que se esconde detrás de la imagen, más que la imagen en sí misma”, explica. “Un lugar, una prenda de ropa, un grupo de personas, una mano que se encoge… Es ese el concepto que hace que de repente un dibujo sea excitante. Por eso es tan importante que esas ideas se presenten de forma espontánea”.
La técnica se ha acoplado al aura de sencillez que insiste en perpetuar como un sello propio. En primer lugar, esboza a lapicero las líneas que llenarán nuestras mentes de imparables movimientos. Después, repasa este primer boceto con su pluma mágica, y es en este momento de la creación donde Petites Luxures comienza la destrucción voluntaria de todos los trazos innecesarios. El dibujo debe comprenderse, pero el espectador tiene que ser capaz de adivinarlo por sí mismo. Cuando esto sucede y la imaginación de cada internauta termina por emprender el vuelo hacia un momento de erotismo personal e intransferible, su proceso de creación ha llegado a buen puerto.
De hecho, esta exquisita búsqueda de espontaneidad es el motivo por el que rechaza sistemáticamente cualquier modelo, real o fotográfico, a la hora de hacer bailar al sexo con su pluma negra. “Calcar fotografías o momentos eróticos reales no tendría ningún sentido. Quiero que la idea salga de mi cerebro y llegue al folio sin haber sufrido ninguna deformación”.
Menos es más
La simplicidad de su trazo, dice, es una fuente inagotable de ventajas. “A mí me aporta la espontaneidad necesaria. En un momento, puedo dar vida a una idea de escena, a una situación… Lo cual me permite ser regular en mis publicaciones y mantener ese contacto con mis seguidores”.
Petites Luxures se ha instalado a conciencia en un universo paralelo en el que la censura no encontrará jamás la puerta de entrada. La imaginación es inquebrantable y en ella, los pezones de una mujer no son dañinos para el ojo humano, sino una fuente de belleza como cualquier otra. Para la persona que se camufla tras las sugerentes líneas que transmiten todo sin explicar nada, el carácter prohibido que las redes sociales asocian al cuerpo humano no está exento de cinismo.
“El lado abstracto de mi estilo me habrá ayudado sin duda a que no censuren mis dibujos. Es lo absurdo de este automatismo. Este debate es muy amplio porque a fuerza de utilizar mal ese puritanismo, nos encontramos delante de publicaciones racistas o ultraviolentas, e incluso ante páginas que incitan a los jóvenes perdidos a convertirse en terroristas”, asegura. Lamenta que esas páginas no siempre sean víctimas de la censura, mientras que cada día, en cualquier rincón del mundo que ose fotografiarlo, “el pezón de una mujer se convierte en el sacrilegio más grande”.