El muro que Trump quiere hacer para separar Estados Unidos de México ya es una realidad. El artista Louis Hock ha creado una pared de 25 metros de largo y casi dos metros de alto en el Museo de Arte Contemporáneo de San Diego, a unos 25 kilómetros del país azteca.
“Está construido para que la gente tropiece con él”, afirma el artista estadounidense Louis Hock, quien ha realizado la obra como símbolo de la separación entre los mundos. Al realizar su proyecto el artista se ha preguntado qué pasaría si realmente el candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, ganase las elecciones y construyese un muro que separase Estados Unidos de México. Durante dos años ha trabajado en la instalación, pretendía hacer una crítica a la xenofobia, pero conforme realizaba el proyecto y Trump ascendía en su carrera a la presidencia se fue dando cuenta que representaba todo aquello que simboliza el multimillonario: “el odio a los inmigrantes, el racismo y el miedo”, cuenta Hock a The Art Newspaper.
“Espero que la gente piense lo que sucede cuando pones un muro que separa las comunidades. Al ver una pared en una revista o en internet no sucede lo mismo que cuando lo tienes delante. Una pared quita algo de tu persona”, explica el artista. El muro se ha construido con más de mil ladrillos de pasta de papel reciclado, una especie de versión casera del cartón que se usa para embalar los productos electrónicos. Hock quería que “el peso del proyecto no estuviese en el objeto en sí, sino en la idea”.
Desde los años setenta el artista lleva documentando la vida entre Estados Unidos y México, ha centrado su trabajo en relatar las experiencias cotidianas de los inmigrantes que cruzaban la frontera y cómo era su día a día una vez que lo conseguían. En 1993 junto con otros artistas comenzaron a dar billetes de diez dólares a los jornaleros mexicanos que trabajaban en California, querían reivindicar las contribuciones económicas que estos trabajadores hacían a Estados Unidos pero que no se les reconocían. Años después cortó un agujero en la valla de acero que separa Tijuana (México) de EEUU. A través de esta abertura “la gente podía besarse, cargar a sus bebés o hacer intercambios”, cuenta Hock a The Art Newspaper.