En Europa, Miguel Ángel acaba de morir y Caravaggio saca al Barroco de las tinieblas, la Contrarreforma marca el camino del arte y el pensamiento, en Alemania Johannes Gutenberg inventa la imprenta y Cervantes participa la batalla de Lepanto con fatales consecuencias para el escritor y para la expansión islámica por el Mediterráneo, frenada por la alianza cristina a las órdenes de Felipe II. Mientras, en Japón, la sangre tiñe la hoja de las katanas de los samuráis.
Desde 1467 hasta la paz de 1615, el país se consume en una guerra civil que acaba con la llegada al poder de Toyotomi Hideyoshi, el señor de la guerra más poderoso de todos los clanes, que logra la unificación del país a golpe de arco y arcabuz. El violento periodo Sengoku Jidai acaba con el Edo y deja siglos de rito bélico en el que se mitifica toda representación de los aderezos militares. Las estampas de los samurái se reproducen y difunden entre la población y las armaduras de los guerreros reclaman toda su atención.
El arte de la guerra japonés cuida el diseño de las armaduras y de los rangos de los samuráis. Una pieza bella y segura era un privilegio de unos pocos. Este miércoles, la casa de subastas Segre, pondrá a la venta una pieza exclusiva, que los propietarios españoles fueron a comprar al país nipón, tal y como informan a este periódico. Sin embargo, los vendedores han preferido seguir en el anonimato y no desvelar como llegaron a la preciada armadura, que según el informe del experto (encargado por la casa de subastas) fue realizada en 1575 y tiene una “alta valía histórica”. Su precio de salida son 20.000 euros.
“Es una pieza que ha entrado en combate, poseé las características esenciales de un elemento defensivo de esta categoría y la sobria belleza de un atuendo militar de esta época”, asegura Antonio Clemente Ferrero, historiador del arte especializado en arte japonés. “Por la antigüedad y el inexorable paso de los años, es lógico que este tipo de piezas sufran deterioros notables o pérdidas de algunas de sus partes. Se cotiza enormemente y son muy apreciadas por los coleccionistas”, explica en su informe, más aún en el mercado occidental.
Es una pieza que ha entrado en combate, poseé las características esenciales de un elemento defensivo de esta categoría y la sobria belleza de un atuendo militar de esta época
Una armadura de este tipo (yoroi) puede oscilar entre los 35.000 y los 50.000 euros. Y el precio se dispara si la pieza ha protagonizado una anécdota histórica reseñable y contrastada. Este no es el caso de una de las escasas nihon katchu completas que llegan a España. “Este conjunto completo es una pieza de calidad sublime, que más allá del valor monetario, es tremendamente valiosa en Historia, pues es un pedazo del legado cultural de un pueblo en el que la figura samurái fue muy respetada”, añade.
En este periodo de 50 años, de entreguerras, el desarrollo técnico y la evolución en las mejoras de las armaduras fue superior a los cinco siglos anteriores. Los diseños ofrecían variedad de innovaciones entre las que el guerrero podía elegir, para desempeñar mejor su labor en la guerra. El especialista explica que esta armadura pertenece a un samurái de alto rango, ya que un soldado de bajo rango no podría haberse permitido un yoroi de esta entidad. Toda la armadura está realizada en metal lacado en color marrón, seda y textil.
Cuenta con un kabuto (casco)de 34 placas, protección del cuello (shikoro), una máscara de media cara (menpo) y el emblema frontal (maedate) de media luna creciente, vinculada al clan Date, uno de los más célebres. Las placas en forma de gajos son las más apreciadas y cotizadas, por la dificultad técnica de su fabricación. Esta fórmula era la que más protección y seguridad confería a su portador.
El cuerpo (Do) está formado por multitud de placas de pequeño formato, cosidas por la seda que recorre la pieza. Los brazos combinan el textil del interior, con placas de metal y partes de cota de malla. Los hombros van protegidos por unas hombreras de placas. Estas armaduras, que rendían tributo a la belleza y la protección, con la paz se convirtieron en elementos decorativos propios de celebraciones y actos solemnes, durante el periodo Edo.
Siglos más tarde, Monet, Renoir, Manet, Gauguin, Pisarro, Degas y, sobre todo, Van Gogh se rinden ante el exotismo de paisajes, geishas y samuráis dibujados por artistas como Hiroshige, Kuniyoshi o Hokusai, que ilustran las estampas de un mundo cotidiano y lejano (Ukiyo-E).