Una fotografía de sonrisas blancas sobre piel negra. Cuatro niñas agarran dos marcos que les encuadran como si fueran obras de arte. De fondo un grupo de gente mira a la cámara –puede que también quieran ser cuadros-, fruncen el ceño, observan y desvían la vista. Están en el desfile afroamericano de Harlem en septiembre de 1983. La fotografía es parte de una performance de Lorraine O’Grady. La pieza más exitosa de la artista afroamericana quiso responder a un autor que dijo “el arte de vanguardia no tiene nada que ver con los negros”. ¿Su respuesta? Trasladar el arte de vanguardia al mayor espacio negro con millones de espectadores y demostrar que sí tenía mucho que ver.
Ahora el Tate Modern de Londres acoge la exposición El alma de una nación: el arte en la era black power, una muestra de sesenta artistas que lucharon en el Movimiento por los Derechos Civilies entre los años 60 y 80 en Estados Unidos. La exposición nace con un único objetivo, según dice el comisario Priyesh Mistry: “Entender cómo los artistas dieron forma y salida a los cambios sociales y políticos del momento enfrentándose a los problemas raciales”.
El gueto es la galería
El movimiento del Poder Negro quiso arrebatar los prejuicios, batallar por los derechos y arrancar de cuajo la opresión contra la población negra. De aquella época nos queda la lucha de artistas –no tan reconocidos en su momento- a través de imágenes de líderes políticos como Malcom X y Angela Davis, el trabajo abstracto dedicado al legado de Martin Luther King y las fotografías y pinturas de Aretha Franklin y Muhammad Ali, iconos del momento.
“Es un trabajo diverso y complejo, con referencias a la cultura africana y que profundiza en la identidad negra de una manera creativa”
Emory Douglas, ministro de cultura en el Partido Pantera Negra –organización socialista y revolucionaria activista de Estados Unidos-, dijo una vez “el gueto es en sí la galería”. Ahora se ha hecho realidad, la obra del gueto se ha convertido en una de las grandes apuestas de la temporada verano-otoño en el Tate Modern.
“Es un trabajo diverso y complejo, con referencias a la cultura africana y que profundiza en la identidad negra de una manera creativa”, ha dicho Mistry y añade que tanto el arte abstracto como el concreto desvelan la intención política del movimiento.
Sin templos ni reconocimiento
En su momento consiguieron hacer del color de piel una identidad de artistas, un movimiento de reclamo y revolución a través del genio y el talento. En el Tate se exponen artistas como Betye Saar, Benny Andrews o Romare Bearden, quienes trasladaron su trabajo a las calles porque ‘el arte no necesita estar en un templo’. El arte podía estar en todas partes y quizás por eso era mejor obra, porque reivindicaba, todavía hoy el movimiento ‘black power’ tiene algo que decirnos.
La primera sala está dedicada a Spiral, una alianza artística que floreció a principios de los sesenta, formada por quince personas – con solo una mujer-, comprometidos a utilizar sus talentos en la lucha. Mistry ha considerado importante llevar a todo el mundo estas creaciones poco conocidas, "siendo conscientes de que estos artistas estuvieron al mismo tiempo y en el mismo lugar que, por ejemplo, Andy Warhol" sin que trascendiera su presencia.