La inauguración de la exposición "Arte degenerado", iniciada por los nazis como parte de su estrategia contra la cultura moderna, cumple mañana 80 años sin que muchas de las obras que pretendieron ser sepultadas en el olvido por el nacionalsocialismo hayan perdido vigencia. Una de las obras de aquella exposición, Tres bañistas del expresionismo Ernst Ludwig Kirchner, ha vuelto ahora a Alemania, cedida por un museo de Sidney, para una muestra conmemorativa en Düsseldorf.
En todo caso, las obras que hoy son vistas como clásicos de la modernidad pretendieron en su momento ser presentadas por los nazis como ejemplos de la decadencia y de una presunta degeneración que ellos pretendían superar. La exposición, que se abrió el 19 de julio de 1937 en el Instituto de Arqueología de Múnich, incluía artistas como Marc Chagall, Wassily Kandinsky, Paul Klee; Ernst Ludwig Kirchner y Emil Nolde cuyas obras eran presentadas como ejemplos de lo que "el sano sentimiento popular" debía rechazar.
"Vemos alrededor de nosotros los engendros de la locura, del descaro, de la incompetencia y la degeneración", dijo entonces el presidente de la cámara de bellas artes ya tomada por los nazis, Adolf Ziegler. Paralelamente, los nazis abrieron su "Gran exposición de arte alemán" -en un edificio neoclásico construido para la ocasión- que debía servir de contraste y que reunía artistas afines al régimen y que representaban la estética que defendían los nazis.
Vemos alrededor de nosotros los engendros de la locura, del descaro, de la incompetencia y la degeneración
Las obras de "Arte degenerado" -como se ve en las fotos de la época- estaban amontonadas, algunos cuadros estaban mal colgados de forma probablemente deliberada y acompañados de comentarios sarcásticos y despectivos. Junto a las pinturas y las esculturas de artistas importantes, se mostraban también dibujos de enfermos mentales y fotografías de personas con deformidades físicas.
La exposición reunía cerca de 600 obras y, después de mostrarse en Múnich hasta el 30 noviembre del mismo año, recorrió distintas ciudades alemanas. La muestra de Múnich fue el comienzo de la acción "arte degenerado" en la que se sacaron cerca de 20.000 obras de 140 artistas de 100 museos y galerías de Alemania. Lo que se podía vender en el extranjero era vendido o canjeado por arte más apropiado al gusto de los nazis y lo demás era destinado a la hoguera. Así, el 20 de marzo de 1939 se quemaron en Berlín 1.004 cuadros y 3.825 grabados que pertenecían al llamado arte degenerado. La cruzada se dirigía contra los movimientos claves del arte moderno como el cubismo, el dadaísmo y, sobre todo, el expresionismo aunque con respecto a este último los nazis no parecieron estar siempre de acuerdo.
El ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels, inicialmente, al ver que el expresionismo le daba prestigio internacional a la cultura alemana, quiso interpretarlo como arte típicamente nórdico, que anunciaba una renovación. En contra de esa posición estaba el ideólogo de cabecera nazi Alfred Rosenberg que veía en el expresionismo y en todas las vanguardias lo que él llamaba "bolchevismo cultural".
A más tardar a partir de 1937 Goebbels se sumó a la posición de Rosenberg en un giro que corresponde a la ruta que tomó en muchos campos la política de la Alemania nazi después de los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 cuando se dio una clara radicalización y se redujo la disposición a asumir compromisos diplomáticos. El cambio de paradigma tuvo consecuencias inmediatas para algunos creadores como Emild Nolde que pasó de ser un pintor cuyas obras eran coleccionadas por algunos nazis a ser un artista prohibido sobre quien incluso, como sobre tantos otros, recayó una prohibición de pintar.
Después de la guerra muchas de las obras incautadas estaban desaparecidas o perdidas o muchas otras dispersas por el mundo después de ser vendidas por galeristas que habían sido autorizados para ello por los nazis, por iniciativa del jerarca Hermann Göring.