La vida de san Roque es dura, como la de todo aspirante al santoral. Quiere acabar con la peste y acaba contagiado. Roque abandona sus pertenencias y peregrina hasta Roma para dedicarse a sanar la corrupción de la salud, pero es infectado por el mal que trata de extirpar. Cuando el Tribunal Constitucional sentencia que la amnistía fiscal promulgada por Cristóbal Montoro es inconstitucional -por vulnerar el principio de igualdad-, el titular de Hacienda se convierte en otro de los apestados a los que había tratado de librar de las penas por defraudar. La oposición en bloque pide su cabeza por premiar tramposos y cuando parece que el destino político de Montoro es morir en soledad, un ángel enviado por dios le cura las heridas. En la mitad inferior del óleo pintado por el taller de Rubens en 1623 -hoy en el Thyssen- hay seis figuras de los apestados implorando protección al santo.