Año tras año, ARCO ha ido perdiendo el encanto, el humor, la crítica, la calidad y su lugar en el mundo de las ferias de arte contemporáneo. Y 2018 pasará como el año en que IFEMA retiró la libertad de expresión de ARCO y, lo que es peor, desveló unas carencias alarmantes. Mientras en el Congreso de los Diputados, los grupos políticos debaten con las asociaciones de trabajadores culturales la elaboración del primer Estatuto del Artista, en la feria madrileña ninguno de los profesionales que participan han dado un paso al frente para denunciar la topelía cometida por Clemente González Soler, el mayor empresario del aluminio español crecido a presidente de IFEMA.
No hay ni un manifiesto, no hay ni una recogida de firmas contra el ataque a la libertad de expresión que Clemente González ejecutó por su cuenta, sin contar con la opinión de los otros socios directores de la institución: Comunidad de Madrid, Ayuntamiento de Madrid, Cámara de Comercio y Fundación Montemadrid. De hecho, preguntó al director de ARCO, Carlos Urroz, que negó la opción de retirar la obra de Santiago Sierra que le estaba planteando. A pesar de ello, Clemente prefirió seguir con su plan y plantearla la posibilidad a la galerista, Helga de Alvear. Y ella no se negó.
No es censura, es “controversia”
Hoy Clemente ha firmado una carta dirigida a los galeristas, que no va escrita en primera persona. En ella no se retracta de la decisión tomada y aclara que no se pretendía censurar “aun cuando la percepción pública haya sido ésta”. En lugar de presentar su dimisión, el presidente de IFEMA responsabiliza a los medios de comunicación de haber interpretado como acto contra la libertad de expresión su petición de retirar una obra de arte de la pared.
Se lo desaconsejó el director de ARCO, el Ayuntamiento de Madrid y la Fundación Montemadrid rechazaron la medida y pidieron que la obra regresara. Pero Clemente se mantuvo en su decisión. Por cierto, la Comunidad de Madrid votó a favor de la retirada. Hasta la propia alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ha declinado asistir a la inauguración oficial de la feria por considerar inaceptable un acto donde se ejecuta la censura.
El texto firmado por el presidente de IFEMA lamenta “la controversia que se ha producido”, pero no se retracta de la decisión que tomó. No reconoce su responsabilidad y se escuda en un plural mayestático como si representara a IFEMA, cuando ha quedado claro que en la cúpula de la misma hay una división evidente ante su actitud.
ARCO sin director
Santiago Sierra apunta a este periódico que tampoco esperaba la dimisión del cargo: “Con que Clemente González Soler hubiera rectificado su actitud me hubiera conformado”. ¿Y la dimisión de Urroz? “Con que hubiera ejercido como director de la feria en vez de acatar órdenes, me hubiera conformado”, responde Sierra.
¿Por qué no ha habido un movimiento de artistas en contra de la censura? “Porque estamos en ARCO y está todo el mundo ocupado con su propia obra, no es un buen momento. Lo entiendo, todos vivimos de esto”, explica el artista. Tampoco echa en falta más protección y respaldo de sus compañeros de oficio y profesión. Sobre la decisión de Helga de permitir la retirada asegura que “Helga ayudó hasta donde pudo ayudar, que fue mucho y bien”. “Le agradezco el intento y la comprendo perfectamente”, añade.
Con que Clemente González Soler hubiera rectificado su actitud me hubiera conformado
Lágrimas de cocodrilo
“Lamentamos y pedimos sinceras disculpas ante la controversia que se ha producido consecuencia de la petición a una galería para la retirada de una obra, que en ningún caso perseguía ejercer ninguna censura a la creación”, dice el texto, en una más que mejorable sintaxis. “No hubo mala fe en esta acción y aceptamos las críticas recibidas, comprendiendo que debemos evitar en el futuro cualquier circunstancia de esta naturaleza”.
Clemente González Soler reconoce desconocer que la libertad de expresión es un Derecho Fundamental amparado, además de por la Carta de las Naciones Unidas, por la Constitución española. Pero los eufemismos empleados por el dirigente son un síntoma de los ánimos de galeristas y artistas. Nadie ha levantado la mano, nadie ha puesto el grito en el cielo ante la mayor operación contra la libertad perpetrada en ARCO en casi cuatro décadas.
No hubo mala fe en esta acción y aceptamos las críticas recibidas, comprendiendo que debemos evitar en el futuro cualquier circunstancia de esta naturaleza
Los galeristas, sin problemas
Este periódico ha hablado con los miembros del Comité de Galerías de ARCO y no se plantean ninguna acción, ningún comunicado, ningún alegato contra los acontecimientos. Uno de ellos reconoce que no se enteró de la retirada de obra hasta las doce de la noche, cuando vio en su teléfono cientos de llamadas perdidas y entró a ver las noticias. “Estuve todo el día trabajando mucho. Ayer se nos dio muy bien las ventas. Ha sido el mejor arranque en muchos años”, asegura.
Otra galerista de la dirección del Comité asegura que no se reunieron en todo el día. No hubo una cita de urgencia entre los galeristas, como sí hubo en la cúpula de IFEMA, ante la gravedad de los hechos. “IFEMA ha venido esta mañana, me ha enseñado la carta y me ha parecido bien”, señala. Es más, hoy al mediodía reconocían desconocer qué es lo que ha pasado exactamente. No hay prevista ninguna movilización. Los artistas preguntados por estos hechos parecen más informados, pero igualmente pasivos. Están más preocupados en las ventas.
Todos los interrogados se muestran indignados ante la extralimitación de IFEMA, pero ninguno de ellos ha ido más allá de su indignación, ni se ha planteado actuar al respecto. Una de las galeristas preguntadas asegura que “hay que respetar la decisión de Helga de Alvear y si ella ha decidido retirar la obra, hay que respetarlo”. “Aunque me parece indignante”, añade.
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