El 20 de febrero el Tribunal Supremio ratificó la decisión de la Audiencia Nacional y condenaron a tres años y medio de cárcel al rapero Valtonyc por injurias contra la corona. El mismo día por la tarde otro juez ordenaba el secuestro del libro Fariña, de Nacho Carretero sobre el narcotráfico gallego. Alejandra Pontana tomó esta medida a petición del exalcalde de O Grove (Pontevedra) José Alfredo Bea Gondar, quien había demandado al autor y a la editorial Libros del KO por vulneración de su derecho al honor. Un día después la dirección de ARCO retiraba una obra de Santiago Sierra que consideraba a Oriol Junqueras como preso político
La cultura y la libertad de expresión vivían su particular semana negra, pero la situación se remonta a mucho tiempo atrás. El juicio a Eugenio Merino por su obra de arte que consistía en meter a dictadores en neveras, el chiste sobre Carrero Blanco en forma de tuit de Cassandra Vera o la condena a César Strawberry han demostrado que la censura campa a sus anchas en nuestro país. Parecía que los tiempos en los que el franquismo decidía lo que se publicaba o se veía en los cines han vuelto. Una postura que busca un arte domesticado e inofensivo que no azuce la capacidad crítica de la gente. A este paso las galerías, los cines y las librerías sólo tendrán material libre de ofensas. Arte blanco para los tiempos de la dictadura de lo políticamente correcto.
Con semejante panorama el arte censurado necesita un lugar en el que resguardarse, en el que ser expuesto para que la gente lo vea y no se duerma. Los Presos Políticos de Santiago Sierra lo han conseguido en alguna sala con valor para enfrentarse a otra posible prohibición, pero no todos están dispuestos a exhibir algo polémico con toda la Audiencia Nacional mirando. Faltaba un museo que aglutinara a todas esas obras hijas de la libertad de expresión y ahogadas por la censura. Una sala en la que poder escuchar una canción de Valtonyc, leer Fariña o ver los Tuits de Cassandra.
Eso es lo que pensaron cinco jóvenes de en torno a 25 años, Teresa López, Andrés Huerta, Elías Rodríguez, Hugo Costa y Leti Pascual. Todos ellos trabajan en agencias de publicidad, y ante una situación tan grave decidieron crear una propuesta tan loca como ocurrente: organizar el primer festival de arte censurado. Para añadir algo de retranca al asunto, este certamen, llamado B-ARCO, tendrá lugar en un barco en aguas internacionales, allí donde las leyes españolas ya no rigen y el Supremo no puede meter a prisión a nadie.
Desde un punto de vista idílico y poético lo bonito es que este proyecto no hiciera falta, que nunca zarpase, pero viendo como están las cosas… me da que zarpará, porque es necesario
“Todos trabajamos en agencias de publicidad y diseño, y cuando un par de compañeros que habían estado en ARCO nos contaron la retirada de la obra de Santiago Sierra, vimos que había que hacer algo, y salió esta idea. Lo que ha ocurrido con la censura es algo tan triste que sólo quedan dos opciones, reír o llorar, así que decidimos tomárnoslo a risa y creamos una alternativa que aunque pueda sonar absurda podría ser una realidad. Nuestro primer objetivo fue sacar la iniciativa durante ARCO, y ese sábado lanzamos la web y la pusimos en marcha, y vimos que había mucha gente que nos llamaba interesados”, cuenta Elías Rodríguez, uno de los creadores a EL ESPAÑOL.
Reconoce que la gente pensaba que se trataba de una broma, un titular de El Mundo Today, pero que su idea es realizar el festival entre el 22 y el 26 de febrero del próximo año. Todavía no se atreven a dar nombres, pero reconoce que ya ha habido autores que se han mostrado interesados y que quieren que Fariña, Presos Políticos, y todas las obras -incluidos los tuits-, que lo han sufrido, zarpen con ellos. El siguiente pasó será encontrar financiación para fletar un barco lleno de arte censurado por las autoridades españolas.
“Estamos presupuestando todo para ver cómo tenemos que hacerlo y ver las diferentes vías para lograrlo. Lo primero que queríamos era que la idea se conociera, además de la necesidad social de defender la libertad de expresión”, apunta y confiesa que aunque los artistas sí que han mostrado ganas, nadie se ha atrevido todavía a dar el paso y promocionar económicamente el evento. No pierden ni un ápice de esperanza, ya se encuentran remodelando la web y trabajando para conseguir el objetivo.
Cuanto peor, mejor
B-ARCO tiene algo de irónico en su concepción. Ya que su propio planteamiento cumple la máxima de Mariano Rajoy, esa de que “cuanto peor, mejor para todos” que parecía no tener sentido y que ahora lo cobra de repente. Cuantas más obras censuradas, más artistas para llenar este barco por la libertad de expresión, algo de lo que estos jóvenes son conscientes y saben que “desde un punto de vista idílico y poético lo bonito es que este proyecto no hiciera falta, que nunca zarpase, pero viendo como están las cosas… me da que zarpará, porque es necesario”.
Parecía que la libertad de expresión vivía un buen momento, pero comparando este momento con otras épocas parece que estemos viviendo un remake
Con la censura creen que estamos viviendo un “círculo vicioso” en el que la espiral de presión contra lo incorrecto nunca acaba. “La semana pasada salía ‘Finding Fariña’, una app de los libreros para leer el libro, y ya antes de Semana Santa ta lo habían censurado también. Me imagino que acciones como esas echan para atrás a la gente que quiera hacer algo por la libertad de expresión”, dice a este periódico.
La situación de desprotección al artista hace que haya un cierto sentimiento de miedo, “hasta te planteas que no vaya a pasarte algo por poner un tuit, como a Cassandra, pero es que compartas o no los planteamientos de ese tuit, asusta no poder expresar tus ideas. Parecía que estábamos mejor, pero comparando este momento con otras épocas parece que estemos viviendo un remake”, afirma Elías Rodríguez.
Ahora sólo queda confiar en que estos cinco idealistas consigan que el barco de la libertad de expresión zarpe lleno de obras. Con Fariña, con Presos políticos, con un concierto de Valtonyc y unos cuantos tuits de Cassandra Vera. Todos juntos en ese espacio casi imaginario que son las “aguas internacionales, el hueco legal para hacerlo” sin que el yugo de la censura actúe contra ellos también.