El consenso que existe sobre la genialidad de Leonardo Da Vinci es prácticamente unánime entre los historiadores de arte y la población en general. El renacentista cuenta con varias de las obras de arte más reconocidas en el mundo. Este 2 de mayo se cumplen 500 años de la muerte del pintor italiano, quien vivió 67 años y se le considera todo un polímata por sus conocimientos humanísticos, científicos y, evidentemente, artísticos.
Cinco siglos son muchos para que las obras del italiano hayan podido llegar intactas y en perfectas condiciones a la actualidad. Ya en el siglo XVI La última cena de Da Vinci comenzó a deteriorarse por la implementación del óleo sobre yeso seco y desde entonces el mural encargado por el duque Ludovico Sforza ha necesitado continuas reparaciones.
La Gioconda es sin lugar a dudas la pintura más destacable de Leonardo Da Vinci, además de ser el cuadro más famoso del planeta. Quedó tan impresionado con el resultado que siempre lo mantuvo consigo hasta su fallecimiento en el año 1519. Actualmente, la pintura cuenta con una vitrina protectora, y está prohibido acercarse a la obra por un cordón que impide el paso. Todo está milimétricamente medido para no perjudicar la reliquia del Cinquecento.
No obstante, la más que demandada restauración que necesita La Mona Lisa sigue sin llegar al museo parisino. El historiador de arte Miguel Ángel Cajigal, divulgador cultural y miembro del Consejo Internacional de Museos —organización encargada de la promoción y preservación del patrimonio cultural—, resalta que mantenerla tal y como está no se debe a un temor por dañar la obra. "Casi toda la población mundial está acostumbrada a verla con un color determinado y si se lo cambias puede generar rechazo", ha declarado Cajigal a EL ESPAÑOL. El cuadro, que "se ha convertido prácticamente en un icono pop", es todo un símbolo de la capital francesa. "La Gioconda es un 'selfie point' (lugar marcado donde la gente se fotografía) y nadie quiere ver dicho símbolo cambiado".
De esta manera, el Louvre ha actuado de forma que ha puesto por delante los intereses turísticos a las necesidades artísticas. "Parece que han tomado la política de hacer limpiezas pequeñas. Los barnices de las obras se oscurecen progresivamente y toman ese color 'marroncillo'. Esos barnices camuflan los colores reales", ha afirmado Miguel Ángel. Además, ha comentado que el cuadro está muy sucio y que se aprecian "manchas" en el cielo. Por lo tanto, tal y como se puede observar en otras obras de Da Vinci como La última cena, los verdaderos colores que empleaba eran mucho más vivos.
El temor del museo es comprensible ya que la restauración profesional y exitosa de La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana, también pintada por el genio del Renacimiento, creó mucha polémica entre la gente y los medios de comunicación. La tonalidad amarillenta, muy similar a la de la actual Gioconda, pasó a tener una tonalidad mucho más colorida, lo cual desagradó al "mercado turístico conservador".
Sin embargo, Cajigal se muestra reticente sobre si la 'nueva' Mona Lisa repercutiría negativamente en las visitas anuales del museo. "Quién sabe, a lo mejor la curiosidad por ver el resultado animaría a muchos a volver", ha opinado a este periódico.
De todos modos, el licenciado en Historia del Arte ha hecho hincapié en que en ningún momento pretende criticar a los profesionales del Louvre ya que son quienes mejor conocen el estado y las condiciones en la que se encuentra el cuadro. "Los restauradores no son como en las películas. La mayoría son mujeres y tienen condiciones muy precarias".
Otros casos similares en el mundo del arte
Lejos del catastrófico desenlace del Ecce Homo de Borja (Zaragoza), que apareció en todas las televisiones, se critican a menudo restauraciones correctas solo por el hecho de no parecerse a su estado anterior. La restauración de los frescos de la Capilla Sixtina sacó a la luz, una vez más, los vivos colores de cuando fue pintada por Miguel Ángel. "En realidad no se descubrió nada, esos colores siempre estuvieron allí", ha alegado Cajigal.
Lo mismo sucedió en el Museo del Prado con El caballero de la mano en el pecho, pintado por El Greco entre 1578 y 1580. Tras el proceso llevado a cabo por el restaurador Rafael Alonso y hacerse público el descontento de los visitantes, el asunto llegó incluso al Congreso de los Diputados. El fondo negro que tan característico hacía a la pintura había desaparecido.
Como si de una variante de la paradoja de Teseo se tratara, el miedo a que el verdadero aspecto de La Gioconda no agrade al público plantea la pregunta de si conocemos realmente el cuadro de Leonardo Da Vinci. La fama que recae sobre la pintura se debe a su estado actual, que a su vez difiere del aspecto que tenía cuando fue pintado por el genio Leonardo.