Tutankamón fue un faraón relativamente poco conocido hasta que en el año 1922, el descubrimiento intacto de su tumba le popularizó hasta el punto de convertirse en el gobernante más popular de la civilización egipcia. Ahora, más de tres milenios después de su reinado, el faraón que murió a los apenas 20 años ha vuelto a convertirse en motivo de debate, esta vez entre Egipto y Reino Unido.
Este 4 de julio un busto de Tutankamón de 3.000 años de antigüedad será el objeto estrella de una subasta programada por la sala británica Christie’s en Londres. La noticia hizo saltar las alarmas en Egipto, quien ha intentado por todos los medios anular la posible venta del busto. Se estima que la reliquia, la cual representa al dios Amón con facciones de Tutankamón, será vendida por 4 millones de libras esterlinas —alrededor de 4,5 millones de euros—.
No es el único objeto arqueológico egipcio por el que se pujará ese día. El tesoro, formado por cuarcita, acompaña a otras piezas arqueológicas egipcias, de modo que las autoridades del país norafricano también han reclamado la propiedad de los bienes.
La escultura principal, no obstante, pasó por las manos de diferentes propietarios hasta que Joseph Messina, vendedor austriaco, se la vendió a otro comerciante llamado Heinz Herzer en 1985. Debido al tráfico histórico que ha sufrido Egipto a lo largo de su historia, a partir de 1970 cualquier pieza artística del país que se tratara de exportar sin el certificado pertinente sería considerado como objeto robado.
Egipto, siglos de saqueos
Ya a principios del siglo XVIII Napoleón inició una campaña militar que tenía como fin cerrar el paso marítimo de los británicos hacia la India. Para ello, trató de conquistar tanto Egipto como Siria, pese a que numerosos intelectuales defienden que el verdadero propósito del emperador era emular a Alejandro Magno.
Sea cual fuere el motivo real, una de las herencias napoleónicas que perduran en el presente son las obras que robaron los arqueólogos, historiadores y científicos que formaron la Comisión de las Ciencias y de las Artes de Oriente. En esta expedición, en la que se encontraba el matemático Jean-Baptiste Joseph Fourier o el físico Étienne-Louis Malus, adquirieron joyas que actualmente continúan fuera de las fronteras egipcias.
El caso más destacable fue el hallazgo de la Piedra Rosetta, la cual terminó en manos de los británicos y actualmente puede ser visitada en el Museo Británico de Londres. El egiptólogo Carlos Blanco Pérez comenta a este periódico que estos expolios episódicos obedecen a circunstancias históricas. "No tiene ningún sentido que la nariz de la esfinge siga en el Museo Británico", declara.
Asimismo, Blanco matiza que en cierto modo algunas obras que se encuentran en lugares como Reino Unido o Francia han podido ser salvaguardadas mientras que si se hubiesen quedado en sus respectivos países hubieran desaparecido con casi total certeza. Sin embrago, puntualiza que estas pérdidas hubiesen sido casos muy específicos.
Ciertos museos europeos deberían replantearse si tesoros saqueados y robados deberían ser devueltos a sus países de origen
"Ciertos museos europeos deberían replantearse si tesoros saqueados y robados deberían ser devueltos a sus países de origen", opina con contundencia. Ante esta posición, el Museo Británico siempre ha tratado de defenderse. Desde su punto de vista, además de justificar que bajo los muros del museo no corren peligro alguno, se atienen a una ley promulgada por el Parlamento británico en el año 1753. Según dicha ley se prohíbe la salida del país de cualquier pieza, a no ser que sea un duplicado, para preservar toda esta cantidad de obras.
Un conflicto mundial
La polémica no solo concierne a la antigua civilización faraónica. El Tesoro de los Quimbayas, por ejemplo, aunque fue entregado a los españoles de forma totalmente legal, genera controversia en la actualidad, pues muchos sostienen que las figuras precolombinas deben ser repatriadas a Colombia.
La reliquia que más enfrentamiento genera es sin duda alguna el friso del Partenón. El Museo Británico hasta dedica un comunicado independiente para una de sus joyas clásicas: "Entre 1801 y 1805, Lord Elgin, embajador británico en el Imperio Otomano, con total conocimiento de las autoridades otomanas, (...) transportó las esculturas hasta Gran Bretaña".
Pese al consentimiento de los turcos, varios historiadores consideran que diversos funcionarios públicos fueron sobornados por Lord Elgin para conseguir sacar las esculturas del país. Por otra parte, el Ministerio de Cultura de Grecia contempla la pertenencia al Imperio Otomano como una invasión, por lo que llevan años exigiendo la devolución de las obras. Por último, Carlos Blanco añade que "las antigüedades deben estar en el país en el que se realizaron. Son patrimonios de la humanidad pero canalizados a través del país de origen".