"En ARCO, todos los años hay una especie de pequeño escándalo sobre una obra", afirma a EL ESPAÑOL la editora y crítica de arte Rosa Olivares, una de las mejores conocedoras desde la fundación de la feria en el año 1982. Y se refiere concretamente a ejemplos como "Franco en un frigorífico [de Eugenio Merino] o un vaso medio lleno, medio vacío, que vale muchísimo".
Este año, sin embargo, la feria huye de los escándalos. "Sería de mal gusto intentar llamar la atención de esa manera, porque además no lo van a conseguir. La noticia hoy es que siguen subiendo los infectados, contra eso qué vas a hacer, añade Olivares. "Aquello es como una especie de montaje un poco chusco… y este año nos lo hemos ahorrado", culmina.
Lo que quizá esté ocurriendo, por primera vez en la historia de ARCO (cuya primera edición era ya reseñada por lo escandaloso de un cuadro sobre el 23-F, y que en los últimos años ha sido lugar preferido de los provocadores Santiago Sierra o Eugenio Merino), es que la feria, temiendo por su éxito comercial, ha decidido bajar el volumen. Para la directora de la feria, Maribel López, "polémico es el ojo que mira", y por otro lado "esto da la oportunidad a otras obras que si no serían más invisibles: buscando lo que tú quieres mirar, no lo que te han dicho que tienes que mirar".
La feria ARCO, que tiene aproximadamente la mitad de visitantes que cuando se inauguró en los años ochenta, y que en esta edición tendrá probablemente menos que nunca, recuerda una pregunta persistente: ¿por qué sigue existiendo un rechazo social al arte de nuestra época? Y frases como "eso lo hace mi niño", menciona Olivares. "Eso no lo hace su niño ni de coña, porque lo que está haciendo esa obra es alterar el orden estético de la tradición y su niño no sabe ni lo que es orden, ni estético ni tradición, luego no lo puede hacer", sentencia.
Esta edición, acusada por algunos de prematura, también ha recibido críticas sobre sus programas paralelos y exterioriza un sistema del arte muy débil en nuestro país, con sólo unos pocos coleccionistas y una sensación de "paseo gratuito" por los pabellones 7 y 9 de Ifema. Para Olivares, las exposiciones alrededor de las ferias se inventaron precisamente en ARCO (menciona encuentros apoteósicos como el de Ángel González y Bonito Oliva), pero no es partidaria "de reconducir el mundo de la feria a algo comisariado, sinceramente creo que puede ser un error".
En sentido contrario, para López, directora de la feria, iniciativas como Remitentes, aunque "quizá no tengan sentido en el futuro, sí nos parecía que lo tenían en este momento", puesto que responden a la necesidad de traer el arte latinoamericano a la feria, buscando "que fueran posibles, de una manera creativa, modos de transportar las obras que no requirieran esfuerzo de las galerías".
Para el gestor cultural y comisario independiente Javier Martín-Jiménez, "debemos tener cuidado con las críticas dentro del propio sector después de la dificilísima situación provocada por la pandemia, que ya arrastraba unas condiciones de precariedad terribles especialmente desde la crisis de 2008". En lugar de criticar, "habría que abogar por un 'pacto de no agresión' en el sector del arte, que debe estar más unido que nunca para hacerse fuerte y recuperar músculo".
En el programa general, de menor voltaje este año y con, curiosamente, una menor cantidad de vídeos y fotografías, algo que comentaban algunos coleccionistas internacionales, destaca la calidad de las propuestas de Gaga y CarrerasMugica en el pabellón 7 y de las galerías T20 y Sabrina Amrani en el pabellón 9. Un arco de propuestas para un arco de opiniones.