El arte tiene que ser incómodo, plantear preguntas, hacer mirar a los lugares donde nadie quiere ir. Una labor ardua que muchos pasan por alto. Miguel del Arco es de los que lo tiene claro. El dramaturgo y director teatral se atreve con todo. Es capaz de poner a bailar reggaetón a Hamlet, de levantar una zarzuela satírica que hace levantarse a los corruptos de la sala y de hacer una Antígona que hable de nuestra Memoria Histórica. Como indica el nombre de su compañía -y de su teatro- es un kamikaze al que le gusta demasiado el riesgo.
Su última locura fue rescatar el Teatro Pavón, rebautizarle como el Pavón Teatro Kamikaze y usarlo como punto de encuentro de creadores, sala donde estrenar sus últimas producciones y reponer las pasadas. Un proyecto que el 25 de agosto cumple su primer año y para el que se han jugado el todo por el todo. Han sido doce meses frenéticos, en los que el público ha respondido. Hasta Cristina Cifuentes se ha pasado por allí hasta seis veces, cosa que no ha hecho la alcaldesa de Madrid, como comenta el creador a este periódico. Ahora toca “pisar el freno y descansar”, aunque para Del Arco eso signifique escribir dos guiones cinematográficos en los que ya trabaja. En la que es su segunda casa, recibe a EL ESPAÑOL para hacer balance de esta aventura.
¿Cuál es la valoración de este año al frente del Pavón Teatro Kamikaze?
Ha sido un no parar, no ha habido mucho tiempo de reflexión, aunque lo hemos ido haciendo por el camino. Ha sido un año de una intensidad brutal, el más intenso de mi vida. He dirigido tres textos nuevos, he repuesto cinco, además de la gestión del propio teatro. Teníamos la obligación de hacer mucho ruido en todos los sentidos. Hizo ruido el proyecto, pero había que ser consecuentes y dejar claro que no era sólo ruido sino una declaración de intenciones. Y la conclusión es que estamos aquí para quedarnos, que ha sido muy duro pero estamos preparados para aguantarla, que hemos pasado lo peor, porque ha sido un año intenso y precario.
Estamos aquí para quedarnos. Ha sido muy duro pero estamos preparados para aguantar, ya hemos pasado lo peor
Somos una compañía muy pobre, tenemos que pagar un alquiler altísimo, de hecho a veces creo que hago teatro sólo para pagarlo, pero me gusta mucho lo que ha sucedido. Soñábamos con que esto fuera un espacio abierto, con las puertas abiertas para todos, que la gente lo sintiera suyo, que la gente pueda contar sus proyectos, sacarlos adelantes, que no sintieran lo que sentíamos nosotros cuando empezábamos, que los teatros eran inaccesibles para hablar, para presentar proyectos, que una vez que se acababa la función se acababa la relación, ese vínculo sigue establecido. Nuestro leitmotiv era: un teatro más allá de la función, y creo que eso lo hemos cumplido con creces.
Una de las señas de identidad que habéis hecho es que entráis los responsables del teatro a saludar al público y explicar la obra.
Eso no lo pensamos, ha habido cosas que han nacido de forma inconsciente. Sí que dijimos que queríamos ser didácticos a la hora de presentar el proyecto, en el que los creadores eran los empresarios, y era una forma de dar la bienvenida y también nos apetecía mucho hacerlo por los putos móviles, decirlo, porque la gente cuando lo oye por megafonía no hace caso, pero cuando se lo dices personalmente mirándole a los ojos, que es muy molesto y que rompe la magia de la función, y luego ir haciendo el tráiler. Y esta cercanía a la gente le encanta, lo dice todo el mundo, en las redes… Es verdad que es un saludo muy cercano, y eso da pie a que te pongan cara. Y eso me gusta muchísimo.
¿Hay conflicto de intereses entre el Miguel del Arco creador y el Miguel del Arco empresario?
No. Hay que buscar el equilibrio. Yo siempre he trabajado muy cerca de la producción. Jordi Buxó y Aitor Tejada son dos productores artísticos, y cuando ellos me dicen que no es que no, porque sé que han hecho todo lo posible para que fuera, y además sé que todavía tienen una coletilla para seguir intentándolo, pero hay que tener mucho cuidado, porque tengo la producción tan presente que me censuro a mí mismo. Tenemos asumido que somos un teatro pobre, pero hay que tener muy claro que no puede autocensurarse a priori. Ser cabal y razonable, sí. Sacar las cosas adelantes también, pero siempre pensando que se puede sacar adelante lo que has pensado.
Cuando presentasteis el proyecto dijisteis: si esto no es rentable en un año cerraremos.
No es rentable, no hemos cerrado, así que estamos mintiendo. A ver, rentable no es, porque tenemos un agujero enorme, acabamos de renovar un crédito importante y estamos… Teatro Pavón Kamikaze y eso es importante, porque es una declaración de intenciones. En el vídeo de presentación había una frase que decía Jordi y era: “somos Kamikazes, no gilipollas”. Y eso es una cosa que debemos tener en cuenta para no tener una servidumbre que haga imposible la vida del teatro y de la vida en general… Yo siempre he sido muy libre en la elección de los trabajos, y sigo siéndolo. Yo he bajado mi nivel de producción porque hay que tener otras cosas en cuenta. Hemos perdido cosas pero hemos ganado mucho más.
No sé si vamos a conseguir ser rentables. Tenemos este sueño de que haya un 33% de taquilla, un 33% que entre por parte de las administraciones y el otro 33% por parte de entidades privadas. Lo de la taquilla lo conseguimos con creces, lo de las administraciones está al habla, y todo esto va a permitir que entre unos y otros lo logremos, pero también es cierto que carecemos de una Ley de Mecenazgo, y es muy complicado lograr esto para mantener ese punto de teatro de riesgo que estamos haciendo. Seguramente si pensara en la comercialidad, yo no hubiera programado Blackbird, que es sobre la pederastia, o La noche de las Tríbadas, que es sobre Strindberg, y tantos otros que a priori no son para descojonarse de la risa.
En los concursos públicos nunca están claras las reglas del juego, ni para uno ni para otros
¿El arte tiene que ser kamikaze?
Cuando pusimos kamikaze a la productora eran tiempos en los que la palabra no tenía esas connotaciones terroríficas por el terrorismo. Me gustaba la acepción que tiene de viento liberador, que cambia las cosas, y creo que estamos ahí. Es verdad que cuando hablamos de kamikaze es que hay que lanzarse con todas sus posibilidades como si le fuera la vida en ello, y esa es la única forma de estar en el teatro. La gente me dice: “no te preocupes, que no es para tanto”, porque yo soy muy intenso. Y yo les digo, qué tontería tan grande, claro que es para tanto, es mi vida. Ya sé que no me voy a morir, pero si no tienes esa pulsión y esa energía, ese que te vaya la vida en ello, al final te vas a quedar corto, y a mi no me gusta quedarme corto.
¿Os han forzado, la falta de apoyo de las instituciones, a ser tan kamikazes?
No. Por parte de las administraciones yo tuve una oferta para estar al frente de una organización teatral muy importante y la rechacé para venir aquí. Según mi madre soy idiota, porque tendría muy buen sueldo y mucha pasta para programar, pero ese punto de libertad de creación… lo que se ha producido aquí en Kamikaze es lo que yo quiero hacer. Soy más underground que eso, que entrar en un teatro institucional, donde hay… no tengo nada en contra de los funcionarios, pero sí contra la idea de que el arte esté mezclado con el funcionariado, siempre me resulta algo extraño, por eso me gusta estar aquí, defendiendo la dignidad de los profesionales, pero también la implicación del director de escena hasta la taquillera. Necesito que todo el mundo esté conectado y que todos piensen como yo que están en el mejor lugar para trabajar.
Justo el año pasado explotó la polémica sobre cómo debería elegirse a los directores de los teatros públicos. ¿Es usted partidario del concurso público o la elección o no?
Mira, en la Comunidad de Madrid, Jaime de los Santos ha elegido a Álex Rigola sin ningún concurso público, y me parece que es estupendo. Y mañana si no cumple las expectativas o Álex siente que no está haciendo su trabajo en libertad se marchará limpiamente y no pasa nada. El concurso público, de momento creo que intenta hacerlos pero luego ninguno quiere respetarlos, es decir nunca están claras las reglas del juego, ni para uno ni para otros. Mira lo que ha pasado con Mateo Feijóo, es absurdo. Es un señor que ha ganado un concurso público en buena lid, pero los que lo hicieron no habían respetado el anterior. Entonces ellos hacen la ley, pero si quieren hacen la trampa. Así que creo que si confías en un tipo que tiene una trayectoria… qué necesidad tiene Álex Rigola de hacer un concurso público. Ya sabemos que tiene capacidad de gestión, que viene de la Mostra de Venecia, que es reconocido a nivel internacional… ¿hace falta que se presente a un concurso público o hace más válida su presencia en el teatro del Canal que haya pasado por uno? Yo creo que no, que tiene su capacidad de mostrada.
Este año ha bajado el IVA cultural.¿Se ha notado?
No. Lo notaremos en que tendremos un 10% menos de descalabro, que es importante en las cuentas del teatro. Hay que recordar que las entradas de teatro nunca repercutieron en esa subida del IVA, siempre recayó sobre los empresarios y eso afectó en los sueldos, en las escenografías, en la producción… y eso es un 10% que se quedará en casa y viene muy bien.
La relación del Gobierno con la cultura sigue siendo mala, pero como lo es con la educación, y una cosa sin la otra no es posible
¿Es un lavado de imagen o un punto de inflexión en la preocupación del Gobierno por la cultura?
No creo que haya más preocupación por la cultura. Esa determinación se tomó y no se había tomado en ningún otro sitio, así que caía por su propio peso, no podían cacarear de lo bien que iba la economía y seguir insistiendo en un 21%. Creo que la relación con la cultura sigue siendo mala, pero como lo es con la educación, y una cosa sin la otra no es posible. Es una vergüenza nacional que sean incapaces de sentarse y negociar como una cuestión de estado una Ley de Educación, y a partir de esa incidir en la formación de ciudadanos libres y con criterio, y ahí aparece la cultura, evidentemente, porque la cultura son las costumbres que nos damos para vivir de forma conjunta, como marco de convivencia, es lo que define a un país.
Yo siempre pienso en lo de las Olimpiadas que tanto intentaron que vinieran. Cuando haces la inauguración de los Juegos Olímpicos, ¿qué es lo que cuentas? Tiras de tu música, de tu cine, de tus actores, de tus textos dramáticos, de las referencias que tienes, ye so debería ser una cuestión de estado. Hay algo que se ha establecido en este país, como un griterío, una incapacidad de reconocer que si eres de otro partido podemos llegar a un acuerdo, tenemos que hacerlo. Y eso se ha quedado prendido en el aroma de las conversaciones, lo ves en la televisión, siempre hay como una crispación. Se ha quedado como un tufo a la hora de conversar, y para eso el teatro es indispensable, porque es el lugar del diálogo.
Sin esa educación, sin esa cultura, me imagino que es difícil convencer a una empresa privada para que invierta en un teatro.
Claro, ni tenemos el respaldo administrativo para decir que la cultura es importante, no hay un punto de orgullo… Ahora las empresas empiezan a darse cuenta de que hay un hecho diferencial en la oferta de la experiencia, una experiencia que se intenta que sea particular, personal, pero es indispensable una ley de mecenazgo, porque sin ella es muy difícil, porque la empresa te dice: muy bien, y esto cuánto me va a desgravar. Eso no podemos hacerlo porque no hay esa posibilidad.
Nosotros no nos autocensuramos. Hay que abrir los ojos, las orejas y el corazón y hacer lo que nos dé la gana
Hace un par de meses Cifuentes vino al Kamikaze y lo colgó en un tuit. ¿Es importante que los políticos manifiesten ese interés por la cultura?
Me parece básico. Cifuentes ha venido como seis veces este año, y eso creo que habla de ella. Yo no soy del PP y no soy su votante, pero tengo buena relación con ella. El otro día leí un tuit y me descojonaba, porque cuando vino, yo como director del teatro la recibí como si viniera Carmena, que no ha venido nunca, porque no ha venido nadie del ayuntamiento, o como si viniera el ministro o viniera mi padre. Recibimos a todo el mundo. Bueno pues la presidenta puso un tuit diciendo que magnífica función, algo que sirve de promoción y yo se lo agradezco mucho. Acto seguido alguien debajo poniendo: qué pena, la gente del Kamikaze bajándose los pantalones para rendir pleitesía a la presidenta, y yo digo este tío es idiota. Qué pantalones me he bajado, porque me he hecho una foto con la presidenta, porque la he recibido… No. La presidenta ha tenido la deferencia de venir seis veces porque le gusta el teatro, consume teatro. Viene a un teatro con el que no tiene ninguna relación administrativa, como mera espectadora e ilustra en las redes que viene, eso es estupendo. Cómo no eres capaz de vislumbrar esto. Y si viniera Carmena o Errejón o cualquiera también… Cualquier cosa que sirva para promocionar el teatro y la gente sepa que aquí se está haciendo buen teatro me parece bien. Venga de quien sea.
Antes hablaba de autocensura por escasez de medios, pero no sé si cree que existe también una autocensura por ese ambiente de crispación del que hablábamos.
Lo políticamente incorrecto se cuela como ese tufillo que decíamos. Cuando monté ¡Cómo está Madriz! yo no era consciente. Yo no me autocensuro y tenía una revista satírica de finales del XIX que era entonces mucho más bestia porque tenían menos libertad de expresión, y se plantean cosas muy bestias. Y un día con mi equipo, hablando del tema de las ratas, que habla de raterillos, a mí se me ocurrió ilustrarlo por detrás con los ratas que tenemos: Rato, Bárcenas y demás. Y mi propio equipo me dijo: se te ha ido la pinza, no nos van a dejar. Y yo dije, si alguien me dice que hay un problema jurídico no tendré otra opción, pero nosotros no nos ponemos palos en las ruedas, hay que abrir los ojos, las orejas y el corazón y hacer lo que nos dé la gana. Yo nunca he tenido ese punto de autocensurarme.
¿Y cuando ve algo como la condena a César Strawberry o Casandra Vera?
Es que estamos en un momento de cogérsela con papel de fumar, es algo absurdo. Me acuerdo que Strawberry decía que ahora sus letras se las pasaba a su abogado. Lo que estamos viviendo me parece terrorífico, este punto de que alguien pueda condenar a los titiriteros o a un cantante… Y sin embargo el otro día oigo unas declaraciones del responsable de la Fundación Franco que eran espeluznantes. Y no me sale decir que le prohíban hablar, pero ese señor está haciendo apología de una dictadura terrorífica, de tiempos en las que se mataba ala gente y que tuvo sometido a un país durante 40 años, y luego una persona hace un chiste con Carrero Blanco y le condenan, cuando Tip y Coll hacían esos chistes hace años y no pasaba nada, y esto se puede decir sin problema. Hay que ejercer ese espíritu crítico, los creadores estamos para mirar donde nadie se atreve y hay que poner el dedo en la llaga, y hay que estar alerta para no autocensurarse.
Es terrorífico que el presidente de la fundación Francisco Franco pueda hacer apología de la dictadura y a una persona por hacer un chiste de Carrero Blanco la condenen
En Antígona, y cuando revisa los textos clásicos, al final consigue que pensemos en lo que pasa ahora.
Yo siempre digo que la mirada contemporánea no es poner a Hamlet de vaqueros, sino que el que pone en pie a ese Hamlet interpele al espectador del siglo XXI, porque si son clásicos, esa vigencia que se les supone, es porque habla de cosas que siempre nos van a preocupar. Hay una voz remota que viene del siglo XVII y que hay que mantener y que es algo que nos planteamos desde que el hombre tiene consciencia, pero a mí me gusta que el ciudadano de ahora que se sienta a ver la función no tenga que hacer ese ejercicio histórico, que esté arrebatado por la acción dramática, que se vea reflejado y que lo vea como propio.
Antígona habla de un gobernante que impone la Ley por la fuerza, que impone el orden tras una guerra… No sé si cuando lo releyó tuvo claro que hablaba de España o sólo lo sentimos los espectadores.
Es España y cualquier país. Es un ejercicio de poder. Sófocles habla de todos los puntos posibles sobre la conformación de la sociedad. Es la Ley de los hombres frente a una ley que sentimos… es como la Ley de la Memoria Histórica, eso está ahí, es algo por lo que pelea Antígona y por lo que seguimos peleando sin haberlo descifrado. La gente dice: joder que no se toquen más las cosas, que para cerrar las heridas hay que olvidar. Pero cómo me voy a olvidar, que hay personas que tienen a su padre o a su hermano y no saben dónde están, y sólo piden poder enterrarles. La Ley y el alma se enfrentan como en Antígona, y eso en España sigue sin solución.
Antígona se rebela contra la Ley. ¿Cree que en España estamos demasiado acomodados y nos cuesta rebelarnos?
Nos cuesta mucho. En este país han pasado cosas terribles durante la crisis, y además la corrupción, que ya de por sí es terrorífica, pero ver lo que los dirigentes elegidos democráticamente han estado haciendo en tiempos de penuria es terrorífico. Brutal. Cómo han saqueado unas arcas que ya estaban vacías mientras se pedían sacrificios al ciudadano medio. Yo he tenido gente cerca con situaciones tan terroríficas, tanta gente llorando desesperada al teléfono, que ha convertido la crisis en un acto brutal que produce un atisbo de extrañamiento que no nos hayamos rebelado, que no hayamos dicho de forma contundente que no vamos a aguantar esto. Me alucina que el PP siga en el poder, que esto no fuera un revulsivo para decir que no pasa nada porque vengan otros, que hubiera una catarsis necesaria. Me alucina que la gente que ha llegado a la política para cambiar las cosas, hayan cogido los vicios de la gente que ya estaban y que las políticas nuevas ya suenen a rancias y se hayan envejecido a esta velocidad.
Creo que aquí es un sálvese quien pueda, muy poca solidaridad a nivel de sociedad. Estamos poco acostumbrados a hacer examen de cada uno, que es algo que planteaba en Refugio, que es la corrupción propia, parece que la corrupción es un problema de otros, que siempre son los políticos que son unos hijos de puta, los banqueros que son malísimos, y no cuento lo que yo hago.