Girona

Diez butacas vacías en cada teatro. Diez butacas reservadas con diez folios con el nombre de Oriol Junqueras, Jordi Turull, Joaquim Forn, Raül Romeva, Josep Rull, Dolors Bassa, Meritxell Borràs, Carles Mundó, Jordi Cuixart y Jordi Sànchez. Así en el Teatro Municipal, donde a los folios les acompaña un lazo amarillo, y en la sala La Planeta de Girona y en el Teatro Municipal y El Canal de Salt durante el Festival Temporada Alta, pero también por escenarios de toda Cataluña como el Teatre Lliure o el Mercat de las Flors de Barcelona.

El 'procès', la DUI, el 155 y, en general, el quilombo catalán se cuela por todas las rendijas y en esta 26 edición del Temporada Alta tiene un especial protagonismo. Basta con pasear por el feudo de Carles Puigdemont para toparse con decenas y decenas de esteladas grandes, pequeñas, en vertical, horizontal, en casas, edificios turísticos, escaparates, con lemas, crespones negros... y varias pancartas pidiendo la “libertad de los presos políticos”. La mayor cuelga de la fachada del Ayuntamiento, donde, además, las banderas están a media asta. Se respira política. Se conversa de política. Y el teatro en este festival, el más importante de creación contemporánea de los que se hacen en España, obviamente habla de política y hace política.

Butacas "presos políticos"

Salvador Sunyer, su director, explica que esta es “la edición más política no de contenido, sí de entorno. Está marcada por el procès porque ha hecho que cambien los hábitos del público, es decir antes todo era venta anticipada y ahora hay mucha venta a última hora. Evidentemente, afecta. Afecta a esto, afecta a cosas como que aún no tenemos firmado el convenio del festival de este año y, sobre todo, porque afecta a la ciudadanía”. Responde categórico al por qué dejar esas diez butacas vacías en cada función: “Lo he decidido yo y todo el equipo de trabajadores del festival porque creemos, y todo es discutible, que no nos gusta que haya gente en la prisión por cuestiones políticas o de opinión”.

Las compañías se encuentran con ellas cuando van a montar sus espectáculos y, agrega Sunyer, si alguna está en contra, se quitan. No relata ninguna petición concreta aunque sí es cierto que en espectáculos donde no hay butacas o que tienen lugar en espacios no convencionales, como ha pasado este fin de semana en Ethica de Romeo Castellucci o el anterior en la adaptación del Vania de Àlex Rigola, no están pero las referencias aparecen a la entrada. “Uno nos dijo que sería mejor que estuvieran en otro sitio porque el blanco del papel les molestaba”, cuenta como único problema.

“Aquí te haces indepe para matar a Franco”

El viernes por la noche Roger Bernat estrenaba en La Planeta No se registran conversaciones de interés. A la derecha del escenario, las 10 sillas vacías. En la pantalla, junto a las instrucciones de la obra, “Llibertat, amnistía i estatut d'autonomía (o República)”. “Decidimos que no podíamos hacer un espectáculo sin mencionar una situación totalmente anómala como que haya gente en la cárcel sencillamente por promover una votación incruenta y por parte del Estado totalmente testimonial. Hay una contradicción entre los hechos y la interpretación de estos hechos”, cuenta a EL ESPAÑOL. “Aquí uno que no es indepe se hace indepe para matar a Franco. No lo digo por Cataluña, lo digo por España. Al final va a ser la única forma de acabar la Transición”, agrega.

Las butacas vacías con el lazo amaraillo en una sala del festival Temporada Alta. Prado Campos

No se registran conversaciones interesantes habla del yihadismo y del Estado Islámico pero resuena en ella el conflicto catalán porque, en el fondo, analiza cómo llegan a convertirse nuestros ideales en un motor de movilización. Es un interesante experimento de teatro documental en el que tres actrices -Laura Calvet, Núria Martínez-Vernis y Alessandra García- van recitando fragmentos de un sumario que recoge un año de escuchas telefónicas a tres ceutís que viajaron a Siria para luchar con el Estado Islámico y sus mujeres mezclándolo con vídeos de propaganda del ISIS y fragmentos de un Estudio 1 de Las tres hermanas, de Chéjov, y de la película La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo. Las tres actrices componen de forma simultánea tres relatos diferentes que el público puede escuchar gracias a unos auriculares con tres canales que van cambiando a su gusto saltando de historia en historia y colocando al espectador no en el rol de juez que acostumbra sino en el del policía que interviene estas llamadas.

No podíamos hacer un espectáculo sin mencionar una situación totalmente anómala como que haya gente en la cárcel sencillamente por promover una votación incruenta 

Para ello Bernat ha tenido acceso a las 14.000 páginas del sumario judicial, de las que ha utilizado medio centenar, que sirvió a la policía para seguir la pista de estos tres hombres y detener a 11 personas acusadas de integrar una célula yihadista. En ese trío de conversaciones domésticas y cotidianas, esas que la policía entiende que no tiene interés y que la obra contradice, la poeta Núria Martínez-Vernis tiene un espacio y libertad para improvisar un monólogo que Bernat no conoce de antemano. Y el viernes habló del paralelismo entre ambos conflictos. “Es obligatorio pensar y posicionarse”, dijo a la par que mencionó a Terra Lliure, a los “presos políticos que nos están mirando” o que “la prohibición de un país o de una lengua, radicaliza y genera nuevos conflictos armados”.

La guerra de guerrillas

Con otro tono la política conforma Guerrilla, la nueva propuesta de El Conde de Torrefiel. Se trata de un potentísimo montaje que utiliza únicamente subtítulos y música para introducirnos en un mundo dominado por el miedo. Tanya Beyeler y Pablo Gisbert firman y dirigen esta obra que suma a su elenco actores locales de cada ciudad que visitan y sus historias reales (en Girona una abuela testigo en su infancia de los bombardeos de la Guerra Civil sobre Tarragona, un abuelo preso político en Montjuïc y un amigo niño robado del franquismo) para poner el foco en una sociedad europea adormecida e instalada en el miedo.

Desat a masters, de Roger Bernat Blenda

Una conferencia, una clase de tai-chi y una rave son los escenarios en los que se despliega esta distopía que enfrenta a la masa con el universo interior de quienes nos rodean en una sociedad en constante estado de emergencia y lucha. Con una nueva guerra mundial en 2023 en el horizonte, la llamada batalla honesta porque por primera vez no la moverá la religión o la ideología sino la economía, Guerrilla va hablando de niños robados y de “sor María, que murió justo antes de ser juzgada como Ritá Barberá, Miguel Blesa o Tomás Villanueva”; de los miles de desaparecidos del franquismo; de la tendencia a vulgarizar y desacreditar el pasado y lo que somos; de la economía “como nuestra idea del amor” o del aburrimiento como el único reducto de pureza no pervertido por el dinero.

En este fin de semana para programadores del Temporada Alta, también hemos visto una estética (y cara: 25 euros por media hora) interpretación de la ética de Spinoza hecha por Castellucci, uno de los creadores contemporáneos europeos más reputados, y sentido la exquisita emoción que rezuma la unión de Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz en Impulso. Poesía y sentimiento puro (muy) necesarios entre tanta política y bandera.

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