La Abadía saca los colores al Gobierno por su insolidaridad con los refugiados
El ciclo 'Partir / Venir / Quedarse' pulsa el botón de la memoria: ¿alguien se acuerda ya del drama de los refugiados? La crisis humanitaria sigue siendo urgente. Aquí cinco montajes sobrecogedores -basados en historias reales- para activar la empatía.
30 mayo, 2018 19:19En la fachada del Ayuntamiento de Madrid colgaba el “Refugees welcome”, como una promesa ondeante. Se parieron canciones, se organizaron eventos solidarios, abrimos los brazos estéticamente y nos curamos de la mala conciencia con propaganda romántica, para, al final, cumplir sólo con el 11% de lo pactado con la Unión Europea. De los 17.387 refugiados que España se comprometió a acoger en 2015, sólo llegaron 1.212. España no se hizo ni con el aprobado raspado en cuanto a acción frente a la crisis humanitaria y quedó por debajo de la media de la UE.
¿Alguien se acuerda ya de un drama que sigue abierto y sangra? Para pulsar el -casi siempre incómodo- botón de la memoria, el Teatro de La Abadía concluye su temporada con una propuesta bautizada como Partir / Venir / Quedarse (30 de mayo - 23 de junio): se trata de un programa sobre la vida de emigrados, exiliados y refugiados, a partir tanto de testimonios reales como de ficciones rebozadas de denuncia y ternura.
En La Abadía vienen de revisar heridas históricas de la Guerra Civil, la posguerra y la Transición con espectáculos como Unamuno: venceréis pero no convenceréis; Azaña, una pasión española y Tiempo de silencio (hasta el 3 de junio): ahora la propuesta es activar el ojo de la nuca, no para oxigenar los debates del pasado -que atraviesan el presente-, sino para atender a esa realidad urgente a la que le damos la espalda porque escuece. “Es la tendencia humana: es el afán de sobrevivir, ocuparse de lo inmediato”, explica Ronald Brouwer, coordinador del ciclo dedicado a los refugiados, que cuenta con cinco montajes.
Contra la inacción del Gobierno
“Conectar con una vida que no es la nuestra supone un esfuerzo. Es significativo que la cuestión de los refugiados ya no ocupe tanto espacio en los periódicos o en las televisiones, pero el problema sigue siendo imperante. Es indignante la inacción del Gobierno, cómo ha incumplido lo pactado… pero a los ciudadanos de a pie nos cuesta enfadarnos por ello, preocuparnos por ello, ponernos en movimiento… porque bastante problemas tenemos todos”.
Subraya Brouwer que al españolito medio le cuesta recordar “la historia de su propio país y de su propia familia”. A propósito de esto, en la obra Los invitados se establecen paralelismos entre los flujos de refugiados del presente y aquellos que abandonaron España huyendo de la Guerra Civil y la posguerra. Como un tirón de orejas. “Los actores fueron a Lesbos, Grecia, a entrevistarse con un pescador y una señora octogenaria que fueron nominados al Premio Nobel de la Paz. Hablaron de esta situación. Este espectáculo roza el lenguaje de la performance y en varios momentos de la función se establece el nexo con la historia española, donde muchos habitantes tuvieron que huir de la Guerra Civil y de los primeros años de dictadura. Se proyectan imágenes de los refugiados de Siria llegando a Grecia y en otro momento, fotografías de los españoles exiliados en los años 30-40”.
Testimonios reales
Kalimat, el montaje que se presenta hoy y que inaugura el ciclo, es de carácter solidario. “Destinamos el dinero recaudado a los propios refugiados que nos han prestado testimonio. No es algo enorme, no soluciona el mundo, pero es una aportación que nosotros como personas que hacen teatro en la capital de este país podemos hacer”, sostiene Brouwer. Esta primera obra, que firma Helena Tornero, parte de un trabajo in situ. “La dramaturga catalana y directora de escena fue a un campo de refugiados en Grecia. Fue cargada de idealismo. Pensó en organizarse, en ayudar, en cocinar… pero también entendió que lo mejor que podía hacer era dar un taller de teatro con los propios refugiados. Trabajó con ellos y surgió todo esto. Escuchó sus peripecias personales y trenzó esos relatos en un espectáculo con diez testimonios que siguen ahí todavía”, cuenta.
Brouwer asegura que “en teatro este drama se transmite de una forma muy distinta”: “Es diferente que en una pantalla de televisión o en un periódico. Se genera una empatía sobrecogedora”. Otro de los montajes reseñables es Buenas nuevas, basado en las cartas reales, escritas entre 1934 y 1941, originalmente en yiddish y polaco, entre un joven que se había ido a vivir a Palestina -entonces bajo mandato británico- y sus familiares, que quedaron atrás en la Galitzia oriental (entonces Polonia, ahora Ucrania). “Son las cartas del abuelo de la directora, Naomi Yoeli. Aquí se investiga en la memoria personal y en la colectiva, todo tras una avería en el cuarto de baño, ¡algo así de banal…! Pues así descubrió ella, escondidas en un armario, las cartas de su familia dirigidas a su abuelo”, sonríe Ronald.
Este ciclo, en última instancia, reflexiona sobre la patria. La pertenencia. Las raíces. ¿Se puede extraer alguna reflexión que salpique a la crisis identitaria que se está viviendo ahora mismo en España? “Bueno, esa es una cuestión muy personal de cada uno”, resopla Brouwer. “Yo soy holandés y llevo mucho tiempo viviendo en España. No me identifico en absoluto con la bandera o la Casa Real. Son símbolos que no me dicen nada, pero sí siento una fuerte conexión con los usos y costumbres, con los platos de comida… y por encima de todo, con la lengua, con el idioma”, explica. “La patria es un lugar muy limitado: no tiene tanto que ver con España como con tu pueblo, tu calle y tu barrio”.