El contratenor de EEUU que triunfa en el Teatro Real con las castañuelas y el flamenco
Anthony Roth Costanzo, referente LGTBI y artista socialmente comprometido, interpreta a Armindo en la ópera Parténope y se consolida como uno de los mejores contratenores del mundo.
17 noviembre, 2021 06:05Noticias relacionadas
Un contratenor estadounidense que cierra una ópera de Händel con un trasfondo moderno —feminismo, sexualidad, fluidez de género— tocando las castañuelas y bailando flamenco sobre las tablas del Teatro Real, y que arranca una atronadora ovación de todo el público, ojiplático por sus cabriolas y taconeos. No es el guion de una película surrealista de Luis Buñuel, sino la escena más comentada del estreno el pasado sábado en el coliseo madrileño de la barroca Parténope, en una producción que Christopher Alden realizó para la English National Opera en 2008. El protagonista de la peripecia se llama Anthony Roth Costanzo.
El artista y productor de 39 años, natural de Durham, Carolina del Norte, con un rostro envidiablemente juvenil tras el que se esconde una persona con una enorme visión crítica —él mismo se define como changemaker, un agente del cambio—, es la estrella del Teatro Real estos días. Ha logrado capear con excelencia y soltura la exigente dirección escénica a la que se enfrenta en esta ópera, cantando incluso bocabajo. Todo el equipo le halaga y él responde con simpatía y humildad, o con sonrojo cuando dos trabajadoras de la sección de caracterización le asaltan en el ascensor y le bañan a piropos por su camisa psicodélica.
Anthony Roth Costanzo interpreta en esta obra llena de héroes y personajes mitológicos al tímido, irresoluto y secundario Armindo, uno de los pretendientes de la reina Parténope. En un primer momento, el director de escena Christopher Alden concibió un número de claqué como una suerte de fantasía surrealista —la ópera se ambienta en el París de los años 20, en plena efervescencia de las vanguardias—, pero el contratenor quería ir un paso más allá, impactar al graderío. "Cuando fuimos a ver una actuación de la Compañía Nacional de Danza aquí en el Teatro Real vimos las castañuelas y el flamenco y nos emocionó. Miré a Christopher y le pregunté: '¿Castañuelas?'; y él dijo: '¡Castañuelas!'", explica alegremente el cantante a este periódico.
Este instrumento de percusión, así como el característico baile andaluz, eran totalmente desconocidos para Roth Costanzo. El artista se ha ganado los vítores con el trabajo diario: en sesiones con la coreógrafa del coliseo madrileño Elaine Brown, siguiendo los consejos de Nuria Moreno, exbailarina y ahora directora de producción de la casa, y preguntando mucho a bailaores profesionales que le dijeron que tenía que practicar el "ria pia" con las castañuelas frente al espejo y que el taconeo se resumía en una simple cuestión: sentirlo. "Lo intenté cada día, pero no fue hasta la noche del estreno cuando de repente sentí como si estuviera poseído por el fantasma del flamenco y mis pies estaban rebotando por el suelo. Por fin me sentí bailaor de flamenco... durante un minuto (risas). Fue muy divertido", recuerda.
La ovación del público, liderada por Felipe VI y la reina Letizia, fue una suerte de liberación para el contratenor estadounidense: "Estaba nervioso por si tal vez el público lo recibía de manera incorrecta, como un americano que ha llegado a Madrid y piensa que puede ser una estrella del flamenco. Pero en realidad es muy poquito, y lo interpreto como una celebración de poder estar en España y de la musicalidad de esta forma de arte".
Parténope, en apariencia una ópera seria dieciochesca estrenada en Londres en 1730, tiene en esta producción a una protagonista femenina empoderada, sexualmente liberada —a Nancy Cunard, la musa de los principales artistas de la vanguardia europea de principios del siglo XX—. "Creo que el objetivo de esta ópera es mostrar lo contemporáneo que puede ser Händel y lo eterna que es la narración de historias. Cada aria habla de una emoción que podemos experimentar hoy", opina Roth Costanzo. "Entonces, la finalidad a través de todo esto, el feminismo, la fluidez, género, la sexualidad, es mostrar que no hay nada anticuado o pasado de moda en esta música o esta forma de arte".
Cáncer de tiroides
La relación de Anthony Roth Costanzo con la música empezó a los seis años. Como no era muy bueno tocando el piano, su profesor le animó a cantar. Poco después estaba participando en una grabación con Michael Jackson (!). A los 11 pasó a formar parte de la industria de Broadway y dos después le reclutaron para una ópera de Benjamin Britten. Ahí experimentó unas emociones y una psicología musicales desconocidas hasta el momento que le cautivaron. Con 14 ya cantaba al lado de Luciano Pavarotti.
"Alguien entonces dijo que podía ser un contratenor [los hombres que cantan en tonos altos] porque mi voz no había cambiado. Yo no sabía lo que era pero lo busqué. He crecido en una familia donde no he tenido ningún tipo de vergüenza ni pensamiento sobre si soy suficientemente masculino, así que no me importaba: seguí cantando y aquí estoy", sentencia el artista.
Tener papeles, cantar y hacerlo bien no es suficiente para mí. Como cantantes de ópera tenemos que ser revolucionarios y CEOs, crear el futuro
Él dice que su vida es la música escrita antes de 1750 o después de 1950, tan alejadas que comparten la presencia de un vocalismo extremo. ¿Cómo se combinan registros y épocas tan distintas? "Lo barroco es muy similar a lo moderno. En un determinado momento, la música comenzó a tomar una forma real en términos de armonía, melodía, ritmo. Händel y los barrocos representan el momento anterior a la formación estricta del género. Es decir, en los dos extremos tenemos más abstracción, más sentido de sueño", resume Roth Costanzo, que ha sido el protagonista del Akenatón de Philip Glass.
El estadounidense pertenece a una nueva y prometedora hornada de contratenores que se está abriendo hueco en los teatros de todo el mundo. El Teatro Real ha reunido en Parténope a cuatro de los mejores representantes —el otro Armindo es Christopher Lowrey mientras que Iestyn Davies y Franco Fagioli interpretan a Arsace—. "Los conservatorios y las escuelas de música piensan que somos uno de los principales tipos de voz, y los compositores que escriben nuevas óperas incluyen a menudo a los contratenores porque pienso que su voz puede expresar muchas cosas a la audiencia", valora Roth Costanzo sobre este renacimiento.
Pero todavía va más allá en su explicación: "La otra cosa es que siempre resulta interesante ver lo que en una forma de arte, especialmente una antigua como la ópera, refleja nuestro tiempo actual. Cuando necesito adolescentes o jóvenes veo que algunos de ellos tienen esmalte de uñas. Puede que sean homosexuales o no, pero la conexión entre su concepto de género y su concepto de sexualidad y quiénes son es mucho más fluida. Entonces, la idea de un contratenor como representación de dónde están los jóvenes es emocionante para mí porque creo que esas son las personas que realmente pueden disfrutar de la ópera aunque no sepan nada al respecto. Y si el contratenor puede llevarlos allí, como una forma de verse a sí mismos en el escenario, es muy importante".
La voz del contratenor es una suerte de sucesora de los castrati, los cantantes sobrenaturales a los que se les amputaban los testículos para que conservasen sus voces infantiles, como el célebre Farinelli que Felipe V se trajo a Madrid. En aquella época, y aunque parezca un oxímoron, la fluidez de género era evidente. ¿Está la ópera recuperando esa esencia? "Los castrati fueron los que hicieron que la ópera fuese algo público, los que la aseguraron como una forma de arte, el pilar de la casa. Su dolor, su devoción, el hecho de que vivieron para estar en el escenario, imbuye a la ópera de una especie de duende y la hace muy atractiva e identificable para la gente", responde el nominado al Emmy y ganador del premio al vocalista del año 2019 en EEUU.
Los castrati fueron los que aseguraron la ópera como una forma de arte
Roth Costanzo es, además, un referente homosexual —ha llegado a convencer a la red de citas para hombres Grindr para promocionar uno de sus espectáculos—, y asegura que no ha sufrido ningún tipo de discriminación en el mundo de la ópera por ello. "A veces tenemos que ser muy serios con esto, sobre todo cuando tiene que ver con la política, pero en el contexto de una sala de ensayo lo mejor es reírse. Si hay risas y si hay una invitación a hacer algo mejor, creo que esta es la mejor manera de ayudar a la gente a entender que todos somos humanos y que las diferencias son insignificantes", zanja.
Su carrera operística está muy ligada también con la educación. Ha dado conferencias para niños en el Bronx y rechaza que la ópera sea un arte elitista, solo para ricos. "No creo que haya nada relacionado con la música que esté dirigido exclusivamente a ellos. Que los niños del Bronx respondan emocionalmente significa que les estamos permitiendo verse representados en la ópera", apunta Roth Costanzo.
"Entonces, la pregunta que le hago a todo el mundo es que cómo permitimos una mayor representación de más comunidades en el escenario. Pienso mucho sobre ello. Puede ser a través de los artistas que contratamos, del lugar en el que hacemos las historias o las formas en las que las contamos. Pero de alguna manera tenemos que seguir creando estos puntos de acceso y trabajando duro para mantener la ópera relevante y vibrante, porque no creo que el material en sí sea elitista de ninguna manera", añade.
—Por todas estas cuestiones, ¿se siente un revolucionario de la ópera?
—No creo que me corresponda a mí decirlo. Siento que tener papeles, cantar y hacerlo bien no es suficiente para mí. Y no creo que pueda ser suficiente para ningún artista. Como cantantes de ópera tenemos que ser revolucionarios y CEOs, formar parte de la conversación si no liderarla; es decir, tenemos que crear el futuro. A veces confiamos en la gente que dirige el teatro porque es brillante y visionaria, como pasa con Joan Matabosch y el Real. Pero puede no haber esa suerte. Como un artista que está conectado con los jóvenes en todas las formas de arte diferentes me veo como más como un changemaker que ha salido de dentro, que quiere conocer por qué Montserrat Caballé o Plácido Domingo son tan grandes. Pero también quiero ser alguien que entienda las voces externas y descubra cómo unirlas.
El contratenor estadounidense es, por si faltara algo, un ejemplo vital: hace una década superó un cáncer de tiroides que le enfrentó a la tesitura de que quizás no podía volver a cantar nunca más. "No lo recuerdo como una cosa mala. Ahora lo interpreto como una especie de regalo que me hace aceptarme completamente y no solo verme como una voz o un cantante de ópera, sino como alguien que está tratando de usar todos los medios y formas diferentes para impulsar esta forma de arte", despide con una entereza abrumadora. Este martes volverá a triunfar en el Teatro Real tocando las castañuelas, bailando flamenco y, sobre todo, hipnotizando con su voz.