En todas las funciones de Mariana —hasta el 12 de diciembre en el Teatro Fernán Gómez—, Lucía Álvarez, que interpreta a Mariana Pineda, la célebre mártir liberal, corta los aplausos finales para dedicarle la obra a una amiga que ya no está: Almudena Grandes. La actriz y la escritora de la memoria, de la emoción realista, de Madrid, eran íntimas desde hace más de veinte años. "Debería estar aquí viéndome, pero tengo que estar muy contenta; como decía ella, la alegría es una forma de resistencia", recuerda la protagonista.
La biografía de Pineda, una mujer que abanderó el patriotismo liberal y acabó ejecutada —mediante garrote vil el 26 de mayo de 1831— por mantenerse férrea a sus ideas y oponerse al absolutismo del felón Fernando VII en la Década Ominosa, también está vertebrada por la resistencia, el coraje, la valentía. Su odisea y su mito, condensados en la última noche del calabozo, se narran ahora sobre las tablas en una producción de la compañía Palmyra Teatro que también nos interpela a problemas presentes, como la violencia machista.
"El espectador se va a encontrar con una mujer en los últimos días de su vida, sola, pero no lastimeramente sola, sino a una mujer que decide morir porque decide ser fiel a sí misma", explica Álvarez. La vida de este mito patrio oculta un mal histórico, endémico: la opresión de los derechos de las mujeres, que se acentúa en el contexto de las guerras. "Siempre digo que con esta función intento tomar la voz de todas ellas, con todo el respeto y el cariño, y poner mi granito de arena para seguir dando un paso adelante y decir que ya está bien", añade la intérprete.
La obra proyecta además un cóctel de sentimientos e inquietudes: "Mariana Pineda repasa su vida y creo que todo el mundo se va a identificar con ella porque son las emociones que mueven al ser humano en el día a día, que tenemos dentro: nuestros miedos, nuestros recursos, nuestras vivencias. Los sentimientos son lo más plural que tenemos, lo que más nos une a todos", señala Álvarez.
El texto de la representación lo moldeó hace más de tres décadas José Ramón Fernández —la dirección la firma David Ojeda—. "Quise escribir un monólogo sin atender a reglas, dejándome llevar por la respiración de un personaje. Apenas le queda otra cosa que el nombre y la alusión a una bandera, para recordar a la mujer granadina que se hizo leyenda de valor y convicciones. Apenas hay una frase para recordar que Lorca ya escribió este personaje: 'Estoy sola y soy la misma libertad'", apunta el autor.
El silencio
La versión que se representa estos días en el Fernán Gómez pretende ser fiel a la obra de Lorca (Mariana Pineda, estrenada en 1927). El poeta granadino dedicó las más bellas palabras a una mujer que si no llega a ser por él probablemente hubiera quedado sepultada, como tantas otras compañeras, por el peso de la historia: "Mariana llevaba en sus manos, no para vencer, sino para morir en la horca, dos armas, el amor y la libertad, dos puñales que se clavaban constantemente en su corazón".
"Mariana es todas las mujeres que han sido silenciadas a lo largo de la historia, que es lo que queremos mostrar con esta obra", resume Lucía Álvarez, que está debutando en el teatro madrileño con lleno todas las noches y buenas críticas. "No me gusta decir que Mariana Pineda era una heroína porque tendemos a mitificarlas. Era una mujer de carne y hueso con miedos, incertidumbres, deseos, alegría, sentimientos, y lo único que quería era vivir acorde a sus creencias. Murió por ser valiente. Ella, como tantas otras mujeres, nos han abierto el camino para ser libres en el amplio sentido de la palabra: para poder decidir, crear, pensar, vivir".
Desde 1995, la Mariana de José Ramón Fernández ha pisado escenarios de España, Francia, Canadá, Argentina, Uruguay y Venezuela. "Ha vivido tanto porque está viva en muchos lugares. Porque las noticias de que está viva y presa en muchos lugares nos encogen cada día el corazón. Ahora regresa gracias a Lucía Álvarez y a David Ojeda. Para seguir pensándola. Para saber dónde estamos", destaca el dramaturgo.
La actriz reconoce que leyó el texto hace mucho y se quedó prendada, pero le dio vértigo. "Supe que había una Mariana en mí. Era tan bonito, duro y certero que me dio mucho miedo no estar a la altura. Nunca lo metí en el cajón, pero lo dejé encima de la mesa", reconoce. Ahora, tras un año de ensayos, el resultado es emocionante. "José Ramón quería que Mariana saliera sola, que no la interpretara, sino que me convirtiera en ella. Es un reto muy importante porque estoy dando voz a un montón de mujeres. Y es un testimonio para entendernos a nosotros mismos".
Lucía Álvarez comparte interpretación con un actor sordo, Marcos Pereira —la música es de Carlos Ramos, la escenografía y el vestuario de Mónica Florensa y la iluminación de María José de Pomar—. "Precisamente se le escogió a él porque lo que pretendemos poner de manifiesto es que a Mariana no la escuchó nadie: ni sus enemigos ni tampoco sus amigos. Al tener una persona sorda al lado es muy evidente el silencio que la rodeaba, y eso ayuda a sentir esa falta de comunicación y de empatía", comenta la actriz.
En el compromiso de la compañía Palmyra Teatro por favorecer la inclusión, todos los pases son accesibles para personas con discapacidad intelectual y sensorial. Álvarez justo responde a la llamada de este periódico tras una de estas representaciones: "Es muy emocionante porque ellos hacen unas reflexiones maravillosas. Normalmente no tienen acceso a la cultura y emociona que te digan que también quieren hacer teatro porque quieren decir todas esas cosas que sienten y no saben expresarlas".