El 1 de febrero de 1896 se dio a conocer en el Teatro Regio de Turín La Bohéme, de Giacomo Puccini. Una obra que recogía las Escenas de la vida bohemia que Henri Murger había retratado en su novela homónima. El estreno resultó un fracaso absoluto, que llevó a los críticos a "despellejarla", como ha apuntado este viernes el director artístico del Teatro Real, Joan Matabosch, durante la presentación de un nuevo montaje de este clásico del compositor italiano. Un siglo después no solo es una de las óperas más interpretadas del mundo —la cuarta, para ser exactos—, sino una de las más queridas por el público.
El Teatro Real cierra el año con un montaje espectacular, en escena del 12 de diciembre al 4 de enero, resultado de una coproducción con la Royal Opera House de Londres y la Lyric Opera de Chicago. Con Nicola Luisotti a cargo de la dirección musical, quien ya triunfó con Turandot (2018) y Tosca (2021), y el prestigioso director teatral Richard Jones, a cargo de la interpretación del extenso reparto que trae esta obra. Todo enmarcado en el fantástico París de la belle epoque diseñado por Stewart Laing. Una ópera que sigue causando una fascinación que ya ha llevado a que se cuelgue el cartel de completo para la mayoría de fechas.
El personaje de Mimí corre a cargo de las sopranos Ermonela Jaho y Eleonora Buratto, así como el de Rodolfo recae en los tenores Michael Fabiano y Andeka Gorrotxategi. Mientras que Musetta es interpretada por las sopranos Ruth Iniesta y Raquel Lojendio. Dos repartos encargados de dar vida a la "ópera más humana de Puccini", en palabras de su director, y que se inaugura con el 100% del aforo del coliseo madrileño. Una reapertura que cuenta con todas las medidas de seguridad para público y artistas.
Una historia humana
La música del compositor italiano nos transporta hasta una buhardilla parisina, donde sus protagonistas pasan una gélida Navidad, alumbrados solo por el fuego en el que arden sus propios manuscritos inconclusos. Rodolfo conoce a Mimí la noche del 25 de diciembre, cuando llama a su puerta para pedirle al joven que alumbre su vela. El destino —genio trágico en el libreto de Puccini y Giuseppe Giacosa— obra para dejar a ambos fuera de casa, sin llave y perdidamente enamorados, deambulando entre las calles de la capital francesa.
Entre el ambiente del barrio latino surgen antiguos amigos y amantes, como Musetta, exnovia de Marcello, el compañero de Rodolfo. Mimí está gravemente enferma y el joven no tiene dinero suficiente para poder ayudarla. Ambos se prometen mantener el amor hasta la primavera, intentando capear un invierno que cada vez agrava más su delicado estado de salud. Pero con el final del estío y la llegada del otoño, Mimí muere antes de que el resto puedan empeñar sus pocas posesiones para comprar medicinas.
La bohemia es en Puccini una declaración de juventud y vida, del disfrute exiguo que ofrecen los últimos rayos de inocencia, premonitorios de la tragedia que aguarda a sus protagonistas. "Es una historia con la que todos nos podemos sentir identificados", explica Luisotti. "Los personajes se divierten y enamoran, aunque al final llega la tragedia. Es una obra diseñada para enamorarte y romperte el corazón".
Ermonela Jaho encarna a Mimí, la joven amante de Rodolfo que sentenciará la vida del joven con su muerte, devolviendo a la realidad a "quienes son incapaces de afrontarla". La soprano ha explicado la importancia de aportar "un alma propia" al personaje, donde cada intérprete debe poner parte de su experiencia para conmover al público.
Una obra maltratada
Su propio director explicaba la emoción que le causaron los ensayos, al borde del desmayo en los minutos finales, de clímax total y una musicalidad que resulta difícil de trazar entre los contemporáneos del compositor. La bohéme es una ópera llena de vida y romanticismo, pero en las dosis adecuadas para dejar a la realidad obrar su trágica magia.
Sus artífices inciden en la importancia de la coralidad, una obra "maltratada" durante años por "intérpretes narcisistas", como ha apuntado Matabosch, donde el rasgo más emotivo se encuentra en el tapiz de voces y emociones que se construyen en escena. Sus dos protagonistas confesaban haber derramado "lágrimas reales" durante los ensayos, viviendo en sus propias carnes la magia de un libreto que ya se ha convertido en atemporal, y que promete dejar el mejor sabor de boca posible a un año de sentimientos exaltados.
Durante el emotivo segundo acto, entre el gentío de la Nochebuena parisina, coro y actores se mezclan entre los cantantes. Con motivo de las restricciones, el equipo de vestuario ha confeccionado mascarillas adaptadas al atrezo de los personajes. Un "signo de los tiempos", en palabras de Matabosch, que no impide adentrarse de nuevo en una de las obras más fascinantes del repertorio musical operístico.
Jaho explicaba emocionada la profundidad de una obra verista, a todas luces, aunque inclasificable en lo musical: "La vida enseña mucho, La bohéme habla sobre la pérdida y la muerte. En estos tiempos tan extraños todos hemos perdido a alguien y la ópera se encarga de enfatizar los sentimientos, solo hay que darles credibilidad".