Puede que sea uno de los ejemplos de propaganda política más famosos de todos los tiempos, y también uno de los más copiados, homenajeados, parodiados y difamados. El afiche que el artista James Montgomery Flagg pergeñó en 1917 para llamar al reclutamiento en plena Primera Guerra Mundial es conocido por todos, con esa figura seria y conminatoria que señala al espectador (y que era en gran parte un autorretrato) mientras el título reza: "Te quiero a TI para el Ejército de los Estados Unidos".
¿Quién era el tío Sam, esa encarnación de la nación, con un aire que recuerda en cierta forma a Abraham Lincoln?
Si a cualquiera le piden que pinte al tío Sam, lo más probable es que le salga algo muy parecido, incluyendo el sombrero de copa con las grandes estrellas sobre una banda azul. Pero, ¿quién era el tío Sam, esa encarnación de la nación, con un aire que recuerda en cierta forma a Abraham Lincoln, en un país que carece de santos y figuras como nuestro Santiago, o el Cid Campeador, a los que adjudicar su supuesto espíritu esencial?
Samuel Wilson, el prototipo del hombre americano
El Congreso norteamericano, en 1961, en plena lucha ideológica de la Guerra Fría, creyó oportuno dar una respuesta oficial a esta pregunta, y aprobó una resolución en la que se establecía que "el Senado y la Cámara de Representantes resolvemos que el Congreso salude al tío Sam de Troy, Nueva York, como el progenitor del símbolo nacional americano del tío Sam". Y, ¿quién era ese tío Sam, el de Troy, Nueva York? ¿Un general? ¿Un estadista? ¿Un líder de masas?
Más bien no. Aunque no se puede negar que, en realidad, Samuel Wilson (el nombre real que tras la leyenda) sí que era un producto genuino del espíritu con el que nacieron los Estados Unidos, si aceptamos que éste descansaba en el estereotipo del hombre hecho a sí mismo y que se abre camino con su esfuerzo. Wilson había nacido el 13 de septiembre de 1766, hace justo 250 años, en Menotomy (hoy Arlington, Massachusetts), y como tantos otros era descendiente de inmigrantes: su abuelo había salido de Escocia, pero en una nación tan joven como aquélla, los Wilson ya eran una de las familias de mayor raigambre de las Trece Colonias.
Wilson nació en 1766, su abuelo había salido de Escocia, pero en una nación tan joven como aquélla, los Wilson ya eran una de las familias de mayor raigambre
Cuando tenía quince años, Samuel se sumó a las filas del joven Ejército Revolucionario y allí, entre otras funciones, se ocupó del sacrificio y el empaquetado de carne para alimentar a las tropas. Unos conocimientos que, cuando volvió al servicio civil, se revelaron como muy útiles. Aunque, tras trasladarse a la famosa Troy, una localidad atravesada por el río Hudson, en el estado de Nueva York, su primera experiencia empresarial, junto con uno de sus hermanos, se encaminó hacia la fabricación de ladrillos. Los suyos fueron de los primeros manufacturados en territorio estadounidense, y muchos de ellos permanecen en los edificios históricos de Troy.
El hombre que alimentaba a los soldados
Sin embargo, la gran campanada la dieron los hermanos Wilson cuando, en 1793, decidieron comprar un terreno al lado del Hudson e instalaron allí una gran factoría cárnica, con matadero incluido. La salida directa al río les permitía distribuir rápidamente su producto a las principales poblaciones, algo fundamental en un momento en el que las técnicas de conservación de la carne eran poco eficaces.
Los hermanos Wilson decidieron comprar un terreno al lado del Hudson e instalaron allí una gran factoría cárnica, la salida directa al río les permitía distribuir rápidamente su producto a las principales poblaciones
El negocio floreció rápidamente, y Samuel Wilson se convirtió en alguien muy respetado en la localidad. Por eso, no es de extrañar que, cuando en 1812 estalló la guerra contra Gran Bretaña, los hermanos Ebeneezer y Samuel Wilson se llevaran una gran parte del contrato ganado por el empresario neoyorquino Elbert Anderson Jr.: los Wilson se encargarían de entregar al Ejército de los Estados Unidos 2.000 barriles de cerdo y 3.000 de ternera anuales, destinados a alimentar a las tropas de Nueva Jersey.
Los 6.000 militares acampados cerca de Greenbush, en el estado de Nueva York, podían ver de primera mano el trajín de los barriles que allí se embarcaban, que lucían en su exterior la leyenda "E.A.-U.S." (Elbert Anderson, Estados Unidos). Pero se dio la circunstancia de que, entre ellos, había muchos soldados provenientes de Troy, que enseguida interpretaron las iniciales "U.S." como "Uncle Sam", o "tío Sam", que era como llamaban a Samuel Wilson. Las bromas sobre cómo les daba de comer el tío Sam tuvieron tanto éxito, que pronto se extendieron por regimientos que nunca habían conocido a Wilson, y así ese "tío", que aseguraba su sustento, se convirtió en una figura proverbial que, entre bromas, significó todo lo que sostenía por detrás el esfuerzo bélico.
Samuel Wilson falleció el 31 de julio de 1854, a la avanzada edad de 87 años. El mito del tío Sam, sin embargo, lejos de morir, siguió creciendo en los dos siglos posteriores. Ni siquiera algunos críticos, que señalan que ya se habla de un tal "tío Sam" en la letra del Yankee Doodle de la Guerra de la Independencia (1775-1783), han podido acabar con esta versión.