Los inicios de la aviación en España, como los de otras disciplinas como el automovilismo, fueron patrimonio de las clases más adineradas. Y dentro de ellas, las mujeres tuvieron que enfrentar aún más dificultades para conseguir volar, como demuestra el caso de la primera en conseguir la licencia de piloto en nuestro país, María Bernaldo de Quirós, recogida por Jorge García en el recuento de su libro de próxima aparición Damas del aire. Las pioneras de la aviación española (Libros.com).
Bernaldo de Quirós había nacido en 1898, hija de los marqueses de los Altares, una de las familias de mayor renombre de Ciudad Rodrigo. Su infancia y su juventud no se diferenciaron mucho de las de cualquier joven de la buena sociedad del momento: en 1917 se casó con un primo, que fallecería dos años después, tras perder la pareja dos bebés (el segundo, póstumo). Tras superar esta tragedia, en 1922, volvió a casarse con José Manuel Sánchez-Arjona, de una rica familia sevillana, quien acabaría haciendo una carrera política que le convertiría en uno de los regidores más recordados de la localidad salmantina (aún se le recuerda con el sobrenombre de "El buen alcalde").
Primera dama
A María, pues, no le quedó otra que ejercer de "primera dama". Algo que hizo con gran entusiasmo, poniendo mucho énfasis en las iniciativas de caridad. Pero ya por entonces sentía una gran pasión por la naciente aviación. A través de su amigo y su familia conoció a muchos de los aviadores del momento, algo que no pasó desapercibido en Ciudad Rodrigo, donde llegaron a circular coplas envenenadas como la que decía: "La Eca [ése era su sobrenombre familiar, un diminutivo de "Muñeca"] y la Ponviana se han ido a la estación/a esperar a sus novios de aviación".
Finalmente, la pareja terminó separándose, y María se instaló en Madrid para conseguir su sueño de convertirse en piloto, donde se convertiría en alumna de José Rodríguez Díaz de Lecea, uno de los más destacados pilotos del momento.
"La Eca [ése era su sobrenombre familiar, un diminutivo de "Muñeca"] y la Ponviana se han ido a la estación/a esperar a sus novios de aviación"
Tras las clases recibidas en el Real Aero Club de Getafe, finalmente obtuvo su licencia en la primera semana de octubre de 1928, y el brevet que le permitía volar el 24 de noviembre. Ya era oficialmente la primera piloto española, y el hecho no pasó desapercibido para la prensa. El país vivía una auténtica fiebre aérea, tras los éxitos de extranjeros como Charles Lindbergh o Amelia Earhart, y los españoles del Plus Ultra o la Escuadrilla Elcano.
A partir de ese momento, se multiplicaron los bautismos del aire por toda la geografía española, en los que María Bernaldo de Quirós se convirtió en la mayor atracción para las mujeres: hasta doscientas participaron en ellos entre 1928 y 1930. Eso sí, María tenía que utilizar la DeHavilland de su propiedad que, si se estropeaba, no podía cambiar por ningún aparato del Real Aero Club: como mujer, no le estaba permitido.
Algo más que bordar
La prensa la entrevistó en numerosas ocasiones, y ella no se callaba las opiniones que la definían como una auténtica "mujer moderna" de su época: "Que se vaya acostumbrando la opinión pública", llegó a decir, "verán que las mujeres servimos para algo más que bordar".
Se convirtió en una estrella que era homenajeada por todos los lugares por los que pasaba, como la gira que la llevó por varias ciudades del Norte, como Vitoria, San Sebastián (donde aterrizó en el hipódromo Lasarte, toda una hazaña en aquel momento), Oviedo (donde protagonizó tres días de homenaje), Gijón (donde tomó tierra en plena playa de San Lorenzo), La Coruña o Vigo. Un clamor de la prensa pidió para ella el título de piloto honoraria del Ejército, lo que le habría otorgado la condición de militar, pero la petición fue rechazada.
Que se vaya acostumbrando la opinión pública -llegó a decir- verán que las mujeres servimos para algo más que bordar
En la cúspide de su fama, en 1929 fue entrevistada en Unión Radio durante el descanso de la transmisión del concierto de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid, dirigida por el maestro Ricardo Villa, el verdadero prime time de la época. Por entonces, mantenía ya una relación con su profesor Díaz de Lecea, lo que la llevó a divorciarse en secreto de su marido en cuanto entró en vigor la Ley del Divorcio de la Segunda República: fue una de las primeras mujeres en acogerse a ella.
A partir de ese momento, su rastro se diluye. Continuó siendo compañera de Díaz de Lecea, que llegó a ministro del Aire durante el franquismo, hasta la muerte de éste en 1967. Poco más se sabe, más allá de que nunca volvió a volar de forma pública. Su cadáver permaneció varios días sin ser descubierto tras su muerte, ocurrida en Madrid el 26 de septiembre de 1983. Hoy, una calle en Ciudad Rodrigo recuerda a nuestra primera aviadora, ejemplo para muchas mujeres de su época... en un lugar sin viviendas junto a la avenida de España.