En 1900, Anne Morgan era el centro de todas las miradas de las columnas de sociedad de Nueva York. Como hija menor y ojito derecho de John Pierpont Morgan (más conocido como J.P. Morgan), el banquero más poderoso del país, era también la pieza más cotizada por todos los hombres casaderos de buena familia. Pero su vida no respondió precisamente a lo que se esperaba de ella.
Para empezar, nunca se casó. Muy pronto formó el que sería conocido como "Triunvirato de Versalles", integrado por ella, la decoradora de la jet-set Elsie DeWolfe y la agente literaria y teatral Elisabeth Marbury, que representaba entre otros al polémico Oscar Wilde, y con la que Morgan comenzaría una larga y estrecha relación de la que, como suele ocurrir en la época, es difícil establecer si fue una simple amistad o algo más. Las tres se convirtieron en inseparables, y llegaron a comprar la famosa Villa Trianon, cerca de Versalles, además de abrir un célebre salón en Francia y producir, entre otras empresas, espectáculos de Cole Porter y el primer musical de Broadway, See America First.
Sin embargo, lo verdaderamente rompedor fue la vertiente social de Morgan. Sufragista convencida, encabezó numerosas iniciativas para mejorar las condiciones de vida de los inmigrantes, y junto con otras figuras de la jet como Ana Vanderbilt, en 1903 fundó el Colony Club, el primer club exclusivamente femenino que imitaba las elitistas instituciones que frecuentaban los hombres de la alta sociedad. Se trataba de un paso verdaderamente significativo en un ambiente en el que las mujeres de la clase alta solían quedar reducidas a un papel decorativo como meras responsables de la gestión del servicio y las casas.
Pero Morgan fue más allá: en 1909 estalló un conflicto laboral de primer orden, la huelga de las trabajadoras de las fábricas de blusas, un oficio que realizaban en condiciones infrahumanas, mal pagado y que se abastecía sobre todo de mujeres inmigrantes sin apenas recursos. Las condiciones llegaron a ser tan insoportables que 30.000 mujeres, la casi totalidad de las que se dedicaban a ello, fueron a la huelga. La represión fue inmediata y brutal, y cuando Anne Morgan tuvo noticia de ello, se lanzó a la calle junto con sus compañeras para apoyar la causa. Pusieron grandes fondos para la caja de resistencia, dieron asistencia jurídica a las detenidas y se colocaban en primera fila en las manifestaciones para disuadir a la policía de cargar.
El momento más icónico fue cuando el comité dirigido por Morgan (conocido jocosamente como "la brigada del visón") organizó un encuentro en el exclusivo club Colony entre las representantes de las mayores fortunas del país y un numeroso grupo de trabajadoras en huelga. La reunión se prolongó durante horas, y allí las huelguistas compartieron el detalle de las pésimas condiciones en las que trabajaban, en algún caso para los maridos o padres de quienes las escuchaban. Al parecer, el momento que despertó mayor consternación fue cuando una de las trabajadoras narró cómo las habían visitado sacerdotes que les habían dicho que, de persistir en la huelga, irían de cabeza al infierno.
J.P. Morgan, como era de esperar, se mostró en contra de la huelga y animó a que se le pusiera fin lo más rápidamente posible, pero curiosamente nunca puso cortapisas a la acción de su hija. Finalmente, la oposición de Anne Morgan a los sindicatos llevó a que su esfuerzo se terminara diluyendo. Hasta que, en 1911, un pavoroso incendio, uno de los mayores accidentes laborales de la historia de Estados Unidos, costó la vida a 146 personas en la Triangle Shirtwaist Company de Nueva York, la inmensa mayoría mujeres inmigrantes de Europa del Este, de entre catorce y veintitrés años. La conmoción fue tal, que se introdujeron reformas legislativas para mejorar las condiciones de trabajo y se autorizaron los sindicatos.
Morgan continuó con su labor de ayuda social a los inmigrantes, aumentada cuando la muerte de su padre en 1913 la hizo inmensamente rica. Tuvo una parte destacada en la instauración del sufragio femenino en 1920. Además, vivió a caballo entre EEUU y Francia, donde tuvo un importante papel en las dos guerras, creando un servicio médico para auxiliar a los no combatientes y los refugiados, una labor que le acabó mereciendo el ser nombrada comendadora de la Legión de Honor francesa.
En 1940, publicó un libro de recetas con fines caritativos que fue todo un éxito de ventas y para el que personalidades como Salvador Dalí, Katharine Hepburn o Pearl S. Buck compartieron sus trucos de cocina. Murió en 1952, y entre sus últimas iniciativas estuvo la cesión a las recién nacidas Naciones Unidas de un bloque de viviendas en el Upper East Side que hoy es la residencia del secretario general de la organización.