A lo largo de 62 capítulos, Ignacio Merino desmenuza los acontecimientos más sonados de la Historia de España con un fin: acabar con los complejos generados a partir de la leyenda negra que hace a los españoles rechazar los símbolos de su país. Por eso se compara con Félix Rodríguez de la Fuente: “Me encantaría, como hizo él con la naturaleza, mostrar a los españoles el amor por la Historia. No sólo es nuestro pasado, sino también nuestro ADN”, cuenta a este periódico el autor de Por qué España. Una visión simbólica de la Historia (Ariel), un ensayo que no cumple con el subtítulo anunciado.
La Historia interesa tanto a la política porque es un arma de identidad muy poderosa
Más que una visión simbólica de los acontecimientos, el trabajo es un tejido multidisciplinar de la Historia, por el que asoma el arte y la literatura. “Muy poco disciplinado”, bromea Merino, que publica la obra para luchar contra los tópicos y los clichés de lo español. “Quise desbrozar la selva histórica de los tópicos, porque en España los símbolos han sido muy zarandeados por los nacionalistas”.
Es un libro de arqueología sociológica, una investigación que utiliza la Historia para hacer un estudio del ADN español. “Es más una investigación antropológica cultural”. Desde el alba de la civilización hasta nuestros días, Merino descubre por qué la Historia interesa tanto a la política. “Porque es un arma de identidad muy poderosa”.
Guerras culturales
¿Por qué es la historia un campo de batalla? ¿Qué consigue el que tenga la Historia a su favor? “El protagonismo en el relato. Tener el arma política más contundente te permite dar una visión de la Historia en la que puedes explicar que tus enemigos han obrado mal. Eso te permite ir por delante. Es una manipulación muy importante”. ¿Y en este país quién ha escrito la Historia?: “La derecha, como representante de las clases dominantes. Por eso la izquierda desprecia la Historia, porque no les representa”.
Quizá ese sea el fin último de este libro, reconciliar a la izquierda con símbolos patrios como Celtiberia, los godos, la Reconquista, el Tosión de Oro, El Escorial, el despotismo ilustrado, la desamortización de Mendizábal, la Edad de Plata...
La izquierda renuncia a la bandera por el exceso franquista y la asociación de la opresión
Precisamente, encuentra en la Institución Libre de Enseñanza un referente de “patriotismo cultural”. “Ellos demostraron un amor por España que no se ha vuelto a dar. Pero llega la Falange y ese patriotismo cultural lo instrumentaliza: si no muestras tu fidelidad a la patria estás muerto. En ese momento, el patriotismo se convirtió en algo perverso. La izquierda renuncia a la bandera por el exceso franquista y la asociación de la opresión”, señala. Pero la bandera tampoco es un elemento asimilado, Unidos Podemos pidió a sus fieles que no llevaran banderas republicanas a los mítines de la última campaña electoral. “Es que una cosa es el símbolo y otra el postureo”, aclara.
Cultura contra nación
Por eso se acoge a la imagen del patriotismo cultural. “El nacionalismo es una estupidez. Es el patriotismo cultural el que une a una comunidad. Son los rasgos característicos de la comunidad. La diferencia entre el patriota y el nacionalista es el odio. El nacionalista necesita despreciar al contrario. El patriota ama, no tiene conflictos”, cuenta Merino a este periódico. Tampoco niega el disparate del nacionalismo español que se opone a la existencia de otras lenguas en España.
Cuando las cosas se ponen mal, la sociedad se vuelve apática. También somos extremistas y necesitamos más civismo
El autor, que se considera un “liberal demócrata, como los que lucharon por la claridad, la verdad, el diálogo, el parlamento a partir de 1812”, asegura que Pedro Sánchez habría sido “un gran líder, que es lo que necesita el PSOE”. Recuerda la gran bandera que lució en campaña el ex secretario general de los socialistas. Merino estuvo en la cárcel en 1971, con 18 años, “por la lucha democrática”. Le acusaron terrorismo y sabotaje porque trataron de parar un tren en Valladolid. Cuando salió de la cárcel en 1978, gracias al armisticio, no estudió Historia “porque estaba en manos de maoístas y para mí era antagónico, no podía soportarlo así que estudié filología y la filosofía pura”. No es historiador, prefiere verse como “humanista explorador”, como Juan de la Cosa, dice.
Entonces, ¿cuál es el ADN del español? “Somos insatisfechos, pero la parte buena es que esto nos convierte en rebeldes. No somos conformistas, pero hay periodos de apatía, como con Franco. Cuando las cosas se ponen mal, la sociedad se vuelve apática. También somos extremistas y necesitamos más civismo”.