El 25 de julio de 1865, la enfermera Sophia Bishop se dispuso a preparar el cadáver del cirujano militar James Barry, fallecido de disentería, para su funeral. Sin embargo, su sorpresa fue mayúscula cuando, al quitarle las ropas, se encontró claramente con el cuerpo de una mujer. Una mujer que, además, según algunas fuentes, mostraría marcas que delatarían que en algún momento había sido madre. Bishop avisó a sus superiores, temiendo que hubiera alguna confusión con la identificación del fallecido, pero todo era correcto.
Finalmente, las autoridades optaron porque tanto en el certificado de defunción como en la lápida apareciera su nombre masculino, el mismo con el que todos le habían conocido. Pero eso no pudo evitar que lo ocurrido se convirtiera rápidamente en la comidilla de todo el ejército. Y la verdad es que no era para menos: cincuenta años antes de que la primera británica pudiera ejercer la medicina, la primera médica de toda la historia de las islas habría sido en realidad alguien que había vivido como hombre.
Secretos biográficos
Más allá del expediente profesional, no hay muchos datos sobre Barry, hasta el punto de que el posible año de nacimiento oscila entre 1789 y 1799. Biógrafos posteriores han apuntado como la hipótesis más plausible que hubiera nacido como Margaret Ann Bulkley en el condado de Cork, y que tuviera de tío a James Barry, un renombrado pintor irlandés, quien habría montado una operación para que su sobrina, fascinada por la medicina, pudiera cursar los estudios en un momento en el que eso era imposible para las mujeres.
Barry le habría prestado el nombre, y en la conspiración habría participado el general venezolano Francisco de Miranda, un revolucionario amigo de la familia (el nombre completo tomado por Margaret fue James Miranda Stuart Barry), quien le habría prometido a la joven llevársela consigo para ejercer la medicina en América cuando se licenciara. Pero el encarcelamiento de Miranda por los españoles en 1816 habría frustrado los planes, y llevado a Margaret, ahora James, a ingresar en el cuerpo de cirujanos del ejército tras licenciarse en la prestigiosa Universidad de Edimburgo, manteniendo la identidad que había asumido para poder matricularse.
A lo largo de su vida, Barry recorrió gran parte de los territorios del imperio, como la India, Jamaica, Malta, Corfú o Crimea. Se sabe que sirvió en Waterloo, y que en Sudáfrica realizó la primera cesárea de que se tiene noticia en la que sobrevivieran la madre y el hijo (hasta ese momento, sólo se recurría a ellas cuando la madre estaba muerta, con el fin de intentar salvar al feto), y el niño recibió el nombre de James Barry en su honor.
Se esforzó por aplicar las normas de higiene que comenzaban a aplicarse, y que señalaban a las aguas fecales como el origen de muchas infecciones, como el cólera. Gracias a sus gestiones, logró importantes avances controlando la lepra, y recibió numerosos reconocimientos por ello. Además, obtuvo unos índices de supervivencia en las operaciones superiores a la media de la época, en un momento en el que la labor de los cirujanos se parecía más a la de un carnicero que a otra cosa.
Sin embargo, al parecer, su difícil carácter le habría impedido culminar su carrera, e incluso en algún momento fue degradado. Testimonios de la época le señalan como una persona con tendencia a los lances de honor, hasta el punto de que llegó a protagonizar un duelo con pistolas en Sudáfrica.
La más dura del ejército
Este duelo, según testimonios conocidos tras su muerte, habrían tenido que ver con comentarios que habrían puesto en duda su hombría o su excesiva cercanía hacia el gobernador, lord Charles Somerset, a quien más tarde se señaló como el posible padre del supuesto hijo que habría tenido, y del que nunca hubo constancia oficial. Además, a lo largo de toda su carrera protagonizó diversos encontronazos con las autoridades religiosas de los territorios en los sirvió.
Barry llegó a ocupar los puestos de Inspector General de Hospitales en Corfú y, a partir de 1857, en Canadá, donde residiría hasta que su mala salud le llevó a volver a Inglaterra en 1864. Sorprendentemente, no recibió el título de caballero, como cabría suponer en un oficial con una hoja de servicios como la suya. Fue probablemente ese carácter tendente a la individualidad lo que le llevó a fallar en su carrera.
Tras su muerte, aparecieron los inevitables testimonios de gente que decía haber sospechado su secreto, pero lo cierto es que nunca nadie, en vida de ella, dejó constancia de sospechar siquiera la verdad sobre este extraordinario caso. Florence Nightingale, quien coincidió con él en la guerra de Crimea, declaró: "Tras su muerte me dijeron que era una mujer. Debo decir que se trataba de la criatura más endurecida que me haya encontrado nunca en el ejército."
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