Gracias al libro de Javier Juárez Juan Pujol, El espía que derrotó a Hitler, y al documental Garbo, El hombre que salvó al mundo, de Edmond Roch, galardonado con el Goya, la extraordinaria historia del doble espía español -crucial en el éxito del desembarco de Normandía- hace años que ha dejado de ser un enigma. Pero si Juan Pujol, más conocido como Garbo, permaneció durante décadas en el anonimato, la oscuridad aún acompaña a su esposa, la gallega Araceli González Carballo, con una historia no menos extraordinaria, y hoy parece que más decisiva de lo que se creía.
El documental Hitler, Garbo... y Araceli, de José de Cora, ya había demostrado en 2010 que la esposa de Pujol fue, como mínimo, tan autora de la estrategia del matrimonio como su marido. Y al menos en dos ocasiones, su intervención evitó que su frágil tapadera se derrumbara. Ambos habían coincidido en el Burgos de 1938, cuando ella, que primero había servido en el hospital de sangre de Lugo, donde había nacido en 1914, conoció al que por entonces era un prometedor oficial del bando nacional, al que se había pasado tras su desencanto con el republicano.
Como no les hicieron ningún caso, optaron por el camino largo: hacer creer a los alemanes que ejercían de espías en Inglaterra
Sin embargo, no eran franquistas al uso. Frente al entusiasmo del régimen por la Alemania nazi, los dos comprendieron que Hitler iba a llevar a Europa al desastre y, en una sorprendente decisión, se ofrecieron a los británicos para aprovechar su buena posición para facilitarles información de la legación germana en Madrid. Como no les hicieron ningún caso, optaron por el camino largo: hacer creer a los alemanes que ejercían de espías en Inglaterra y así, ofrecer luego esa información a Londres.
Contra todo pronóstico, el rocambolesco plan funcionó, y lograron convencer al contacto alemán en Madrid que Pujol, a quien pusieron el nombre en clave de Arabel, al parecer sumando las palabras "Araceli" y "bella", ambas en honor de su esposa, vivía en Londres y allí extraía la información con una fantasmal red de espías. En realidad, los dos residían en Lisboa, y apañaban la información con la prensa local, rumores y mucha invención. Y fue un viaje de Araceli a Madrid, donde llorosa se reunió con el contacto alemán para decirle que hacía mucho que no sabía de su marido lo que hizo que los nazis se creyeran definitivamente la mentira.
El desembarco aliado
Cuando ya se habían ganado la confianza germana, fue de nuevo Araceli la que, a través del agregado naval norteamericano en Lisboa, logró, esta vez sí, que los británicos los tomaran a su servicio. Los trasladaron a Londres, donde él se ganó su famoso apodo por su habilidad para hacer creíbles informaciones manipuladas para estorbar el esfuerzo de guerra alemán. Y fue en ese período cuando Garbo contribuyó decisivamente a hacer creer que el inminente desembarco aliado iba a producirse en el paso de Calais, no en las playas de Normandía, como efectivamente sucedió. Aquello retardó la respuesta alemana lo suficiente como para que el "Día D" marcase el comienzo del fin del conflicto en Europa.
En Inglaterra, el matrimonio se codeó con lo más destacado de la sociedad, incluido Winston Churchill. Pero, como demuestran documentos del MI5 desclasificados el año pasado, la morriña de Araceli por su tierra hizo peligrar la tapadera, porque amenazó con volver a España. Los servicios británicos ingleses, con la colaboración de Garbo, tuvieron que hacerle creer que éste había sido detenido para que terminara cejando en su intención.
Sin embargo, al final sí que volvieron, pero en nuestro país nunca terminaron de sentirse seguros: Garbo había logrado ser la única persona condecorada con las máximas distinciones tanto alemanas como británicas, y cuanto más tiempo pasaba más riesgo corría de que Berlín supiera la verdad. Terminaron huyendo a Venezuela, pero Araceli no se acostumbró, se separó de su marido y volvió a España con sus tres hijos, donde trabajó como intérprete en Madrid para los visitantes británicos y norteamericanos.
Una historia en secreto
Cuando le llegó la noticia de que Pujol había muerto, en 1956 se casó con un rico empresario norteamericano, Edward Kreisler, con el que fundó la galería del mismo nombre que aún hoy sigue abierta. Kreisler había sido además doble de Rodolfo Valentino y estaba muy bien relacionado con Hollywood: el matrimonio mantenía una gran amistad con, entre otros, Charlton Heston.
Sin embargo, aún quedaba un rocambolesco giro de guion: un periódico británico descubrió en 1984 que Garbo vivía, y de hecho pudo recibir por fin la condecoración que no le habían podido dar en su momento. Araceli permitió que sus hijos, que habían tomado el apellido Kreisler, conocieran a su verdadero padre, pero ella siguió manteniendo el secreto sobre su propia historia. Garbo murió en 1988. Ella dos años después y sólo en los últimos años vamos descubriendo algo de su apasionante vida.