El conflicto que concierne al voto femenino ha sido más que analizado y discutido por nuestros políticos. Rivera y Casado se apropian de la que fuera liberal Clara Campoamor para criticar a la izquierdista Victoria Kent mientras que la izquierda se jacta de que 83 de los 161 diputados que votaron a favor fueron socialistas.
¿Pero quiénes fueron los hombres que votaron en contra? La historia recuerda a las mujeres que pedían posponer el sufragio femenino —las juzga y las reprende severamente— pero los hombres que se negaron a la ampliación del sufragio tenían la misma responsabilidad que Kent.
Aparte de la ya mencionada malagueña, uno de los nombres más destacables de los hombres que se opusieron al voto femenino fue el del diputado Diego Martínez Barrio, quien sería presidente de la República en el exilio hasta su muerte en 1962. Los detractores al voto femenino afirmaban que las mujeres no estaban todavía capacitadas para votar debido a su escasa formación. Su voto, según comentaban, estaría condicionado por la Iglesia.
Dicha opinión era una postura generalizada en la sociedad española. El Heraldo de Madrid publicó un editorial que se titulaba Los desastres del voto femenino en 1933 donde achacaba la victoria de la derecha a una consecuencia directa de la ampliación del sufragio: “Ha doblado votos socialistas quizá; pero ha triplicado los de las derechas (…) La mujer, recién nacida a los derechos políticos, se ha dejado seducir por la impresión de hechos religiosos”.
Tampoco faltarían los argumentos pseudocientíficos en la sala. El federalista Manuel Hilario Ayuso llegó a alegar que las “mujeres latinas” no estaban preparadas para votar “hasta los cuarenta y cinco años”. “Traigo la cuestión de si se cree de buena fe que antes de esa edad crítica está perfectamente capacitada la bella mitad del género humano”, se preguntaba el político. Pero el premio al ‘machito' del debate se lo llevó Nóvoa Santos: “La mujer es toda pasión, todo figura de emoción, es todo sensibilidad; no es, en cambio, reflexión, no es espíritu crítico, no es ponderación”. Nóvoa fue un antifeminista practicante que trató de probar la inferioridad de las mujeres desde el punto de vista biologicista.
Otros de los diputados que votaron en contra aquel 1 de octubre histórico para la democracia española fueron el castellonense Álvaro Pascual-Leone Forner, el miembro del Partido Radical José López Varela, que pese a todo apoyó la aprobación del divorcio en España, y el socialista Antonio Pérez Torreblanca. En cuanto a personalidades como el expresidente del PSOE Indalecio Prieto, el expresidente de la Segunda República Manuel Azaña o el que fuera presidente del Consejo de Ministros Alejandro Lerroux, decidieron no votar durante la sesión. De hecho, Azaña ironizó sobre el acalorado debate dialéctico entre Campoamor y Kent calificando como "muy divertido" que solo hubiera dos mujeres en la Cámara y que ni por casualidad podían ponerse de acuerdo.
El voto que dividió a los Ortega y Gasset
El filósofo más célebre y representativo de España siempre estuvo del lado de la aprobación del voto femenino. “No hay ningún peligro para la República con la concesión del voto a la mujer. Tantas reaccionarias y beatas como en España, o más, hay y ha habido en Inglaterra, Alemania, etc., y sin embargo ellas han dado una nota siempre liberal en su actuación”, escribía.
Sin embargo, su hermano mayor Eduardo, que pertenecía al Partido Republicano Radical Socialista, no siguió sus pasos y votó en contra del sufragio femenino. El mayor de los Ortega y Gasset nació en Caracas en 1882 y su rechazo a la dictadura de Miguel Primo de Rivera le llevó a exiliarse en Francia, donde colaboró con intelectuales como Miguel de Unamuno en la revista Hojas Libres. Estuvo presente en la firma del Pacto de San Sebastián con el fin de terminar con la monarquía de Alfonso XIII y se adhirió al PRRS. El partido, pese a que llevaba el sufragio universal en su programa, votó en contra del voto femenino.
Los hombres que dijeron ‘sí' a las mujeres
Muchos fueron los hombres que alzaron su voz en defensa de las mujeres españolas —algunos lo hicieron con matices que ellos mismos aclararon a lo largo de la sesión—. “Creo sinceramente que no existe peligro alguno para la República concediendo el voto a la mujer. Si creyera que en ello podía existir el más remoto peligro, no lo votaría: hoy lo voto”, habló el Diputado de la Corte catalán Lluís Companys. Por otra parte, el tradicionalista navarro Joaquín Beunza optó por un discurso en el que recalcaba la igualdad de aptitudes entre hombres y mujeres: “Demostrando en todas partes la misma capacidad que los hombres, compitiendo con ellos en muchas oposiciones y obteniendo en ellas mejores que los hombres, no se explica que ahora se pretenda imponer una condición suspensiva”.
El presidente de la República Española entre 1931 y 1936 Alcalá-Zamora, el sindicalista político socialista Largo Caballero, De los Ríos o Gil Robles también dieron su voto en favor del sufragio femenino. Así, una vez aprobado, el resultado de la votación fue acogido con aplausos en un lado de la Cámara y con protestas en otro: “¡Viva la República de las mujeres!” se escuchaba entre tantos murmullos.