En 1943 ya se veía venir la debacle del Tercer Reich. Los alemanes habían sido derrotados en el norte de África y la Unión Soviética había conseguido un heroico triunfo en la batalla de Stalingrado que anticipaba el principio del fin de Hitler. Sin embargo, la victoria no iba a ser sencilla. El ejército alemán seguía controlando gran parte del continente europeo y los Aliados no encontraban la manera de iniciar la ofensiva.
De esta manera, se inició la denominada Operación Husky, una campaña que pretendía invadir la isla de Sicilia para continuar la ofensiva hacia el norte hasta terminar con el régimen de Mussolini y tener un mayor control del Mediterráneo. Para la conquista necesitaban recaudar toda la información posible sobre la orografía de la isla y las posiciones de los soldados italianos y alemanes. Los servicios de inteligencia estadounidenses necesitaban contactos en el terreno para poder planear el desembarco y quién mejor que la Mafia para conseguirlo.
La década de los 20 y 30 destacó por la irrupción del crimen organizado en Estados Unidos. La Ley Seca enriqueció considerablemente a gángsteres y mafiosos que conseguían evitar a las autoridades gracias a la corrupción y la efectividad del mercado negro. Asimismo, la Mafia italiana recelaba de Mussolini ya que habían sido muy castigados por el dictador italiano.
Uno de los mafiosos más destacables era Lucky Luciano, jefe de la familia Genovese y nacido en Sicilia. Luciano había sido encarcelado en 1936 con una condena de entre 30 y 50 años. No obstante, la guerra cambió el futuro del mafioso. El Servicio de Inteligencia Naval de Nueva York formaba parte de las tropas de asalto que llegaron a las playas sicilianas desde el inicio de la contienda. Tal y como escribió el británico Tim Newark en su libro Aliados de la Mafia (Alianza Editorial) "los jóvenes oficiales llevaban consigo toda la información que habían conseguido reunir en Nueva York gracias a Luciano y a sus secuaces de la Mafia". Así, comprendieron mejor las costumbres y hábitos de los civiles y la forma en la que se gestionaban los puertos.
La invasión fue todo un éxito —pese a las miles de bajas aliadas— y el Tercer Reich comenzó a tomar una actitud defensiva hasta que dos años después cayera la capital alemana. Por su parte, una vez finalizada la guerra, Luciano salió de la cárcel y se marchó a Nápoles.
Mafiosos contra submarinos nazis
No fue la única vez que se requirió la ayuda de los mafiosos. "Tanto británicos como norteamericanos recomendaron que se entablasen contactos con la Mafia siciliana", escribe Newark. Los norteamericanos sugirieron armar a la Mafia y organizarla como una guerrilla —llegó a ser aprobado por la cúpula militar estadounidense aunque finalmente no se llevara a cabo—.
De todos modos, sí que ayudaron en territorio estadounidense a evitar más hundimientos por parte de los submarinos nazis: "521 buques aliados fueron hundidos como consecuencia de acciones enemigas". De esta forma, se acudió a la Mafia. "Nos percatamos de que los delegados sindicales y la gente que se dedicaba a actividades ilícitas en el puerto influían tanto o más en los asuntos de los muelles que los propios trabajadores de los mismo", expresó el capitán de corbeta Maurice Kelly.
Al poco se creó el Informe Herlands, donde se recogía que el mafioso Meyer Lansky ejercería de intermediario entre Luciano y los demás miembros. "No quedará ni rastro de los submarinos alemanes en el puerto de Nueva York", afirmó al Servicio de Inteligencia Naval.
La colaboración entre la Mafia y los Aliados es otro de los ejemplos inusuales de cooperación que se pueden ver en tiempos de guerra.