En marzo del año 415, una muchedumbre enfervorecida de devotos cristianos descuartizó a una mujer valiéndose de conchas de ostras y de tejas. El suceso, una suerte de justicia inquisitorial, se registró en la ciudad de Alejandría y la víctima, de nombre Hipatia, fue una sabia y respetada hembra, una estudiosa de la filosofía y de las ciencias, disciplinas a las que se había entregado desde bien joven.
Hipatia, hija del ilustre matemático y astrónomo Teón, enseñaba públicamente los postulados de Platón y Aristóteles, según se recoge en las cartas de uno de sus discípulos, Sinesio de Cirene. "Logró tales conocimientos en literatura y ciencia que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su época. Le explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción", cuenta el historiador griego Sócrates el Escolástico.
La erudita siguió las enseñanzas de su padre, a quien superó en cuanto a la importancia de sus descubrimientos: Hipatia inventó un nuevo y más eficiente método para hacer divisiones largas y se dedicó a estudiar el movimiento de los astros. Todo ello la convirtió en una mujer sabia, perteneciente a la élite pagana y con un buen puñado de seguidores y admiradores.
Pero el contexto de Alejandría era intrincado: la ciudad era un amalgama de cristianos, paganos y judíos. Lejos quedaba la unidad en cuanto a las creencias en la época de esplendor del Imperio romano. El obispo de la urbe, Cirilo, sucesor de Teófilo, el artífice del saqueo e incendio del Serapeo y su valiosa biblioteca, estaba enfrentado con Orestes, el prefecto imperial. Y las tensiones ante el estallido de una guerra entre cristianos y no cristianos, entre extremistas y moderados, se manifestaron en el crimen de Hipatia.
"Como tenía frecuentes entrevistas con Orestes, se informó de forma calumniosa entre el populacho cristiano que fue por su influencia que él fue prevenido de reconciliarse con Cirilo. Por lo tanto, algunos de ellos, cuyo cabecilla era un lector llamado Pedro, se apresuraron movidos por un entusiasmo feroz y fanático y emprendieron una conspiración contra ella", cuenta Sócrates el Escolástico.
Una turba de monjes rodeó a la erudita y matemática un día en la puerta de su casa, se la llevaron a una iglesia y allí perpetraron el sangriento asesinato, tal y como relata el historiador griego: "Y vigilándola mientras regresaba a casa en su carro, la bajaron de él, la arrastraron y se la llevaron a la iglesia llamada Cesáreo, donde la desnudaron completamente y la asesinaron [golpeándola y cortándola] con tejas [y conchas]. Después de despedazarla, se llevaron sus miembros destrozados a un lugar llamado Cinarón y los quemaron".
El pintor inglés Charles William Mitchell, cercano a la hermandad prerrafaelita, esbozó a Hipatia como una mujer bellísima y joven justo en el momento anterior de ser víctima del brutal crimen. Sin embargo, la estudiosa debía encontrarse en torno a la cincuentena cuando la despedazaron. Fue un asesinato bárbaro y una puñalada a la razón, a la ciencia, al conocimiento.