El inicio de la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por una Alemania imparable que tenía como propósito subyugar a la totalidad del continente europeo bajo el Tercer Reich. Polonia cayó en menos de un mes y con la rendición de Francia en junio de 1940 todo indicaba que Hitler terminaría dominando Europa.
Pese a que España no participara en la contienda, la colaboración entre Franco y el führer fue evidente. Muchos soldados del frente eran enviados al País Vasco francés para descansar momentáneamente del campo de batalla. Poco a poco, el pueblo alemán se fue interesando por los vascos, quienes vivían en una región montañosa y verde con unas raíces culturales e idiomáticas muy presentes en sus vidas.
Tal era la obsesión de los alemanes por los vascos que desde la cúpula nazi se pidió a Herbert Brieger que rodara un documental acerca de dicho pueblo. Brieger era un director de cine de prestigio durante el Tercer Reich y había realizado producciones sobre distintas regiones alemanas dando a conocer sus costumbres y la orografía del terreno —siempre desde una perspectiva nacionalista—.
Así, Brieger viajó de forma continuada a Francia durante 1941 y 1942 para grabar Im Lande der Basken (En Tierra de Vascos). "El territorio salvaje y accidentado de los Pirineos es la tierra de los vascos", comienza a narrar la producción propagandística. En ella exalta las tradiciones norteñas de la Península Ibérica, así como la pelota vasca y la pasión por los bailes tradicionales. "¿De dónde viene esta gente? Nadie lo sabe", se pregunta acerca de la incógnita sobre el origen del euskera.
Ante el descubrimiento de este extraño documental, los españoles Javier Barajas y Alfonso Andrés dirigieron Una esvástica sobre el Bidasoa, donde se acude a miembros del PNV, testigos y expertos en los contactos entre nazis y vascos.
El PNV y los nazis
Tras el fin de la Guerra Civil en 1939, muchos españoles se vieron obligados a abandonar sus casas y marcharse al exilio. Los políticos del PNV se encontraban dispersados por toda Europa; algunos estaban en París o en diferentes regiones francesas, mientras que otros residían en Londres.
José Antonio Aguirre, primer lehendakari del Gobierno Provisional del País Vasco, apoyaba desde París —y posteriormente desde Estados Unidos— a los Aliados. El Partido Nacionalista Vasco, al igual que toda la ciudadanía republicana, tenía muy en cuenta quiénes habían bombardeado Guernica el 26 de abril de 1937.
Pese a que se les consideraba contrarios al régimen de Franco, podían ser aliados en la futura Europa bajo dominio nazi
Sin embargo, los intereses políticos del Tercer Reich y de los exiliados vascos, quienes vivían con el temor de ser detenidos por la Gestado y devueltos a España, podían concordar por inusual que pareciese. "Pese a que se les consideraba contrarios al régimen de Franco, podían ser aliados en la futura Europa bajo dominio nazi", comentan en Una esvástica sobre el Bidasoa.
Werner Best, dirigente de la SS y administrador civil para la Dinamarca ocupada durante la Segunda Guerra Mundial, fue uno de los impulsores del acercamiento vasco a las posiciones nacionalsocialistas. Best pensaba que los países eran "creaciones artificiales" y defendía la formación de estados títere basados en la "pureza racial". Al igual que se había hecho con la República Eslovaca, el dirigente alemán abogaba por dotar de cierta autonomía a pueblos como los escoceses, occitanos, catalanes, gallegos y vascos.
En consecuencia, ordenó la redacción de un informe que analizara la situación cultural y política del País Vasco: "De la reordenación de Europa los vascos esperan obtener el cumplimiento al menos de una gran parte de sus reivindicaciones nacionales. Por este motivo, y también conscientes de compartir los fundamentos de la visión racial, los vascos no se posicionan con rechazo ante los alemanes".
Xabier Landaburu, nacionalista vasco, a petición del lehendakari Aguirre, mantuvo contactos con miembros nazis. Ramón Labayen, quien fuera alcalde de San Sebastián entre 1983 y 1987, justificaba este hecho alegando que los alemanes eran el único pueblo que había tratado bien a los vascos tras la Guerra Civil.
De todos modos, estas conversaciones, decía Aguirre, debían llevarse a cabo "con cautela" e instaba a Landaburu a recoger toda la información posible para que posteriormente pudiera ser transmitida a los Aliados.
No obstante, la idea de una posible alianza vascoalemana se desvaneció por completo. La cúpula nazi concluyó que el pueblo vasco era "rojo y separatista" y a partir de 1942 el ejército alemán tuvo que enfrentarse a una Rusia que avanzaba sin freno. Además, un pueblo vasco que sufría el régimen de Franco jamás habría respaldado a un PNV colaboracionista con el Tercer Reich.
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