"Pero España ya tiene fronteras: / cordilleras de sangre, / valles de pobres huesos, / frías empalizadas de húmeros y tibias, / de dentaduras ordenadas, / solar solo de sepulturas". Tal vez esta estrofa, incluida en el poemario Vida bilingüe de un refugiado español en Francia, la esbozó Rafael Alberti en el avión que le sacaba de su tierra a principios de marzo de 1939, en un momento de silencio y dolor, de derrota. Junto a María Teresa León, su esposa, se despidió de su patria con una última y bella postal, la de la sierra de Aitana y sus flores rojas, nombre que brindaría a su futura hija, como ahora han hecho Pablo Iglesias e Irene Montero. ¿Pero qué esconde aquella historia? ¿Qué condujo a aquel adiós forzado?
Los pilares de la Segunda República estaban a punto de derrumbarse. Mientras cientos de miles de personas cruzaban la frontera por los Pirineos —con Antonio Machado y Manuel Azaña entre ellas— tras la toma de Cataluña por las fuerzas sublevadas y los Gobiernos de Reino Unido y Francia comenzaban a reconocer diplomáticamente al régimen de Franco, el Ejecutivo de Juan Negrín, sabedor de que la lucha no se podía sostener por la escasez de víveres, armamento y combatientes, trataba de ingeniar una utópica estrategia para alargar lo inevitable, la derrota.
El presidente republicano, tras entrevistarse con los jefes militares y políticos de los ya escasos territorios controlados por los republicanos —apenas resistía la zona centro—, decidió instalar el Gobierno en Elda (Alicante) el 25 de febrero de 1936. Era uno de los principales enclaves de producción de material bélico, situado en la carretera de Madrid a Alicante, y que se había librado de los ataques de la aviación rebelde. En la discreta finca de El Poblet, en el término municipal de Petrer, se estableció la residencia de Negrín, conocida en clave como Posición Yuste.
Las Escuelas Nacionales Emilio Castelar fue el lugar escogido para instalar la Subsecretaría del Ejército de Tierra, mientras que la cúpula del Partido Comunista Español se incautó y se instaló en un grupo de pequeñas casas concentradas en las cercanías de Elda, lo que se bautizó como Posición Dakar. Allí estaban Dolores Ibárruri, el ministro Vicente Uribe, el delegado de la Komintern Stepanov, el militar Enrique Líster; también el matrimonio de escritores de Rafael Alberti y María Teresa León.
En sus memorias, editadas por Renacimiento, Uribe, responsable de la cartera de Agricultura, se muestra crítico con la decisión de Negrín: "La particularidad que ofrecía este lugar es que no reunía ninguna condición para instalar un gobierno que se propusiera trabajar. Ni locales, ni edificios, ni nada. Lejos relativamente de todos los sitios, había una especie de palacio conocido entonces con el nombre de posición Yuste (...) Pero la particularidad realmente importante era que en su proximidad se encontraban dos aeródromos, con aviones dispuestos a despegar en cualquier momento".
El derrumbe
Y esas aeronaves apenas tardaron una semana en despegar. Tras celebrar varios consejos de ministros en los que se abordó la complicada reorganización del ejército y la situación de los exiliados, el día 5 marzo a Negrín y sus colaboradores les sorprendió la advertencia de un funcionario de que Unión Radio de Madrid estaba emitiendo un llamamiento contra el Gobierno: el general Segismundo Casado acababa de constituir el Consejo Nacional de Defensa a través de un golpe de Estado, confiriéndole la última puñalada a la maltrecha República.
Negrín y los que todavía resistían a su lado se vieron en una encrucijada total: o ellos también partían hacia el exilio o una nueva guerra civil estallaría en el seno de las propias fuerzas republicanas. El presidente optó por lo primero, y ordenó la partida el 6 de marzo por el pequeño aeródromo de El Hondón de Monóvar, un enorme llano de labor que apenas había sido utilizado durante la contienda.
El primer grupo en abandonar España hacia la ciudad argelina de Orán fue el de los comunistas, con la Pasionaria, su secretaria Irene Falcón o el ministro Uribe a la cabeza. Lo hicieron en varios aeroplanos Dragon Rapide, como el que Franco había utilizado en los primeros compases de la sublevación para salir de Canarias. El presidente Negrín, junto a su inseparable Álvarez del Vayo, despegó a primera hora de la tarde en un Douglas DC-2 de las Líneas Aéreas Postales Españolas (LAPE) con destino Toulouse (Francia). Ese mismo recorrido lo hicieron horas más tarde los últimos militares leales a Negrín: el coronel Hidalgo de Cisneros, jefe de la Aviación Republicana (al mando del aparato) y el comunista Enrique Líster.
Todos ellos, en aquel vuelo amargo, que certificaba el fin de la guerra, el adiós a su tierra —que para muchos sería definitivo—, contemplaron desde lo alto las flores rojas de una primavera marcada por la sangre, como las de los años anteriores, que se reproducían por toda la sierra de Aitana. Quienes más prendados se quedaron por aquel paisaje fueron Alberti y María Teresa León, poetas de la Generación del 27, quienes nombrarían, como recuerdo, como homenaje, como antídoto ante el olvido, Aitana a su hija, nacida en Buenos Aires en 1941. Ahora Pablo Iglesias e Irene Montero han querido hacer su particular homenaje a los exiliados y su odisea, de la que se cumplen ochenta años: