Juan Sebastián Elcano fue un marino que se alejaba de los estándares de aquella época. Nació en Guetaria, pueblo costero con siglos de historia en relación con la mar, pero el español pertenecía a una familia acomodada. No dominaba a la perfección el castellano, no por ser analfabeto, sino porque su primer idioma era el euskera.
Al igual que hicieron sus hermanos, el joven vasco también se enroló en barcos pesqueros y comerciales, por lo que adquirió gran experiencia marinera que le serviría en el proyecto que marcó su vida de forma inesperada. Además, sus participaciones en las campañas argelinas e italianas, organizadas por Fernando el Católico, le sirvieron para adentrarse en el ámbito militar.
No fue hasta 1519 cuando Elcano tuvo constancia de las intenciones de Fernando de Magallanes, quien trataba de encontrar una nueva ruta a las Indias Orientales desde Occidente y así evitar cruzar el continente africano y atravesar los dominios de los portugueses. Debido a las pocas probabilidades de éxito que tenía la expedición, no fue sencillo reclutar una tripulación experimentada —entre ellos había numerosos deudores y forajidos de la justicia—.
De esta manera, el marinero vasco de 43 años fue nombrado segundo de a bordo de la nave Concepción, una de las cinco que componían la campaña. Su capitán era Gaspar de Quesada y el piloto era el portugués Juan López de Carvalho.
Un viaje lleno de contratiempos
La travesía hasta el continente americano no fue sencilla; tormentas y borrascas hicieron creer más de una vez a la tripulación que acabarían naufragando en el Atlántico. Poco a poco, algunos tripulantes con autoridad comenzaron a cuestionar a Magallanes, quien decidió relegar a Juan de Cartagena por sus continuas faltas de respeto hacia el capitán general.
En abril de 1520, decidieron resguardarse en la bahía de San Julián, una "prisión de invierno" ubicada al sur del continente americano. Magallanes era consciente que la flota no podría volver a la mar hasta pasados unos meses. Los víveres escaseaban y muchos querían regresar a su patria querida —al fin y al cabo se había llegado más al sur que cualquier otro navío en una misión similar—. No obstante, el almirante no estaba por la labor de volver a casa sin haber finalizado la campaña.
Ante la desconfianza de la tripulación, escribió el austríaco Stefan Zweig en Magallanes: el hombre y su gesta (Capitán Swing), que al capitán general le asombró que, "siendo castellanos", demostraran tal flaqueza y que hubiesen olvidado que "emprendieron la expedición para servir a su rey y su patria".
Los intentos por calmar a los marineros reticentes fueron en vano y Juan de Cartagena, Gaspar de Quesada y Antonio de Coca, los tres capitanes del rey, se apoderaron de tres de los cinco barcos de la expedición. Aquí entraría en juego Juan Sebastián Elcano quien, rebelado contra su almirante, fue confiado a la nave San Antonio preparado para iniciar un posible ataque si la situación lo hubiese requerido.
La única sangre que se había vertido en la maniobra fue la de Juan de Elorriaga, un marinero apuñalado mortalmente por Gaspar de Quesada. Por lo demás, habían aherrojado a los portugueses, los más fieles seguidores de Magallanes. Cabe destacar que los capitanes del rey no pretendían combatir y contemplaban la posibilidad de negociar con el almirante. Su vacilación fue clave en su derrota. Magallanes, gracias a su temperamento y su experiencia en este tipo de situaciones adversas, consiguió recuperar el Victoria deshaciéndose de Luis de Mendoza y la ventaja volvía a correr a favor de quienes querían seguir con la ruta.
Quesada fue condenado a muerte y Juan de Cartagena y el clérigo Sánchez de la Reina fueron abandonados a su suerte en aquellas gélidas tierras. Por lo demás, el capitán general perdonó la vida a 40 marineros necesarios para el viaje, entre los cuales se encontraba Elcano.
El ascenso de Elcano
Aunque la llegada al Pacífico había resultado una ardua tarea, todo se complicaría todavía más con la muerte de Magallanes, provocada por un enfrentamiento armado con unos indígenas en la isla de Mactán, Filipinas.
Solo quedaban dos barcos: el Trinidad y el Victoria —el primero capitaneado por Gonzalo Gómez de Espinosa y el segundo por Juan Sebastián Elcano—. En diciembre de 1521 se descubrió una vía de agua en la Trinidad, por lo que optaron por reparar la nave mientras el Victoria seguía su curso hacia España.
Así, de forma inesperada, el vasco que previamente se había sublevado contra Magallanes, se convirtió en el líder de la expedición. Atravesó el Índico y bordeó África hasta que llegó a España el 6 de septiembre de 1522. De los más de 200 marineros que habían iniciado el proyecto solo volvieron 18 famélicos hombres que, tripulados por Elcano, habían dado la vuelta al mundo y habían demostrado que la Tierra era esférica. Una vez se le llamó para impedir que Magallanes realizara su campaña y el destino lo eligió para dar remate a esa misma idea a la que se había opuesto.