El nombre de Nadia, variante del ruso Nadezhda, significa "esperanza". Durante los primeros años de la Revolución rusa fue una de las esperanzas ideológicas y pedagógicas para el pueblo ruso. Nadia Krúpskaya había nacido en 1869 en San Petesburgo en el seno de una familia noble empobrecida y su padre falleció cuando la joven apenas tenía 14 años.
Las últimas décadas del siglo XIX ruso se vieron envueltas en un auge político, y a la vez clandestino, de movimientos que rechazaban el zarismo y defendían un cambio sustancial en un sistema anacrónico cuasi feudal. De esta forma, se acercó a los postulados tolstoianos aunque pronto se desmarcaría debido al pacifismo que predicaba.
Fue en febrero de 1894 cuando conoció a un hombre que cambiaría el curso de la Madre Rusia. Ese hombre era Vladimir Ilich Uliánov o, mejor conocido, Lenin. A lo largo de estos años fue clave en los círculos obreristas en los que también participó su futuro marido y fue encarcelada dos veces hasta que finalmente se le condenó al exilio.
Aquel fue el inicio de la longeva relación entre Lenin y Nadia. En Siberia tradujo la obra de Beatrice Webb La historia del sindicalismo y fue revisora del libro que publicaría Lenin en 1899: Desarrollo del capitalismo en Rusia. Nadia Krúpskaya compaginó la vida política e intelectual a la vez que se dedicó a su marido. De hecho, sin las aportaciones de la "primera dama" de Lenin, concepto que ambos se tomaban con humor, no hubiese sido posible la revolución.
Además, tal y como recoge su libro de memorias Recuerdos de Lenin, el líder bolchevique consultaba a la revolucionaria acerca de su trabajo en la escuela y factorías cercanas, pues le interesaba enormemente "conocer las condiciones de la clase obrera". Finalmente, tras el éxito de la Revolución en 1917, Nadia se convirtió en una de las principales responsables de la creación del sistema educativo soviético y pionera del desarrollo de las bibliotecas rusas.
Luchó firmemente contra el analfabetismo del país, mayoritario en la población en la época zarista y defendió en todo momento la emancipación de la mujer. En tan solo veinte años el 75% de la población rusa aprendió a leer y a escribir gracias, en parte, a las reformas de Krúpskaya. Asimismo, fue la impulsora del Día Internacional de la Mujer, el cual se celebró por primera vez en 1913.
La enfermedad de Lenin a partir de 1922 le llevó a Nadia a cuidar de su marido, a quien acompañó hasta su último suspiro en el lecho de muerte. Aquel 21 de enero de 1924 el matrimonio de 25 años terminó con el fallecimiento del comunista ruso.
El testamento de Lenin
Una vez muerto Lenin comenzaron las luchas internas por el poder político. Desde un principio la viuda revolucionaria defendió a Kámenev y Zinóviev, quienes criticaban los planteamientos de Stalin.
No dudó en plantar cara al que sería el líder de la Unión Soviética y se escudaría para ello en el testamento de su difunto marido, un documento que los comunistas trataron de ocultar por todos los medios. En él, Lenin sugería que Stalin fuera removido de su puesto como Secretario General del Partido Comunista de la Unión Soviética.
Uno de sus últimos actos de rebeldía fue sacar clandestinamente del país este mismo escrito. En 1926, el testamento de Lenin fue publicado en el New York Times y, aunque dentro de la Unión Soviética este acto pasó desapercibido, la prensa internacional se hizo eco de la desconfianza de Lenin hacia el georgiano Stalin.
Sin embargo, los problemas de salud y el ascenso del nuevo dirigente de la URSS le obligaron a desistir en su oposición activa. Recibió numerosos cargos honoríficos hasta su muerte, pero la realidad es que carecía de poder alguno y representaba simplemente el apoyo simbólico de la viuda de Lenin.
Por su septuagésimo cumpleaños, varios bolcheviques veteranos le organizaron una fiesta de la cual tuvo que retirarse por sentirse indispuesta. Fue trasladada inmediatamente al hospital del Kremlin, donde falleció de un embolismo abdominal. Murió a las seis de la mañana el 27 de febrero de 1939, un día después de haber cumplido 70 años. Su figura fue prácticamente olvidada en la época del estalinismo y no sería hasta la llegada de Nikita Khrushchev cuando se recuperaría la obra de Nadia Krúpskaya.