Cada año, como si del eterno retorno se tratara, el 12 de octubre se convierte en un debate mediático y social tanto en España como en el continente americano. En 1492 Cristóbal Colón llegó a América y desde entonces, fundamentalmente desde el siglo XX, ha existido una vertiente revisionista que critica el genocidio de los indígenas.
Por ejemplo, el catedrático de Historia Moderna Antonio Espino López defiende en La conquista de América: Una revisión crítica (RBA Ediciones, 2013) que al arribar a la costa del Nuevo Mundo los conquistadores españoles procedieron a asesinar, ejecutar, mutilar y violar. Mientras tanto, María Elvira Roca Barea, en Imperiofobia y Leyenda Negra (Siruela, 2016), trata de desmontar a aquellos que tachan de genocida la conquista de América.
En esta ardua lucha intelectual y popular, que se remonta principalmente a los primeros años del siglo XVI, a menudo se ignora que los españoles permanecieron en América hasta 1898 —Cuba y Puerto Rico—. En esta longeva estancia española hubo un hombre que hoy en día ha sido condenado. Un hombre que se llamaba Miguel José Serra Ferrer, conocido mundialmente como Fray Junípero. En 1749, a sus 36 años, el mallorquín partió hacia el Virreinato de la Nueva España (México) junto a veinte misioneros franciscanos. Hicieron escala en Puerto Rico, donde aprovecharon para predicar la palabra de dios entre los indígenas.
Pero si por algo es conocida la figura de Fray Junípero es por su campaña en la actual California. Allí, a diferencia de los nativos mexicanos, no conocían la agricultura —exceptuando áreas desérticas específicas— y se alimentaban de frutas, raíces, y de la caza. A lo largo de la extensa costa oeste fundó numerosas misiones con santuarios y construcciones que siguen en pie a día de hoy. La Misión de San Diego de Alcalá de 1769, la Misión de San Antonio de Padua de 1771 y la Misión de San Juan Capistrano de 1776 fueron varias de sus iniciativas.
El fraile franciscano fallecería a miles de kilómetros de su verdadero hogar con la firme convicción de que predicar el cristianismo a los nativos americanos, siguiendo la predicación de Jesús: "¡Vayan!, ¡Anuncien! La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive tan solo dándola, dándose". Ni siquiera el asesinato de su amigo Luis Jaime generó en las carnes del fraile la sed de venganza hacia los indígenas.
Daño a los indígenas
Fue en 2018 cuando la Universidad de Stanford (California) inició la polémica. Bajo un comité formado por trabajadores del centro, estudiantes y abogados optaron por eliminar cualquier estatua, símbolo o imagen que concerniera a Junípero Serra. Explicaban en su web que la labor del fraile no tenía relación con la institución y que debían "reconocer el daño hecho a la población indígena, que continúa afectando a los nativos americanos de la actual comunidad de Stanford". Asimismo, añadían que pese a reconocer la relevancia histórica de las misiones, "los registros históricos confirman que el sistema de misiones infligió enorme daño y violencia".
No fue el único caso. En la ciudad de San Francisco, el mismo año, se retiró una estatua en la que aparecía Fray Junípero inclinado mirando al nativo americano, lo cual indicaba, según colectivos defensores de los derechos de los indígenas, una actitud paternalista y abiertamente racista.
Así, una personalidad que jamás participó en ninguna conquista ni en la esclavitud de los indios ha sido reconvertido en un ser marginado y criticado más allá del charco. De hecho, hasta los últimos años Fray Junípero, que fue canonizado por el papa Francisco en 2015, es el único español de la historia que tiene una estatua en el Salón Nacional de las Estatuas situado en el Capitolio. Es allí donde se exponen a las personalidades más ilustres de los Estados Unidos y cada estado tiene derecho a proponer dos nombres. ¿Quién sabe si este 12 de octubre la estatua de fray Junípero que se encuentra en el pasillo principal y fue propuesta por el estado de California será objeto de polémica por unos crímenes que no cometió?