En marzo de 1557, Felipe II se embarcó en Calais rumbo a Inglaterra para visitar a su segunda esposa, María Tudor. Entre los integrantes de su séquito se encontraban su hermana Margarita de Parma, hija ilegítima de Carlos V, y su sobrino Alejandro Farnesio, de once años, que causó una profunda impresión a la reina inglesa al charlar con ella en latín y mostrarle su educación literaria. El joven, en aquel entonces, tenía el privilegio de entregarle a su tío la servilleta durante la comida real y acompañarle a la misa diaria.
Pero quien comenzó su vida adulta como un cortesano de la corte, la terminaría, a los 47 años, como el comandante militar que más victorias brindó a Felipe II. Un hombre noble y valeroso, forjado en la batalla de Lepanto, que alcanzó su mayor prestigio en la Guerra de Flandes, de donde fue gobernador desde 1578 hasta su muerte en diciembre de 1592; una de las cabezas principales de la fallida Gran Armada que pretendía invadir Inglaterra en 1588 y fiel defensor de los intereses de su rey en la guerra de religión en Francia.
Un general brillante en el plano táctico y también a nivel diplomático, con una biografía asombrosa; implicado directamente en los principales acontecimientos bélicos que marcaron el devenir del Imperio español en la segunda mitad del siglo XVI. Un baluarte de las aspiraciones de Felipe II, a quien se mantuvo leal y obediente a pesar de sus imprudencias, pero siempre manifestándole sus dudas y opiniones con sinceridad. Un personaje, pese a todo, que ocupa un lugar bastante olvidado en la historiografía española.
"Tengo al príncipe de Parma mi sobrino por verdadero hijo, y le amo como a tal", llegaría a decir el propio monarca. Alejandro Farnesio, después de formarse en las cortes de Bruselas, Londres, Toledo y Madrid, regresó a su ciudad natal, ya casado con María de Portugal, a los 21 años. Obtuvo a mediados en 1571 el permiso real para unirse a su otro tío, don Juan de Austria, en su aventura en el Mediterráneo contra la expansión turca.
Tomó parte en la batalla de Lepanto, embarcado en la capitana de la escuadra de Génova, logrando capturar la galera que guardaba el tesoro de la flota de Alí Pachá. Don Juan de Austria destacaría el comportamiento valeroso de Farnesio en su informe a Felipe II, quien centraría sus esfuerzos en Flandes en 1577 después de firmar una tregua con el Imperio otomano, conocida como la paz de Don Martín. De hecho, cuando don Juan fue nombrado gobernador de la región flamenca, reclamó al rey que le enviase al duque de Parma, título que ostentaría desde 1586, como lugarteniente.
Desde el primer momento, Farnesio fue un apoyo decisivo para su tío en la guerra contra los rebeldes de los Estados Generales, encabezada por Guillermo de Orange, triunfando con audacia y resolución —también con inflexibilidad— en distintas batallas y ganándose el sobrenombre de "Rayo de la Guerra". A la muerte de don Juan en octubre de 1578, y en una situación crítica, Felipe II nombró al militar, a sus 33 años, como nuevo gobernador de Flandes.
En el plazo de un año, logró consolidar el territorio con la conquista de Maastricht (1579) —ciudad que asaltó en día de mercado, para que hubiese más bocas que alimentar y reducir las provisiones de forma más rápida— y un acuerdo de paz con las provincias católicas del sur, conocida como Unión de Arras. El cénit de su carrera en Flandes, no obstante, sería la toma de Amberes en 1584, haciendo uso de sus avanzadas dotes de estratega. De hecho, sus soldados se quejaban de trabajar más con la pala que con las picas; pero lo cierto es que Farnesio sabía que una guerra también se podía ganar rompiendo un dique o desviando un río.
La Gran Armada
Mientras tanto, las relaciones con Inglaterra se tensaban: la protestante Isabel I había ordenado ejecutar a su prima María, católica y reina de Escocia, en 1587, mismo año en que el pirata Drake atacó Cádiz. Estos sucesos empujaron definitivamente a Felipe II a organizar la "empresa de Inglaterra", por lo que le solicitó a Farnesio que elaborase un plan de invasión. Sin embargo, este percibió con claridad el riesgo de fracaso de la Gran Armada, advirtiéndoselo al rey, y aconsejándole que optase por las negociaciones de paz con la monarca inglesa.
Pero Felipe II mantuvo una actitud intransigente y ordenó el ataque sobre la isla de una flota que partiría de Lisboa comandada por el duque de Medina Sidonia y a la que deberían unirse los Tercios de Farnesio desde los Países Bajos. El resultado de la empresa fue un fracaso por varios motivos: la bicefalia del ataque, la falta de comunicación, las malas condiciones meteorológicas y la acertada defensa inglesa, entre otras razones. La Gran Armada fue el primer gran borrón en la hoja de operaciones del general, viendo dañado su prestigio y mermada su relación con el rey.
"Se le acusaba de no haber respondido a las misivas del duque y de no haber tenido listas las tropas para embarcar cuando la Armada llegó a Calais. Se le llegó a tachar de traidor al rey y de que su actuación había estado motivada por la ambición de convertirse en el soberano de Flandes en connivencia con Isabel I o por despecho contra Felipe II porque su hijo Ranuccio hubiera sido privado de sus derechos al trono de Portugal, o que el propio Farnesio sospechara que iba a ser sustituido como gobernador de Flandes", escribe Luis de Carlos en Alexander (Crítica), su biografía sobre Farnesio y que lleva por título el epitafio que acompaña su austera tumba en Parma.
Agotado por tantas batallas y viajes, Farnesio fue diagnosticado de hidropesía, una enfermedad que se produce como consecuencia del mal funcionamiento de los órganos vitales, en 1589. Aun así, sería reclamado una vez más por Felipe II y su nuevo aliado, la Liga Católica, para combatir contra Enrique IV, quien rehusaba convertirse al catolicismo, por el trono de Francia. El duque de Parma liberó París y regresó a los Países Bajos con muy pocas bajas en su ejército en apenas cuatro meses, firmando una victoria aplastante.
Allí se encontró con otro frente que apaciguar: la ofensiva de Mauricio de Nassau, hijo de Guillermo de Orange, gran antagonista de Farnesio en su día, que ponía en riesgo las posiciones españolas. No pareció importarle demasiado esa situación a Felipe II, que volvió a reclamar al parmesano en Francia. En Caudebec, en 1592, Farnesio fue herido por una bala de arcabuz que se alojó en un antebrazo mientras realizaba una exploración. Hubo de someterse a una dolorosa operación, pero la herida se le infectó y contrajo una fiebre elevada.
Las conspiraciones seguirían avivándose en su contra, llegando a perder la confianza de su rey y tío. El 20 de febrero de ese mismo año, Felipe II mandó redactar una carta en la que apartaba a Farnesio del gobierno de Flandes y ordenaba su regreso a España; una misiva que nunca llegaría a su destino. Alejandro Farnesio, uno de los grandes personajes históricos del siglo XVI y uno de los mejores generales de su tiempo, falleció en la noche del 2 al 3 de diciembre tras sufrir una crisis cardíaca, lejos de los campos de batalla que le habían dado fama.