"Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie", afirmaba el filósofo alemán de origen judío Theodor Adorno. Sin embargo, en aquel infierno donde fueron asesinadas millones de personas por los nazis, hubo unos pocos que supieron buscar una luz que alumbrara aquel horror —quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo, diría Nietzsche—.
Así, The New York Times narra la historia de dos amantes que se conocieron en Auschwitz y que una vez finalizada la guerra sus caminos se separaron. Tuvieron que pasar 72 años para volver a encontrarse y rememorar lo vivido y lo sufrido siete décadas antes. Por aquel entonces David Wisnia tenía 17 años y Helen Spitzer 25. No eran prisioneros comunes. Él, que era el encargado de recoger los cuerpos de los judíos que se habían suicidado, terminó siendo elegido para entretener a los oficiales nazis cuando descubrieron que era un cantante talentoso. Ella era la diseñadora gráfica del campamento, lo cual le permitía asearse y tener otros "privilegios" que los demás prisioneros no tenían.
Fue ella quien se fijó en él y quien se dedicó a manipular registros y documentos para salvar al joven del cual se había enamorado. La primera vez que hablaron era 1943 y poco a poco comenzaron a verse a escondidas entre el crematorio 4 y 5. Acostados, solían hablar de su pasado y de los familiares que habían perdido durante la guerra. Llegaron a planear una vida juntos fuera del campo y, por si el conflicto les obligaba a tomar diferentes caminos, acordaron reunirse en Varsovia.
A partir de 1944 el ejército alemán retrocedía y era cuestión de meses que los Aliados, soviéticos desde el este y americanos y británicos desde el oeste, llegaran a la capital. Entre tanto caos y ejecuciones en masa ocurrió lo que los amantes tanto temían. Muchos prisioneros, entre ellos la joven pareja, fueron desplazados y no tuvieron la oportunidad de reencontrarse o de saber de su paradero. David rehizo su vida en Estados Unidos y Helen dedicó su vida a causas humanitarias por todo el globo —cada uno creó su propia familia—.
Pero David tenía una última pregunta que hacer antes de que alguno de los dos abandonara el mundo de los vivos. ¿Por qué había sobrevivido? ¿Acaso su amante, quien gozaba de mayor libertad dentro del campo, tenía algo que ver? Fue en 2016 cuando por fin decidieron reunirse. Hablaron durante dos horas; recordaron su juventud, mencionaron sus carreras profesionales e incluso bromearon como lo solían hacer 72 años antes. Hablaron hasta que David se atrevió a lanzar la pregunta que le había estado rondando la cabeza tanto tiempo. Helen levantó la mano y enseñó los cinco dedos: "Te salvé la vida cinco veces".
Nunca más se volvieron a ver pese al amor que sentían el uno por el otro. Helen murió a la edad de 100 años en 2018, dos años después de que David tuviera la oportunidad de darle las gracias por haberle salvado la vida. Había llegado a tiempo.