Un abismo las separa: mientras las milicianas se revuelcan en la tierra de las trincheras y empuñan sus fusiles, las mujeres del bando franquista son conminadas a la oración y a ejercer la buena maternidad, es decir, a los cuidados del hogar y de los hijos. Unas mueren en el frente, las otras lamentan la bala que se le alojó al esposo en el pecho. Son las dos visiones femeninas de la guerra, de una guerra que también las salpicó a ellas, que las empujó a los frentes, a sobrevivir a las bombas o a auxiliar a sus víctimas. Pero una contienda que acentuó la brecha entre el empoderamiento y tradicionalismo.
Esa es la lectura que se desprende de un nuevo espacio expositivo permanente que ha inaugurado este viernes el Museo Reina Sofía bajo el título de Frente y retaguardia: mujeres en la Guerra Civil, que busca poner en valor los cometidos desempeñados por las féminas en la contienda, desde las artistas que contribuyeron a la lucha por el relato hasta las jóvenes que fueron destinadas a las fábricas y a los talleres para participar en la cadena de producción de armamento.
Pero hay un problema: el "papel activo" que se pretende ensalzar, en palabras del director Manuel Borja-Villel, no fue el mismo en ambos bandos. La balanza está claramente inclinada hacia el lado izquierdo. O al menos eso es lo que se deduce de la relación de piezas artísticas reunidas en esta pequeña sala del edificio Sabatini: las del lado republicano son todas creaciones de mujeres —fotografías, carteles, grabados—; en las de la España de Franco, ellas tan solo alcanzan el grado de protagonismo de postales y cuadernos propagandísticos, como sujetos pasivos.
"No hay producción artística de mujeres en el bando franquista, la mayoría de obras expuestas hacen referencia a la religión", lanza Concha Calvo, jefa de Fotografía del Departamento de Colecciones del Museo Reina Sofía y organizadora de este nuevo espacio. "Hemos querido mostrar ese contraste entre la situación de ambas mujeres, de cómo fueron retratadas".
Las protagonistas identificables del museo son las fotorreporteras Kati Horna y Gerda Taro —a quien le han sido atribuidas tres fotografías cuya autoría le correspondía antes a Robert Capa, su pareja—, extranjeras que retrataron con sus cámaras los devastadores efectos materiales y humanos de la Guerra Civil. También las artistas Pitti Bartolozzi, autora de la serie Pesadillas Infantiles, expuestas al lado del Guernica en la Exposición Internacional de París de 1937; y Juana Francisca, cartelista de estampas feministas y miembro de la Unión de Muchachas, colectivo que terminaría integrándose en la Agrupación de Mujeres Antifascistas.
En el otro lado reina el anonimato con la proyección de la colección de postales Mujeres de la Falange, con fotografías de José Compte, jefe de la sección de fotografía del Servicio Nacional de Propaganda, en el verano de 1938. "Se trata de composiciones teatralizadas, que siguen la estética moderna difundida por la nueva objetividad y que ponen de manifiesto los ideales de religiosidad, maternidad, abnegación y sacrificio", relatan desde el Reina Sofía.
Ese vínculo con la religión católica también es palpable al contemplar ejemplares de otras publicaciones como Y: Revista para la mujer, Revista de la mujer nacional sindicalista o las de la Sección Femenina. Algunas de estas piezas recuerdan el papel desempeñado por las trabajadoras del Auxilio Social, organización fundada en octubre de 1936 por Mercedes Sanz-Bachiller que atendía a las víctimas de los territorios que los sublevados iban conquistando.
Horna por primera vez
Además del reconocimiento que se le brinda a Gerda Taro, la otra gran protagonista de este espacio femenino es Kati Horna. La fotorreportera, nacida en Budapest e iniciada en el arte de la fotografía por el retratista József Pécsi, llegó a España en enero de 1937 para cubrir la guerra tras un encargo de las Oficinas de Propaganda Exterior de la CNT y la Federación Anarquista Ibérica. Sus instantáneas, enfocadas en la vida cotidiana, fueron impresas en revistas como Umbral, Tierra y libertad, Tiempos Nuevos o Libre Studio. También cultivó fotomontajes inspirados en el surrealismo, vanguardia con la que había tratado en París.
El Reina Sofía adquirió en 2017 a la familia de Kati Horna una parte del trabajo de la fotógrafa, que ahora ha colgado en sus paredes por primer vez. ¿Intentará el museo hacerse con los más de 500 negativos de Horna que una investigadora española ha localizado recientemente en Ámsterdam, en unas cajas de madera de la CNT? "La idea es ampliar la colección al máximo posible", responde de forma escueta Manuel Borja-Villel, director de una institución que se suma al movimiento feminista con un largo programa de actividades, con "una forma de pensar".