Hace aproximadamente un siglo una gran gripe asoló al mundo entero. Se desconoce exactamente de donde provenía. Investigadores han ubicado el origen del brote en Asia, centro de Europa o al noreste de Francia, donde había una gran afluencia de soldados de distintas partes del país debido a la Gran Guerra. Lo cierto es que desde marzo de 1918 existen casos de la conocida como gripe española.
Pese a su nombre, la enfermedad no tenía nada que ver con España. De hecho, el primer caso español se documentó en Madrid en mayo de 1918, meses después de haberse diagnosticado en otros rincones del mundo. La cuestión era que las potencias que participaban en aquel momento en la Primera Guerra Mundial hicieron todo lo posible por ocultar las noticias sobre la enfermedad. La censura reinaba en todo el mundo. Sin embargo, España se mantuvo neutral durante el conflicto y no hizo nada por esconder las elevadas cifras, por lo que se creó la falsa creencia de que España era el país más castigado.
Los síntomas iniciales eran similares a los de cualquier otra gripe: fiebre, irritación de garganta o dolor de cabeza. Después, y de forma repentina, los enfermos sufrían pérdida de audición, mareos, convulsiones y hasta visión borrosa. Asimismo, aparecían manchas oscuras por todo el cuerpo. Durante los años que duró la pandemia, en diversas esquinas de los espacios públicos podían observarse carteles que instruían a los ciudadanos acerca de cómo prevenir la influeza.
Medidas de prevención
La pandemia se llevó consigo alrededor de 50 millones de personas. Cada país trató de evitar el contagio masivo a su manera. No era de extrañar ver a la gente con mascarillas o impartir las clases al aire libre, con el pretexto de que el aire exterior impedía cualquier infección. Por ejemplo, en la ciudad de San Francisco se multaba a todo aquel que no llevara una mascarilla puesta.
En Reino Unido, donde fallecieron aproximadamente 250.000 ingleses y tal y como recoge el historiador y columnista británico Ben Macintyre en The Times, se recomendó dejar de dar la mano a la hora de saludarse y no besarse con nadie. La enfermedad azotó a la isla en primavera de 1918 aunque el momento más catastrófico llegaría a finales de año, donde la tasa de mortalidad y de afectados ascendería enormemente.
Sin embargo, pese a las bajas, solo los centros de educación primaria se vieron cerrados. Los colegios de secundaria, así como cines e iglesias, estuvieron abiertos casi en su totalidad durante los dos años de gripe española. Sí que se pospusieron los entierros y muchos líderes de opinión y doctores recomendaron todo tipo de excentricidades sin fundamentar para evitar el contagio: whisky, cebolla y hasta cigarrillos.
Asimismo, el propio medio The Times asoció en su momento esta enfermedad a una pandemia mental, que acumulaba el cansancio de años de guerra y que no existía en ningún caso. De esta forma, quien enfermase se consideraría antipatriótico.
Era evidente que la sociedad mundial del momento no estaba preparada para una enfermedad de tales magnitudes. Ni la higiene ni los avances médicos estaban a la altura. No obstante, ya en 1920, tras dos años de epidemia y cientos de países afectados, la mundialmente conocida como gripe española desapareció por sí sola.