Corría el año 1720. Por aquel momento, España gozaba de una relativa paz y estabilidad después de una guerra por el trono. Los Habsburgo habían caído y la casa borbónica era la casa que regiría España a partir de entonces. Felipe V se convertiría de este modo en el primer Borbón de España.
Su adaptación al país fue toda una odisea. Nunca terminó de superar el que le sacasen de la corte de Francia siendo tan crío para abandonarlo en una tierra extranjera. No conocía a nadie. Ni siquiera sabía bien español. Actualmente, se le ha llegado a achacar un trastorno bipolar trufado por neurosis y episodios maníaco-depresivos.
Pese a su incomodidad al mando de un país, supo y actuó de manera efectiva a un enemigo común: la peste. En 1778, Pedro Arrivas Moral afirmaba en su obra Modo útil de dar de comer a los pobres. Instrucción directa a nuebas Poblaciones para el aumento de Havitantes y Agricultura de estos Reynos que "hacía muchos años que por la misericordia de Dios no había habido peste en España". Pero, lejos de responsabilidades divinas, fue el monarca quien actuó en defensa de su nuevo pueblo español.
El brote lo originó el Gran San Antonio el 25 de mayo de 1720. El barco, cargado de finas sedas y fardos de algodón, atracó en el puerto de Marsella. Toda la mercancía estaba contaminada por el bacilo de Yersin, responsable de la peste, y poco a poco la epidemia se extendió por toda la ciudad. Se llevó consigo la vida de casi la mitad de la ciudad francesa y en la Provenza fallecieron alrededor de 100.000 personas.
Tal y como explica el profesor de Historia Moderna en la Universidad Autónoma de Barcelona José Luis Beltrán Moya en su libro Historia de las epidemias (Esfera), las nuevas autoridades borbónicas españolas siguieron atentamente la evolución de la enfermedad en el sur de Francia. "Por primera vez, fruto de la centralización administrativa surgida a raíz de la Guerra de Sucesión, se estructuró una política preventiva a escala nacional con la creación de una Junta Suprema de Sanidad y de una serie de juntas locales en las costas mediterráneas", escribe.
Tal y como explica José Luis Beltrán Moya en una entrevista concedida a EL ESPAÑOL, ya desde el siglo XVI habían comenzado a desarrollar planes preventivos y de control de las mercancías a nivel local. Sin embargo, con Felipe V, dicho control pasó a ser responsabilidad directa del Estado. "Se es muy consciente que una enfermedad que alcanza un reino amenaza su riqueza y prosperidad", explica el profesor.
Así, se coordinaron comités de vigilancia de los pasos fronterizos y de los puertos marítimos, tanto de viajeros como de mercancías, y evitar que la peste que había afectado al país vecino no tuviera gran repercusión en España.