"París ha sido liberada por ella misma", pronunciaba el general Charles de Gaulle tras recuperar la capital francesa de las garras de los alemanes. Esas siete palabras de quien más tarde fuera primer ministro de Francia resumen el ansia de protagonismo de un país que pretendía acaparar la responsabilidad y el mérito de su propio sino.
Dicen que la Historia la escriben los vencedores. Lo cierto es que en el caso de Francia, tras la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, buscaron recomponer el orgullo y el respeto francés glorificando sus propias hazañas y escondiendo la colaboración de grupos que habían combatido codo con codo con ellos. Con bordados republicanos sobre el uniforme, había sido el blindado Guadalajara, ocupado enteramente por extremeños, el primer tanque en llegar a la plaza del Ayuntamiento.
Los españoles no solo habían liberado París, sino que desde la derrota republicana frente a los sublevados franquistas habían sido los precursores de la Resistencia francesa. Explica la periodista y escritora Evelyn Mesquida en una entrevista concedida a EL ESPAÑOL que existen incontables historias de españoles republicanos en Francia y que "es necesario sacarlas a la luz". Estas hazañas son una realidad histórica y, según Mesquida, "tienen que estar presentes en los libros de texto y en los colegios".
Ella relata las vidas de estos españoles en su último libro Y ahora, volved a vuestras casas (Ediciones B). Entre todos los héroes que arriesgaron sus vidas por la libertad en un país que no era el suyo, se encontraba Roque Carrión, comandante y héroe en la Segunda Guerra Mundial que fue destituido de su cargo por querer conservar su nacionalidad española.
Roque Carrión nació en Cartagena el 14 de febrero de 1916 bajo el seno de una familia católica. Ya desde pequeño sintió un amor incondicional por el vasto cielo y soñaba con ser piloto de aviación, un sueño difícil de alcanzar para un joven proveniente de una familia tan modesta como la suya. Finalmente consiguió ingresar en la escuela de San Javier, donde a sus 22 años se formó como piloto de aviones, hidroaviones y bombarderos ametralladores.
El 18 de julio estalló la Guerra Civil española y Carrión decidió incorporarse a la defensa del Gobierno legítimo de la República. De esta manera, en septiembre de 1936, junto con otros seis compañeros, fue destinado a Cuatro Vientos. Tal y como narra Mesquida, aquel antiguo aeropuerto madrileño disponía de "un puñado de aviones Potez, viejos y en mal estado, en los que tuvieron que volar casi continuamente, enfrentándose a pilotos italianos y alemanes que pilotaban aviones técnicamente muy superiores".
Una velada con Stalin
Su gran proyección militar hizo que Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire, enviara a Carrión y a otros camaradas a la Unión Soviética a perfeccionarse como pilotos. Explica la escritora que tal formación tuvo lugar en Kirovabad (en el Cáucaso), en una escuela especialmente dedicada al adiestramiento de los aviadores españoles, y que dicha formación estuvo financiada con el oro del Banco de España.
Fue allí donde pudo manejar por primera vez aviones rusos como los Gorki o los Polikárpov. Incluso Joseph Stalin, principal interesado en el desarrollo de la guerra en España por su apoyo a la República, quiso celebrar una comida con los españoles. Al parecer, el líder de la URSS comió demasiado hasta sentirse indispuesto. Enfermó y llamaron a su médico. "Parece ser que lo que sucedía era que Stalin había engordado demasiado", escribe Evelyn Mesquida.
A su regreso, ascendido al grado de teniente, Carrión participó activamente en las batallas de Guadalajara, del Ebro y de Belchite. El 7 de febrero de 1939 la victoria del bando sublevado era casi evidente —tan solo faltaban dos meses para que Francisco Franco difundiera el último parte de la Guerra Civil española— y el cartagenero se vio obligado a abandonar el país.
Entró en Francia por Le Perthus y fue inmediatamente trasladado al campo de concentración de Arguelès-sur-Mer. De allí sería enviado al campo de Agde y después al de Gurs. Hubo varios intentos de fuga pero al final salió de aquel infierno legalmente en junio de 1941. Después de luchar contra el fascismo en España le tocaba hacerlo en Francia. Fue conducido a Bretaña, a la base submarina de Keroman, y desde allí realizaron numerosos sabotajes. Fue descubierto por los nazis y condenado a muerte por la Kriegsmarine (Marina de guerra alemana) pero jamás dieron con él.
Comandante Icare
A partir de 1943 se incorporó a los maquis, donde comenzaría a ser conocido con el nombre de Icare. Organizó el Segundo Batallón FTP (Francotiradores y Partisanos), y en 1944 se convertirían en el Undécimo Batallón FFI (Fuerzas Francesas del Interior). En dicho batallón destacó la presencia de 230 españoles de un total de 1.200 soldados.
Durante todos esos años en activo puso sus conocimientos militares al servicio de la Resistencia. En uno de los bombardeos que sufrió el Undécimo Batallón resultó herido en combate. Lejos de retirarse, continuó al pie del cañón. Su misión consistía en asegurar la protección de la región de Rostrenen y Mûr-de-Bretagne pero decidió pasar a la ofensiva y liberó su sector antes de que llegaran los americanos. Todas estas actuaciones le llevaron a ser recompensado con una mención honorífica y la concesión de la Cruz de Guerra con estrella de bronce.
En diciembre de 1944, al igual que todas las demás unidades de la Resistencia FFI, su batallón fue disuelto. Roque Carrión fue ascendido a comandante del Ejército del Aire francés y destinado al Estado Mayor de la Decimonovena Región Militar de Montpellier. "En su nuevo puesto le pidieron nacionalizarse francés pero, como el nuevo comandante decidió conservar su nacionalidad española, fue destituido del cargo en abril de 1945", subraya Mesquida.
La guerra terminó y Carrión, conocido hasta la fecha de su muerte como Comandante Icare por sus compañeros y amigos, se instaló en Lanester, un pequeño municipio donde se casó y tuvo tres hijas. Había cruzado los cielos y combatido en el lodo con sus compañeros. Había ganado Cruz de Guerra con estrella de bronce y ascendido a comandante. Pero su nacionalidad española impidió su progresión. Tras varios empleos esporádicos se hizo taxista. Cambió el cielo por la carretera.
Tal y como declara una de sus hijas en Y ahora, volved a vuestras casas, los campos en los que estuvo encerrado, el trato por parte de los franceses y su destitución entristecieron a un piloto que combatió junto a ellos durante años. "Mi padre era conocido, pero no reconocido". Y es que Carrión, en entrevistas concedidas a periódicos franceses, siempre lamentó que Francia se hubiera comportado tan mal con los españoles: "Francia era un referente moral e intelectual para los españoles y este país fue capaz de encerrar en verdaderos campos de concentración a soldados de un ejército regular que habían defendido la libertad y la democracia".
Tendrían que pasar varios años para que le reconocieran con la Cruz de combatiente voluntario de la Resistencia y con el grado de Caballero de la Legión de Honor. Cuando murió el 6 de diciembre de 1995 en Lanester, en el estuche donde debía guardar la Legión de Honor no se encontraba la medalla. En el estuche su familia solamente encontró un negativo de una fotografía suya con uniforme de piloto.