Ramon Serrano Súñer fue durante los primeros años de dictadura franquista uno de los hombres de confianza de Francisco Franco. Pertenecía al ala más derechista del gobierno, sintiendo gran simpatía hacia Hitler y sus políticas nacionalsocialistas. La Gestapo estableció una oficina en la embajada alemana de Madrid gracias a las reuniones de Himmler con el cuñado del dictador en la capital y estuvo presente en la reunión de Hendaya de 1940, donde todo indicaba que España iba a entrar en la II Guerra Mundial.
Serrano Súñer llegó a viajar a Alemania ese mismo año, donde paseó por Berlín visitando, junto a Heinrich Himmler, la mano derecha del führer, los diferentes monumentos y lugares importantes de la capital. Desde el principio había dejado clara su postura de aventurarse junto a la Alemania nazi en una nueva contienda.
No obstante, pese a toda la devoción que pudiera sentir el que fuera ministro de Asuntos Exteriores de octubre de 1940 a septiembre de 1942, su admiración por el Hitler no era algo recíproco. A pesar de las reuniones y actos oficiales que hubo, el líder nazi nunca llegó a apreciar a Serrano Súñer.
Así se demuestra en Las conversaciones privadas de Hitler (Crítica), un extenso libro que recoge las ideas, opiniones y consideraciones del dictador alemán sobre todo tipo de cuestiones en un entorno de confianza. Dichos textos, que ya fueron publicados en España en 1954, habían sido recopilados por orden e iniciativa de Martin Bormann, jefe de la Cancillería del partido y desde mayo de 1941 secretario del führer. No obstante, a España llegaron con alrededor de 100 páginas censuradas debido a las duras palabras de Hitler respecto a España y a Francisco Franco.
En ellos se puede apreciar la baja estima en la que Hitler tenía a Serrano Súñer. "El cuñado de Franco ha pasado a ser ministro de Asuntos Exteriores. No es habitual que una familia tenga el monopolio del talento. El nepotismo nunca ha sido una buena fórmula, pues permite que una obra comentada con la sangre del pueblo sea sistemáticamente destruida", opinaba acerca de hombre a quien se conocía como 'el cuñadísimo'.
"Enterrador de la España moderna"
Todo comenzó cuando Hitler conoció por primera vez a Ramón Serrano Súñer. "Ya en mi primera entrevista con él experimenté un sentimiento de repulsión, y eso que nuestro embajador, con total ignorancia de los hechos, me lo presentó como el más ardiente germanófilo de España", señaló.
Al líder nacionalsocialista le enfurecía el contraste del ministro. Apoyaba la causa nazi y simpatizaba con el fascismo pero a su vez era un ferviente católico. El nazismo, pese a no rechazar del todo la religión católica, distaba del franquismo en ese aspecto. Afirmaba que "Franco era incapaz de liberarse de la influencia de Serrano Súñer" y añadía que este estaba "engañando descaradamente" a las potencias del Eje.
Según explicaba, lo que el ministro español buscaba realmente era "aniquilar la Falange" y restaurar la monarquía. "El espíritu más dañino es sin duda Serrano Súñer", comentaba a la vez que exclamaba que él era "el enterrador de la España moderna". Poco a poco, no solo Hitler fue reacio al poder que ejercía Serrano Súñer en la España franquista.
A partir de 1941 hubo presiones para que Franco prescindiera del 'cuñadísimo'. La guerra, asimismo, había dado un giro de 180 grados. Los Aliados se hacían cada vez más fuertes y la hegemonía de las potencias del Eje empezaba a peligrar. Franco entendió que mantener a un ministro de Asuntos Exteriores pro-nazi podía complicar el futuro del régimen si Alemania no ganaba la guerra.
Finalmente, en septiembre de 1942, Serrano Súñer fue apartado del ministerio de Asuntos Exteriores y de la presidencia de la Junta Política de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. No obtuvo ningún otro cargo más en el régimen y siguió ejerciendo como abogado. Fue apartado por el propio Franco y Hitler, al que siempre había admirado, celebró su cese.