Luis XIV nació el 5 de septiembre de 1638 en Saint-Germain-en-Laye, cerca de París. Con apenas cuatro años y tras el fallecimiento de su progneitor, accedió al trono de Francia. Como no contaba con la edad suficiente para dirigir el país, el gobierno del Estado y la educación del niño recayeron en la figura del cardenal Mazarino, quien le enseñó todos los entresijos de la corona.
Una vez nombrado rey de Francia, siguiendo todas las directrices y enseñanzas de su tutor, optó por concentrar todo el poder sobre su persona. De hecho, su régimen siempre ha sido considerado como el prototipo de monarquía absoluta —se consideraba a sí mismo como el representante de Dios sobre la tierra, una divinidad humana—.
Sus aires de grandeza pronto comenzarían a cambiar las costumbres políticas y las maneras de proceder. Así, a partir de 1661, ordenó que se erigiera uno de los monumentos monárquicos más importantes de Europa: el Palacio de Versalles. Hasta aquel momento, Versalles era el lugar favorito de su predecesor Luis XIII, y tras su muerte su hijo no dudaría en ampliarlo.
Se casó con la infanta española María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, pero no fue ella quien disfrutó de la fiesta de la histórica fiesta de inauguración del palacio. En los pasillos y enormes salones que a día de hoy se pueden visitar el monarca francés celebró innumerables fiestas de índole sexual. La primera, en el jardín, lo llamó Los placeres de la isla encantada.
Allí jugueteó con su amante Luisa de La Vallière, con la cual tuvo cuatro hijos, de los cuales sólo sobrevivieron dos que serían legitimados. Aquella primera fiesta duró nada más y nada menos que siete días. Aquel evento fue el anticipo de lo que Versalles se convertiría.
Numerosos aristócratas acudían a la llamada del rey, quien disfrutaba del banquete, la música y sus incontables amantes. Hubo una mujer en concreto, Ninon de Lenclos, que enseñó y tuteló a jóvenes mujeres que eran invitadas a las fiestas de Luis XIV.
Según se explica en las cartas enviadas entre ella y el marqués de Sévigné, sus ojos eran "interesantes y expresivos" y su voz era "dulce y melodiosa". A los 17 años quedó huérfana y con su herencia compró una vivienda que se convertiría en uno de los salones culturales más álgidos de todo París. A partir de ahí, Ninon acumuló amantes con los que convivía compartiendo el placer tanto carnal como intelectual.
Por su cama pasaron literatos, artistas y los políticos más importantes de la época, como Coligny, el príncipe Condé o el poderoso cardenal Richelieu, de quien dicen que ella rechazó. "Y es que Ninon ejercía su control sobre los hombres que la rondaban y si no le satisfacían, como el conde de Choiseul, no tenía empacho alguno en abandonarlos", relata Pecadoras (Ediciones Casiopea).
Se especulaba que había mantenido relaciones sexuales con más de 5.000 personas y que estuvo con todos los hombres de la Corte a excepción del rey. Entre las mujeres que le pidieron ayuda para que estas pudieran seducir a los nobles del palacio se encontraba Madame de Maintenon, quien acabaría conquistando a Luis XIV y terminó convirtiéndose en su segunda esposa. El monarca francés no abandonaría la vida lujuriosa hasta que la gangrena le puso fin cuatro días antes de cumplir 77 años.