Hay veces en las que las casualidades desembocan en descubrimientos de un valor incalculable. En mayo de 2016, bajo el caluroso sol sevillano, unos operarios trabajaban en el acondicionamiento del Olivar del Zaudín cuando de pronto la pala de su máquina de excavación arrastró parte del conjunto de 19 ánforas que contenían 53.208 monedas romanas.
El Tesoro de Tomares, así se denominó el hallazgo, fue calificado por la Consejera de Cultura de la Junta de Andalucía como un descubrimiento de un "valor histórico incalculable". La tasación material, por otra parte, estimó que el descubrimiento tenía un valor económico de 468.230. Asimismo, los trabajadores que encontraron las ánforas fueron recompensados con 125.000 euros.
Inmediatamente después, las ánforas, de las cuales 9 se encontraban intactas, fueron examinadas por expertos en el ámbito de la historia y la arqueología. Se demostró que la importancia del tesoro no radicaba únicamente en la gran cantidad de monedas —es, hasta el momento, el mayor tesoro de monedas romanas de España—, sino que también arrojaba luz sobre la crisis y descomposición del Imperio romano.
Analizadas mediante vídeo-endoscopia con una sonda de cuatro milímetros de ancho, los estudios aseguran que las monedas fueron acuñadas entre los años 294 y 310 d.C., y guardadas en el primer tercio del siglo IV bajo un suelo del siglo III.
Un tesoro tras la gran crisis romana
¿Quién pudo haber guardado todas esas monedas? Es una de las incógnitas que tratan de descifrar los expertos. Las excavaciones han sacado a la luz que allá donde se encontraban las ánforas restos del sótano de un almacén construido alrededor del siglo III.
Lo común por aquel entonces no eran las monedas de oro o de plata. Solían ser, como ocurre en este caso también, de bronce o de cobre. De esta manera, a partir de este tesoro los expertos pueden extraer información de la vida cotidiana de los romanos, estudiando el flujo económico y comercial de la Península Ibérica con otros territorios romanos. Y es que, se conoce que muchas de ellas fueron acuñadas en la Galia y en Britania. Posteriormente, por las dinámicas comerciales, llegaron hasta Hispania.
Maximiano, Constancio I, Diocleciano o Galerio son algunos de los rostros que se aprecian en estas monedas de entre 8 y 10 gramos de peso. La enorme riqueza que concentraban estas 19 ánforas con 53.000 monedas en su interior contrastaba con la crisis que acababan de superar en aquel momento en Roma. Esta crisis, conocida también como "anarquía militar", comprendía un espacio temporal de 50 años, desde la muerte del emperador Alejandro Severo, en el año 235, y el ascenso de Diocleciano al trono del Imperio, en el año 284.
En ese período de tiempo, los pueblos colindantes ejercieron una gran presión sobre Roma, y el comercio y la economía entró en decadencia. Parecía que los gloriosos años del Imperio romano habían llegado a su fin. En el este, Zenobia convirtió Palmira en una Atenas oriental atrayendo a intelectuales griegos a su corte, e invadió las provincias romanas vecinas, conquistando Alejandría en el año 270. Al oeste, Hispania pasó a formar del efímero Imperio galo.
La fecha en la que los expertos datan el tesoro coincide justo con el final de aquel tenso declive del Imperio. Diocleciano realizó diversos cambios políticos, jurídicos y económicos para revertir la situación. Inició una gran persecución hacia los cristianos e instituyó un colegio imperial de cuatro emperadores.
El hecho es que, al precio que fuera, Diocleciano mantuvo el orden del Imperio, al menos durante un tiempo. No obstante, en el año 305, tal y como refleja el catedrático Tony Spawforth en Una nueva historia del mundo clásico (Crítica), "hizo algo sin precedentes en los anales del gobierno imperial: abdicó. Debido a su mala salud, se retiró a un palacio fortificado que se había construido en la que ahora es Split, en Croacia, y murió en su cama unos siete años después".
Sin su presencia dominante, el nuevo sistema de poder compartido degeneró en una nueva guerra civil y Roma volvía estar a las puertas de una nueva crisis. En esta tensa atmósfera, el dueño del Tesoro de Tomares debió esconder las monedas en ánforas de aceite para regresar a por ellas en el momento indicado. "Estaban colocadas todas juntas, en posición vertical, y seguramente con alguna tapa o sello en la boca del recipiente, que aún no se ha podido documentar", explica el informe elaborado para la exposición Descubriendo el Tesoro de Tomares.
De Sevilla a Tomares
El dueño de aquellas monedas jamás volvió a por ellas y no se sabe qué pudo haber ocurrido con él. El tesoro quedó en el olvido y el almacén en el que se encontraba fue arrasado hasta sus cimientos, entre la segunda mitad del siglo V y los inicios del siglo VI.
No se sabría nada acerca de ellas hasta que las obras del Olivar del Zaudín harían emerger las monedas de forma accidental. Desde entonces, el Tesoro de Tomares se ha encontrado el Museo Arqueológico de Sevilla, donde los investigadores han continuado analizando uno de los hallazgos romanos más importantes de los últimos años.
Por otra parte, en junio de este años se ha materializado al fin la expropiación de la Hacienda Montefuerte. El edificio, del siglo XVII y con 450 metros cuadrados de espacio, se transformará en el Centro Cultural Montefuerte y se espera que el Tesoro de Tomares se traslade allí una vez abra sus puertas.
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