La dinastía de los Ptolomeos es uno de los periodos del cual más datos se tienen acerca de la civilización egipcia. De origen grecomacedonio, no eran vistos por el pueblo como extranjeros, sino como dignos herederos de los ancestrales faraones. Cleopatra, la última gobernante de esta dinastía, fue también la más conocida actualmente. Sabedora de su habilidad para el encanto y la seducción, además de su experiencia política, pretendía recuperar la grandeza ptolemaica en Oriente, por lo que se inclinó por un gobierno conjunto romano-egipcio radicado en Alejandría.
Supo adaptarse a ambas culturas de manera ejemplar. "Esta reina ptolemaica proyectaba una doble identidad, siguiendo la larga tradición de su casa real. Junto a la imagen de faraona devota que cultivaba cuidadosamente para su súbditos egipcios, Cleopatra fue retratada al estilo griego en monedas que circularían más allá de Egipto, con el pelo recogido, luciendo la banda de tela propia de los reyes de ascendencia macedónica en la tradición de Alejandro Magno", escribe el catedrático Tony Spawforth en Una nueva historia del mundo clásico (Crítica).
Sin embargo, esta Cleopatra conocida por todos, que terminó manteniendo una relación tanto con Marco Antonio como con Julio César, no fue la primera. De hecho, su nombre completo era Cleopatra VII. La civilización egipcia contó con numerosas faraonas con el mismo nombre, quienes regentaron un pueblo milenario.
La primera de todas
La fecha exacta de la primera Cleopatra que conoció la historia no se conoce. Los historiadores ubican su nacimiento entre los años 215 y 204 a.C. Era hija de Antíoco II el grande, rey del Imperio seléucida y asiduo enemigo de Egipto, Roma o las tribus arábigas de Persia.
De esta manera, y para ganarse el favor del pueblo egipcio, se concertó el matrimonio entre Cleopatra y el faraón Ptolomeo V. Cuando este falleció, se convirtió en la dirigente de todo Egipto, reinando en nombre de su hijo Ptolomeo VI. En todo momento, intentó mantener la paz con Roma y el Imperio seléucida. Murió en el año 176 a.C. y sus hijos levantaron un templo en su nombre.
Enemistad entre Cleopatra II y III
Precisamente, una de las hijas que ordenó levantar un monumento para recordar a la primera de todas las Cleopatra, también se llamaba así. Era Cleopatra II y se casó con su hermano Ptolomeo VI. Cuando este murió, la reina decidió contraer matrimonio con su otro hermano, el VII en la línea de sucesión.
Cabe destacar que el incesto era una expresión aberrante para los griegos, no así para Egipto. La dinastía ptolemaica siempre se caracterizó por sus incestuosas relaciones. Escritores griegos pensaron que estas relaciones incestuosas se debían al intento de los monarcas de imitar a los faraones de la Antigüedad. Pero los ptolomeos resaltaban también por dotar de gran poder a sus mujeres reales. Por poner un ejemplo, Isaac Asimov llegó a escribir que "las mujeres ptolemaicas solían ser hábiles, aun cuando los hombres no lo eran".
Pronto, la enemistad entre dos hábiles mujeres se hizo patente en Egipto. El nuevo marido de Cleopatra II la abandonó para casarse con su propia hija: Cleopatra III. La joven hija, de gran ambición, pretendía reinar en Egipto, pero su madre trató de impedir aquella traición. En el 131 a.C. Cleopatra II encabezó una rebelión contra Ptolomeo VIII, al que consiguió expulsar de Egipto junto a Cleopatra III. Así, asumió el reinado ella sola hasta que finalmente optaron por reconciliarse. A partir del año 124 a.C., los tres reinaron en Egipto.
Cleopatra Selene
La cuarta de las Cleopatra siempre mantuvo una mala relación con su madre. Fue expulsada de Egipto y reemplazada por Cleopatra Selene. Cleopatra IV abandonó cualquier tipo de posibilidad de ascender en el trono y huyó a Chipre. Fue así como Cleopatra Selene fue elegida nueva reina consorte en 115 a.C.
Cleopatra Selene no solo reinó en su tierra natal. Las relaciones entre el Imperio seléucida y el egipcio eran comunes y Cleopatra III pronto encontraría un nuevo destino para Selene.
Tras contraer matrimonio con Antíoco VIII, Selene se convirtió en reina de Siria y debió gobernar con sabiduría ya que en muchas de las monedas acuñadas por aquella época su nombre viene grabado por delante del de su esposo.
Su figura se entendió en Siria como la de una gran mujer que dio continuidad a la dinastía seléucida. Tal fue el reconocimiento que tuvo en su época que hasta los egipcios la admiraban pese a que se hubiera marchado de allí cuando aún era joven.
La hija de la mítica Cleopatra
Entre ambas Cleopatra Selene tuvo lugar la más conocida y reconocida Cleopatra. De su relación con Marco Antonio nacería una única hija a la que, como símbolo de reconocimiento a su predecesora, la llamaron Cleopatra Selene II. Su linaje poseía tanto sangre griega como romana y residía en Alejandría, Egipto.
Cuando tan solo tenía 9 años, quedó huérfana. Tras claudicar ante Augusto tras la batalla naval de Accio, solo dos salidas posibles tenía Cleopatra a su alcance: la primera, acceder a su traslado a Roma y ser mostrada como una suerte de trofeo, una exhibición humillante en un paseo triunfal que celebraría al futuro prínceps como conquistador de Egipto; la segunda, más definitiva todavía, era la muerte.
Optó por la segunda opción y, a falta de poder llevarse a la reina con vida, Augusto se llevó a Cleopatra Selene II y a sus hermanos de Egipto a Italia. La joven huérfana sería utilizada por Augusto para sus fines políticos. Fue casada con el rey númida Juba II y se convirtió en reina de Numidia.
El pueblo, empero, no aceptó aquella alianza con los romanos y el matrimonio se vio obligado a huir a Marutania, donde establecieron un reino que prosperó y en el que tomó decisiones relevantes para florecer la economía con los demás pueblos del Mediterráneo. Allí dio a luz a Ptolomeo de Mauritania, Drusila de Mauritania y Cleopatra de Mauritania. Esta última Cleopatra daría fin a un nombre que ha trascendido en la historia. Cleopatra de Mauritania falleció todavía siendo niña y tras la muerte de Selene II el histórico nombre se quedó en un recuerdo que aún perdura en Egipto y en el mundo.