Isabel San Sebastián (Chile, 1959) asegura que la historia ha de enseñarse de forma aventurera y entretenida, como si quien la estuviese transitando fuese un personaje más. De ahí la importancia que le otorga a las novelas históricas, capaces de aportar una carga emocional de la que carecen los ensayos y obras académicas. La periodista es una de las autoras más vendidas de este género en España, y ahora presenta una nueva obra, Las campanas de Santiago (Plaza&Janés), en la que regresa a uno de sus temas fetiche: la Reconquista.
Centrada en la terrible incursión que el caudillo andalusí Almanzor lanzó en el año 997 sobre el noroeste peninsular, llegando a saquear la emblemática ciudad de Compostela, San Sebastián arma un vertiginoso relato, lleno de épica, luchas y esperanza, que cumple con su propósito de "entretener y dejar un poso de conocimiento sin pretensión de sentar cátedra". Contraria a las tesis de algunos historiadores, la escritora define la llamada Reconquista como "una epopeya de ocho siglos de la que estoy enormemente orgullosa y agradecida". "Si no fuera por la forma en la que acabó, no estaría escribiendo novelas ni hablando en los medios de comunicación sino en casa con la pata quebrada y un velo en la cabeza", dispara.
La novela arranca con la aceifa de Almanzor y el robo de las campanas de Santiago. ¿Episodio legendario o histórico?
Es un episodio legendario, ha pasado a las leyendas de la historia, pero la mayoría de historiadores le otorgan veracidad histórica. La aceifa de Almanzor está absolutamente documentada tanto en fuentes cristianas como musulmanas y que se llevó las campanas también para fundirlas y hacer las lámparas de su gran mezquita. ¿Que fue a hombros de cautivos cristianos? Todo apunta a que así fue.
Una novela, ¿hasta qué punto ha de ser fiel a la historia?
Hay que ser fiel en el contexto y en los hechos históricos: cuando relatas batallas, cuando hablas de decretos, de leyes… Cuanto más te remontas en el tiempo, más margen queda para la imaginación porque menos sabemos lo que ocurrió, más difusas son las fuentes; y en la trama de ficción tienes mucha más libertad. Hay que ser fiel al contexto histórico y al personal o emocional: por ejemplo, así como no le puedes poner un reloj de pulsera a un personaje en el año 1000, tampoco le puedes infundir agnosticismo o feminismo porque no existían. Ese tipo de anacronismos no se pueden imbuir retrospectivamente en los personajes.
A Almanzor se le dibuja como un cruel caudillo, pero también muestra cierta benevolencia al no querer destruir las reliquias del apóstol. ¿Por qué no lo hizo?
Los musulmanes creían en las religiones del Libro. Consideraban que el único dios era Alá y Mahoma su profeta, pero consideraban a Jesús un profeta y a Santiago un discípulo suyo. En consecuencia, destruir las reliquias habría sido profanar un lugar que respetaban. Santiago no era un personaje cualquiera, por lo que creo que le produciría una cierta repulsión por el respeto que tenían a las religiones del Libro y, por otra parte, un cierto temor, que es lo que deslizo en la novela.
La trama se sitúa en plena Reconquista, en un momento crítico para los reinos cristianos. ¿Por qué ese marco y cuál era el mensaje?
Es el peor momento, el de máximo acoso y máxima debilidad para los reinos cristianos. Están en un momento terrorífico, de sumisión y castigo. El objetivo principal de la novela es regalar a mis lectores una aventura entretenida con base histórica para que de paso aprendan algo de un periodo de la historia que es profundamente desconocido, del que yo misma desconocía casi todo hasta que no me puse a investigar. Si tuviera que destacar un mensaje con aplicación a la actualidad, aunque no es este el propósito de la novela, sería que la división nos debilita mientras que la unidad nos hace fuertes.
El término "Reconquista" está muy politizado, desde la Guerra Civil hasta la misma actualidad. ¿A usted le parece bien que un partido como Vox, o cualquier otro, utilice esa terminología para sus campañas?
Me parece lamentable que se politice la historia. No se puede ni juzgar ni comprender ni utilizar la historia para fines políticos. Es un sindiós hacer eso. La historia se produce en un determinado contexto y así es como hay que entenderla y estudiarla. Vox no es el único que politiza la historia. Como anécdota cuento que Almanzor tiene una estatua en Algeciras. Estaba guardada en un almacén y fue repuesta en su pedestal siguiendo la exigencia de Podemos, que ahora derriba estatuas de esclavistas. Bueno, pues Almanzor fue uno de los grandísimas esclavistas de su época. Sin embargo, Podemos, que abomina de Fray Junípero Serra, coloca a Almanzor en un pedestal, literalmente.
En cuanto a la Reconquista, por razones que a mí se me escapan, la izquierda reniega hasta el punto de decir que no existió. Empezó Juan Luis Cebrián diciendo que había sido una línea de pensamiento insidiosa. Cita textual. Ahora, sencillamente no existió porque no hubo conquista. Desde la Crónica mozárabe hasta las crónicas Rotense y Albeldense, la de Alfonso X… todas las crónicas cristianas de la época y las musulmanas hablan de la conquista de la Península, de la unidad territorial y política del reino visigodo y de la reconquista, concebida como tal, por lo menos desde tiempos de Alfonso II, finales del siglo del siglo IX. Eso es un hecho y está en multitud de documentos.
Los nacionalismos deforman la historia para adaptarla a sus fines espurios de índole política
¿Por qué la izquierda es más alérgica a reivindicar las glorias de la historia de España?
Tenemos la única izquierda del mundo que es antipatriótica, que abomina del concepto de España, lo rechaza. ¿Por qué? Pues lo ignoro. No sé por qué identifica patriotismo con fascismo o con franquismo, que es una imbecilidad. La izquierda francesa siempre ha sido absolutamente patriótica, jacobina; la británica lo mismo, la rusa ni te cuento… Todas las izquierdas del mundo son patrióticas, reivindican lo suyo, excepto la nuestra, que ve todo lo español como facha. Es un proceso de un simplismo intelectual verdaderamente digno de mejor causa.
¿Hay un discurso veraz y consolidado sobre la historia de España? Parece que continuamente nos seguimos peleando por la leyenda negra, la Guerra Civil…
Durante al menos dos siglos, el XVII y XVIII, nuestra historia no la escribimos nosotros sino que la escribieron franceses e ingleses, nuestros enemigos históricos. Eso deja una cierta huella, pero en en el siglo XX hay grandísimos historiadores que incluso con sus controversias y polémicas hacen un análisis muy detallado de historia de España. También hay hispanistas franceses como Joseph Pérez o estadounidenses como Stanley Payne que dan otra visión de la historia.
Lo que no hay que hacer es politizarla, sino entenderla en su contexto, con sus luces y sus sombras. Pero juzgarla con arreglo a los criterios que existían entonces, cuando se produjeron los hechos. No puedes descalificar el descubrimiento y conquista de América por que se destruyeran pirámides donde se cortaban cabezas. Las conquistas británica de la India o de África por parte de Francia fueron infinitamente más cruentas y, sin embargo, ellos no abominan de eso. ¿Por qué nosotros sí? Porque existe esto de identificar todo lo que ha traído gloria a España como algo facha, de extrema derecha y antidemocrático.
Podemos, que abomina de Fray Junípero Serra, coloca a Almanzor, uno de los grandísimas esclavistas de su época, en un pedestal
La historia se enfrenta en la actualidad a otro peligroso enemigo, como son los nacionalismos.
Los nacionalismos deforman la historia para adaptarla a sus fines espurios de índole política. Ahora resulta que Cristobal Colon era catalán o que Juan Sebastián Elcano no era un marino al servicio de la Corona de Castilla sino un vasco. Cuando renuncias a tu historia, a convertir tu propia historia en una raíz común, de todos los españoles, pierdes tus referentes; y si no hay raíz, no hay proyecto común de futuro. La mejor forma de permitir el auge de los nacionalismos es permitir la desaparición del legado común. Es exactamente en lo que estamos. Por eso creo que la novela histórica es una herramienta muy útil para revertir ese proceso.
¿Puede ser también un problema del sistema, de cómo se enseña la historia en España?
Yo estudié en el sistema francés. Los franceses son maestros en la enseñanza de su historia. Era una aventura, la enseñaban de una forma muy parecida a la novela histórica. En España, entretanto, es una sucesión de cuadros, batallas, fechas y memorias, que es imposible que suscite ningún tipo de interés o adhesión afectiva, es un tostón, un coñazo. Si no somos capaces de relatar nuestra historia como algo entretenido es muy difícil que cale con fuerza, como las cosas que dejan huella, que es en lo emocional, no solo en lo cerebral. Y eso intentamos hacer los autores de novela histórica.