El pequeño infante don Pedro, hijo del rey Enrique II de Castilla, murió trágicamente el 22 de julio de 1366. Según la leyenda, perdió el equilibro al asomarse a una de las ventanas del Alcázar de Segovia y cayó al vacío desde una altura considerable. La cuidadora que estaba con él, en un acto de inútil heroísmo, quizá desesperada temiendo las represalias, se lanzó tras él; y no solo no logró salvar al niño, sino que el impacto contra el suelo también acabó con su vida.
Los textos medievales indican que este trágico suceso se produjo cuando el infante don Pedro tenía unos 10 o 12 años. Pero los cronistas estaban equivocados: el análisis antropológico de los restos óseos del pequeño señala que su edad era mucho inferior: entre seis meses y un año y medio. Así lo ha anunciado este viernes José Antonio Lorente, catedrático de Medicina Legal y Foral de la Universidad de Granada y director de la investigación.
Además, los expertos han descubierto que el hijo del primer monarca de la dinastía Trastámara pudo haber padecido raquitismo. A esta conclusión han llegado al observar las alteraciones ocasionadas por un proceso metabólico que han sido identificadas en los tres huesos conservados y pervierten el desarrollo: en el extremo distal del fémur derecho y en el proximal de la tibia, que muestran un claro engrosamiento; y el arqueamiento de la diáfisis de la tibia y la rotación externa de la metáfisis proximal.
Los restos óseos del infante fueron hallados el pasado noviembre durante unas obras de restauración en la capilla de Santa Catalina, en la Catedral de Segovia. Allí había sido inhumado por segunda vez hace 462 años, en 1588, cuando se le trasladó desde la antigua seo. Al abrir el sepulcro, cuya tapa tenía una efigie del niño, ya crecido y con una espada, como un caballero en formación, los expertos descubrieron un pequeño cofre forrado con terciopelo rojo que guardaba tres huesos de pequeño tamaño y varias vestimentas —una saya de seda, un faldón y un cinturón de tela—.
La investigación encabezada por Lorente, científico encargado también de otros célebres estudios históricos como el del cuerpo de Cristóbal Colón, ha señalado que el material óseo del infante se encontraba en un estado de conservación deficiente, por lo que no se ha podido confirmar el sexo. Los tres restos de la osamente son de pequeño tamaño: la tibia tiene una longitud máxima de 98,25 milímetros. "Con un intervalo de confianza del 95% se puede indicar que el niño tenía una edad de entre 6 meses y 1 año y medio en el momento de su muerte", señalan los científicos en sus conclusiones. No obstante, no pueden ser tan categóricos con la causa del fallecimiento.
¿Pudo haber trepado el infante a esa edad hasta una de las ventanas del Alcázar de Segovia y a continuación perder el equilibro? ¿O quizá un tropezón o un despiste de su cuidadora provocó un mortal accidente y por lo que ella decidió suicidarse? ¿O no se trata nada más que de una leyenda? Uno de esos enigmas de la historia que probablemente no tengan respuesta.
La falsa identificación de la edad se produce por culpa de la efigie del sepulcro del pequeño, uno de los hijos ilegítimos de Enrique II, apodado "el Fratricida" por asesinar a su hermano Pedro I, que tampoco se quedaba corto en calificativos —"el Cruel"—, en la guerra civil que mantuvieron por el trono castellano. "Se hace 300 años después de la muerte, y el que la hace no sabe nada acerca del infante, sólo que era un niño, y hace esta escultura a propósito para él", ha revelado el arqueólogo Luciano Municio.
Las pruebas del estudio antropológico fueron dirigidas por la catedrática de Antropología Física, Inmaculada Alemán Aguilera, que incluyeron un análisis comparativo con huesos de otros individuos de edades similares. Por otra parte, en el Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Universitario Clínico San Cecilio se llevó a cabo una adquisición volumétrica de los huesos mediante un estudio de Tomografía Computarizada. Una tercera parte del proyecto sigue todavía en desarrollo: el examen de los restos del ADN del infante.