El poblado berón de La Hoya, localizado en el actual municipio de Laguardia, en la Rioja Alavesa, fue durante la Segunda Edad del Hierro un importante centro económico, político y comercial. Tenía calles con aceras pavimentadas y pasos de piedra para los peatones, edificios híbridos que combinaban negocios y actividades domésticas, plazas públicas, bloques de viviendas rectilíneos y una muralla defensiva hecha de mampostería. Aunque basaban su modo de vida en la agricultura, también produjeron cerámicas y metales e intercambiaron objetos de lujo con otras comunidades.
Sin embargo, en algún momento comprendido entre mediados del siglo IV a.C. y finales del III a.C., este relevante asentamiento de los berones, un pueblo prerromano que se puede encuadrar dentro de los celtíberos según algunos autores o que sería independiente para otros, con una población estimada de 1.500 personas, sufrió un violento ataque y quedó reducido a cenizas. Los más afortunados lograron escapar a toda prisa, dejando atrás sus valiosas pertenencias y las reservas de alimentos. Otros, por el contrario, fueron brutalmente asesinados.
Lo que sucedió aquella jornada fue "una masacre", según los expertos: decapitaciones, amputaciones y otras lesiones provocadas por armas cortantes que afectaron al conjunto de la comunidad —hombres, mujeres y niños—. Un equipo de arqueólogos españoles y británicos acaba de publicar el primer estudio osteológico en detalle de los cadáveres de trece individuos identificados entre las casas quemadas y los vestigios de las calles, en el que también desvelan que el ataque no fue un mero acto de saqueo, sino el resultado de disputas territoriales con otra comunidad prerromana vecina.
La investigación, publicada en la revista Antiquity y liderada por Teresa Fernández-Crespo, de la Universidad de Oxford, reconstruye unas escenas sangrientas. Un hombre adulto fue decapitado con un corte limpio a la altura de la cuarta vértebra cervical, pero ya antes había sido golpeado repetidamente por las lesiones que presentaba en la clavícula y escápula derecha y en el sacro. "La explicación más plausible para los traumas observados es que pudieron haber sido causados durante un choque cara a cara en el que la víctima intentó hacer frente a su atacante", señalan los científicos.
Los agresores les cercenaron los brazos derechos a otro varón adulto y a una adolescente. La extremidad amputada de la joven, todavía con pulseras de cobre, apareció a casi tres metros de distancia del resto del esqueleto. ¿Por qué? Según los arqueólogos, lo más probable es que pudo moverse durante unos instantes antes de caer inconsciente por la gran pérdida de sangre o porque recibió otra herida mortal. Como sucede con otros individuos analizados, esta mujer también presenta una incisión de cuatro milímetros en las costillas que alguien le ocasionó por detrás blandiendo una espada o una daga.
Más misteriosos resultan los casos de un bebé de seis meses y un niño de alrededor de tres años, del que solo se conserva el cráneo. De los restos óseos de ninguno de ellos se ha podido extrapolar una muerte violenta. Teniendo en cuenta que el yacimiento solo ha sido excavado en un 15%, los investigadores calculan que el ataque se pudo haber saldado con 85 muertes.
"Esta es probablemente una estimación conservadora, ya que los cuerpos de algunos individuos podrían haber sido recuperados para su entierro o cremación, mientras que otros pueden haber servido de alimento a los animales, como sugiere el hecho de que algunos 'individuos' están representados por elementos esqueléticos únicos", apuntan. "Además, cualquier superviviente que no fuera capturado se habría quedado sin hogar y se habría visto obligado a depender de la buena voluntad de otras comunidades. Como parece que dejaron atrás la mayoría de sus productos y tiendas de alimentos, habrían llegado desprovistos".
Un episodio único
El yacimiento de La Hoya, cuya ocupación se remonta a mediados de la Edad del Bronce, en torno al siglo XV a.C., se descubrió en 1935 y fue excavado por primera vez en 1973. Situado en el valle del Ebro, no era la capital de los berones, pero sí un destacado núcleo poblacional con un complejo desarrollo urbano que contaba con una aristocracia guerrera, tal y como han revelado los hallazgos de armas en el cementerio de Piñuelas, situado fuera de los muros defensivos.
El día del ataque sorpresa —los ataques indiscriminados por la espalda, la ausencia de armamento en las inmediaciones de los cuerpos y que no se hayan documentado heridas defensivas, por ejemplo en las manos, respaldan esta hipótesis— probablemente era una jornada de mercado. Así lo testimonian, según los investigadores, numerosos recipientes llenos de granos de cereales recién cosechados, artículos de artesanía y herramientas encontradas en caminos y bordillos delante de las entradas a los edificios, "como para anunciar mercancías a la venta".
Esta masacre constituye un episodio excepcional en la Península Ibérica al registrarse antes de la llegada de los romanos. La violencia que se desató en Hispania con sus conquistas y guerras civiles —"crean un desierto y lo llaman paz", como escribió Tácito— está mucho más documentada, con dos matanzas similares en el Cerro de la Cruz (Almedinilla, Córdoba) y La Almoina (Valencia).
En la primera de ellas, el poblado íbero fue atacado y calcinadoen torno a 140a.C., en época de las guerras de Viriato. Entre los restos humanos identificados, los arqueólogos desenterraron siete esqueletos o partes de ellos, salvajemente mutilados, con tajos en tibias, peronés, omóplatos o fémures, abandonados sobre el suelo de las calles o entre los escombros de las viviendas. En el segundo caso, las legiones de Pompeyo también arrasaron el sitio en 75 a.C., durante las guerras sertorianas. Catorce varones adultos encadenados fueron ejecutados de diversas formas.
"La Hoya es el único sitio conocido de la Iberia de la Edad del Hierro cuya destrucción puede atribuirse a comunidades locales rivales" prerromanas, concluyen los investigadores. "Presenta evidencias tempranas de violencia organizada a gran escala y proporciona una postal única de la guerra protohistórica. Las similitudes entre La Hoya y otras masacres en Iberia en los últimos siglos antes de Cristo sugieren que las sociedades ibéricas de la Edad del Hierro fueron capaces de recurrir a una violencia brutal para resolver disputas entre pequeñas entidades políticas".