Jaime I el Conquistador fue el monarca cristiano que más territorio arrebató a los musulmanes durante la llamada Reconquista. Rey de Aragón, Valencia y Murcia, su belicoso apodo se lo ganó combatiendo en primera línea, haciendo gala de una fuerza prodigiosa que combinaba su imponente tamaño —medía dos metros— con una minuciosa formación bajo la disciplina militar de la Orden del Temple. Según los cronistas y trovadores medievales, era el mejor caballero de la época, y no solo por su destreza con las armas.
Una vida intensa, de guerra en guerra, que se engendró con una treta. Jaime I nació del matrimonio por intereses políticos entre Pedro II el Católico y María de Montpellier. Pero el monarca aragonés no quería consumarlo, no soportaba a su esposa. Fue un noble cercano el que supuestamente ingenió una artimaña para que la pareja real yaciese durante una sola noche. El hombre fue engañado, conducido al lecho creyendo que allí se encontraba otra dama. No se sabe con detalle cómo se gestó la operación ni lo que sucedió realmente, pero la reina quedó encinta.
Con ese episodio legendario, reconstruyendo un acontecimiento que testimonian los cronistas medievales, ficcionando el arrebato conyugal de Pedro II provocado por sus estrechos colaboradores, arranca la nueva novela de José Luis Corral, titulada El conquistador (Ediciones B). Una obra en la que el catedrático de Historia Medieval, guiado por su característica verosimilitud histórica, narra la trepidante y agitada biografía de Jaime I (1208-1276).
"Era un personaje que estaba llamando a gritos una novela", explica el autor sobre la figura del rey de Aragón, Valencia y Murcia, y también conde Barcelona y Urgel y señor de Montpellier. "Es un hombre con una infancia muy convulsa [quedó huérfano cuando era muy pequeño], dominada por su crianza y educación con los templarios en el castillo de Monzón; una historia de aventuras, acción, amor e incluso aspectos mesiánicos", destaca Corral.
El principal pilar de su reinado —su política bélica expansiva— y su legado son más importantes de lo que a simple vista puede parecer. El novelista e historiador resalta que las conquistas y pactos de Jaime I con otros monarcas, como Alfonso X el Sabio o Luis IX de Francia, explican buena parte de la división territorial de la actual España. "Valencia es una comunidad autónoma porque él hizo que fuese un reino, pactó con Navarra la frontera que hoy sigue igual... Es decir, definió los límites administrativos que configurarán los reinos peninsulares en la Baja Edad Media y que han llegado casi exactamente hasta nuestros días".
Contra las manipulaciones
Tras completar su trilogía sobre los Austrias (Planeta) de la primera mitad del siglo XVI, José Luis Corral regresa a una época histórica que ya ha tratado en su extensísima bibliografía de novelas y ensayos. Lo hace para contar a través de la ficción la fascinante vida de Jaime I en toda su complejidad, también la amorosa: tuvo tres esposas y nueve relaciones extramatrimoniales reconocidas, con un cómputo de doce hijos legítimos y otros cinco bastardos que aceptó. "Y habría que sumarle una espectacular cadena de amantes anónimas", matiza el historiador. "Era un hombre muy guapo, rubio, de ojos negros, que estaba obsesionado con las mujeres. Fue un amante compulsivo".
Pero también para derribar, esta vez desde la ficción, mitos como la existencia de una supuesta "corona catalano-aragonesa", según defienden las revisionistas tesis independentistas: "Soy historiador profesional y tengo que ser honesto con la historia, y lo que denuncio en este caso en forma de novela es que se utilice la historia, manipulándola, alterándola, para justificar posiciones políticas del presente. El presentismo es un error, y los nacionalismos lo hacen continuamente. Pero ojo, no solo el catalán o valenciano: los campeones de la manipulación de la historia en España han sido los castellanistas, desde la invención de Covadonga hasta ese mito de que Castilla es España".
"La historia no justifica el presente, lo explica", cierra en este sentido. En El conquistador, Corral ha optado por no incluir ningún personaje de ficción. Todos los nombres que aparecen mencionados en el libro están referenciados en fuentes históricas. Es una forma de narrar el pasado mucho más atractiva para el lector, y lo dice por experiencia: "En 2006 publiqué al mismo tiempo la novela El caballero del templo y Breve historia de la Orden del Temple (ambas en Edhasa). La diferencia de ventas fue considerable". Lo mismo le ocurrió con El número de Dios (Ediciones B) y el ensayo académico El enigma de las catedrales (Planeta).
El también director de programas de radio y TV —fue asesor histórico de la película de Ridley Scott 1492. La conquista del paraíso— ve necesaria una autocrítica del gremio: "Los historiadores españoles hemos hecho muy mal nuestro trabajo de difusión de la historia, con una redacción pésima. Nos hemos dedicado casi exclusivamente para hacer currículum y nos hemos olvidado de lo importante: transmitir los conocimientos históricos, el análisis del pasado, a la gente".
Cruzada fallida
Más allá de su guerra de expansión y los líos amorosos, José Luis Corral destaca el aspecto mesiánico de Jaime I: "Se consideraba un hombre tocado por la gracia de Dios, el sucesor de la dinastía de los reyes de Aragón, que tenían una misión absolutamente mesiánica: culminar la conquista de Al-Ándalus y después ir hacia Jerusalén". Expulsó a los musulmanes del territorio en el que le correspondía combatir a Aragón según los pactos con Castilla y lanzó una cruzada con más de 60 años. La empresa falló al quedar desbaratada por una tempestad a su paso por Menorca. El propio rey cruzado estuvo a punto de ahogarse.
¿Qué le preguntaría José Luis Corral a Jaime I si tuviese ocasión? "Si tenía un complejo o no de falta de cariño. Porque me da la impresión de que haber sido huérfano de padre y de madre desde muy niño y haber sido educado por los templarios con unas reglas tan duras y estrictas, con tanta disciplina, quizá lo condicionó el resto de su vida. Si tenía ese trauma de no haber podido sentir el cariño de una madre cuando era un niño".
En las notas históricas del final, el catedrático de Historia Medieval repasa el viacrucis de los restos mortales del Conquistador, que murió a los 68 años: enterrado hasta 1835 en el monasterio de Poblet, en Tarragona, con la desamortización su sarcófago fue saqueado y sus huesos dispersados junto con los de otros reyes e infantes de Aragón. Luego se recogerían de forma desordenada, guardándose en sacos, que se enviaron a la catedral de Tarragona. En 1956, Jaime I supuestamente era lo que quedaba de él— volvió a ser inhumado en el que había sido el panteón real de la monarquía aragonesa.
Al ser tan grande, fue más sencillo identificar cuál era su esqueleto, pero el sarcófago del rey en Poblet guarda dos cráneos: uno de ellos presenta las marcas de una herida en la parte frontal, como la que sufrió Jaime I durante la toma de Burriana en julio de 1233. "Sería interesante hacer un estudio de los restos óseos que hay en Poblet para identificar los huesos de todos los reyes, reinas, infantes, etc. y ver qué enfermedades tenían, cómo eran físicamente... aspectos interesantísimos", reclama Corral, apuntando que el Gobierno de Aragón ya condujo hace unos años una investigación antropológica y genética de los monarcas sepultados en dicha comunidad.